Reino Unido
Más de veinte conservadores piden la dimisión de Johnson, cada vez más acorralado
Las 16 fiestas celebradas en Downing Street en pleno confinamiento pasar factura al primer ministro de Reino Unido
Boris Johnson siempre recurre al humor cuando se siente acorralado. Es su manera de intentar rebajar la tensión. Pero no siempre funciona. Tras la publicación del esperado informe de Sue Gray sobre el Partygate, el premier se reunió a puerta cerrada con sus filas y bromeó asegurando que él no era un gran bebedor, “pero si el alcohol hubiera sido prohibido en el Número 10 en 1940, es posible que no hubiéramos ganado la Segunda Guerra Mundial”.
El chiste no hizo gracia. No era precisamente el momento más oportuno, tras conocerse que, durante el confinamiento, se llegaron a celebrar hasta 16 fiestas en Downing Street que se alargaron hasta altas horas de la madrugada con vino desparramado por las paredes.
El descontento entre las filas tories es notable, incluido entre los brexiteers, por lo que, lejos de dar carpetazo al escándalo, Johnson es muy consciente que tiene sobre él una peligrosa espada de Damocles. Al cierre de esta edición, más de 20 diputados conservadores habían pedido públicamente su dimisión. Muchos otros permanecen callados. Pero eso no significa que no hayan mandado una carta formal al llamado Comité 1922 -que reúne a los tories sin cartera- para forzar una moción de confianza sobre el liderazgo del primer ministro. Se necesitan 54 misivas para activar este mecanismo. Pero el número de las remitidas permanece en secreto hasta que no se supere el umbral.
Entre las voces más críticas destacaba ayer la de John Baron, un veterano brexiteer, quien recalcó que, a su parecer, “el cargo más grave” contra el primer ministro es la acusación de que engañó a sabiendas al Parlamento. “Dada la magnitud del incumplimiento de las reglas en el Número 10, no puedo aceptar que no lo supiera. Por lo tanto, sus repetidas garantías en la Cámara de los Comunes de que no se infringieron las reglas simplemente no son creíbles”, matizó.
Ahí radica ahora la clave de todo. Una vez se ha publicado el esperado informe de Gray y ha terminado la pesquisa de Scotland Yard -que convirtió a Johnson en el primer jefe de Gobierno de la historia del Reino Unido en ser multado por haber violado la ley- comienza ahora una investigación por posible desacato. Y en caso que se determine que Johnson mintió a Westminster, se podría forzar su dimisión. Si es que sus propias filas no lo hacen antes.
El tiempo juego en contra de los conservadores. Nunca hay un buen momento para destituir a un líder. Pero si el descontento entre el electorado no cambia, deben encontrar reemplazo para tener nuevo candidato para las próximas generales previstas en 2024. Y formar a un nuevo líder frente a la opinión pública no es algo que pueda hacerse de la noche a la mañana.
En plena tormenta, Johnson decidió presentar justo ayer, de la mano de su ministro del Tesoro, Rishi Sunak, un impuesto “temporal” del 25 % sobre los beneficios de las compañías de petróleo y gas, que se han lucrado con el alza de los precios de los hidrocarburos, para financiar varias ayudas a la población y combatir la inflación. El momento elegido para anunciar el plan levantó aún más críticas al considerar que tan solo se quería crear una cortina de humo, sobre todo teniendo en cuenta que el Ejecutivo previamente se había opuesto.
Sunak precisó que esta nueva tasa se retirará cuando “los precios vuelvan a niveles históricamente más normales”, recaudará en torno a 5.000 millones de libras (5.885 millones de euros) este año, y no descartó aplicar una similar al sector eléctrico y de gas natural.
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