Política

Represión en Venezuela

Fractura militar en Venezuela

Más del 80% de la Fuerza Armada Nacional desea, anhela y suspira por un cambio de régimen en Venezuela

Militares venezolanos en un acto oficial con el ministro de Defensa esta semana / Efe
Militares venezolanos en un acto oficial con el ministro de Defensa esta semana / Efelarazon

Después de lo sucedido el 30 de abril en Venezuela, los ánimos en las calles del país han menguado. Lógicamente, la protesta se ha convertido en un instrumento de lucha abstracto, difuso; no se ven con claridad los efectos positivos que la movilización ciudadana podrá traer. Quizás éste ha sido uno de los efectos inmediatos de lo ocurrido días atrás. Sin embargo, lo cierto es que a partir de esa fecha, la paranoia del dictador Nicolás Maduro resulta evidente. No sabe en quién confiar, no sabe a quién puede recurrir para contar sus secretos, sus estrategias, sus modos de ver la salida al pantano donde está sumido. Más del 80% de las Fuerzas Armadas Nacionales desean, anhelan y suspiran por un cambio de régimen en Venezuela.

¿Por qué no se ha evidenciado en mayor medida ese descontento? Por tres motivos fundamentales: en primer lugar por la persecución e intimidación de la inteligencia cubana en los cuarteles. Para nadie es un secreto que el G2 cubano (servicio secreto del Gobierno de Cuba) lleva muchos años construyendo un sistema férreo de control sobre los cuadros militares. De esta manera, ellos saben quién es quién, dónde viven, qué hacen sus familiares, nombre de sus hijos, etc. El miedo ha paralizado el movimiento y la dinámica natural que ha debido imponerse desde hace mucho tiempo en el sector castrense.

El segundo motivo es la carencia de argumentos o elementos tangibles que empuje a personajes claves, con poder de tropa, a darle la espalda al usurpador. Es decir, no encuentran las garantías suficientes para visualizar su futuro cercano fuera del poder y en paz. Aquí cabe el ofrecimiento de una amnistía y salida pacífica del país, seguridad personal para sus familiares, entre otros.

Por último y no menos importante, la falta de oportunidades viables para hacerlo. Tal y como señala el politólogo venezolano Laureano Márquez, la posibilidad de dar un salto hacia el bando contrario contempla necesariamente el cálculo medido de un «timing» perfecto, con las condiciones ideales y el respaldo contundente. La voluntad y las ganas, por sí solas, resultan insuficientes para que la molestia y el deseo de cambio se concrete en una recompensa inmediata y real. No basta con el querer, es indispensable el asegurar.

El 30 abril hubo un quiebre dentro de los militares. Es cierto que no fue suficiente para que el usurpador abandonara Miraflores, pero sí importante en el ineludible proceso de buscar el quiebre definitivo.

Ante una situación que resulta verdaderamente insostenible, la insistencia, la búsqueda de nuevos caminos para continuar con la grieta castrense, es tarea fundamental, es deber patrio.

Nos guste o no, y eso es algo que en el futuro habrá que trabajar para que cambie, el fusil y la bota del gendarme continúa marcando una parte importante de la agenda política en Venezuela. Son las cartas y las condiciones con las que se cuenta y, en consecuencia, con ello hay que jugar esta partida de ajedrez.