El Futuro de Venezuela
Farsa electoral
«No hay condiciones para ir a elecciones presidenciales. Ya sabemos lo que va a pasar, el Gobierno se robó esta elección y no te da la oportunidad de elegir». Éstas fueron palabras del joven político opositor Juan Andrés Mejía, integrante del partido político Voluntad Popular. Lo que ocurrirá este domingo en Venezuela sin duda es la escenificación de una obra del teatro del absurdo, un circo cuyos payasos actuarán al mejor estilo de una comedia triste.
El filósofo venezolano, Rafael Tomás Caldera, afirma sobre esta simulación electoral del 20 de mayo: «El problema, más que político —en el sentido ordinario de lucha por el poder o determinación de programas para la ciudadanía—, es existencial (...) las elecciones anunciadas no son un remedio, sino síntoma y parte de la enfermedad». Queda claro, la complejidad no nace ni muere en las elecciones. Peor aún, lo electoral en este marco y bajo el yugo opresor del madurismo, empeora la situación.
El líder político Leopoldo López cumple una injusta condena de casa por cárcel y Henrique Capriles está inhabilitado por un grosero sistema de justicia y que responde a los caprichos del sistema oficialista. Adicionalmente, existe un árbitro electoral parcializado y servil de la dictadura venezolana mientras los partidos políticos con mayor popularidad también inhabilitados en medio de una ola de amenazas y atropellos políticos. Por todas estas razones no se puede llamar elección al evento de este domingo. En este sentido, votar hoy no significa elegir sino convalidar un evento que desde su nacimiento está infectado de trampa, de injusticia, de burla. Votar este 20 de mayo en Venezuela es «lavar la cara» del dictador, en pocas palabras, y anunciarle al mundo que Maduro está donde está y seguirá donde está de manera legal y legítima.
La comunidad internacional y los principales actores de América Latina hablaron: «Las elecciones generales han sido convocadas por una autoridad ilegítima, sin la participación de todos los actores políticos venezolanos, sin observación internacional independiente y sin las garantías necesarias para un proceso libre, justo, transparente y democrático», comunicó el Grupo de Lima esta misma semana.
Ahora bien, la gran incógnita es qué va a pasar en Venezuela el 21 de mayo, el día después. Abstenerse no puede ser bajo ningún concepto sinónimo de inacción, y probablemente ese es el gran peligro. La calle, en principio apagada, deberá renacer como el ave fénix: más fuerte, más valiente y más luminosa. Los jóvenes, aquellos que todavía tienen la esperanza de un verdadero cambio, les tocará reencarnar una lucha y llamar la atención del liderazgo opositor para que sean ellos quienes asuman la necesaria reconstrucción del país, más pronto que tarde.
«Lo que se da a los ojos muestra lo que no se ve: nuestro país perdió su orden constituyente y, por ello, más que un grupo humano articulado que intenta lograr un bien común, somos como una masa de gente que busca resolverse, aquí o fuera del país. Esa primacía de la necesidad y el interés individual marca bien la destrucción del orden en que se concreta la existencia de una sociedad», sentencia Caldera. Allí es donde resulta imperativo esa reconstrucción nacional. De esta manera, lo que para algunos significa este 20 de mayo una fecha para revitalizar la revolución, y para otros la oportunidad de cambio, para la gran mayoría de los venezolanos y de la comunidad internacional, será simplemente una profundización de la crisis. Sin duda, el 21 de mayo deberán alzarse con más fuerza las banderas de la libertad.
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