OTAN

Grietas en la alianza entre EE UU y Turquía

La Razón
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El último acto del desencuentro entre EE UU y Turquía se consumó ayer al iniciarse el envío del sistema de defensa aérea ruso S-400. Razones estratégicas, tácticas y sobre todo económicas intervienen en esta disputa que amenaza a la débil economía turca, a la solidaridad de la OTAN y a los fuertes intereses de la industria militar norteamericana.

El S-400 puede disparar hasta cuatro tipos diferentes de misiles desde unos lanzadores tipo contenedor contra todo tipo de blancos aéreos, incluidos los nuevos cazabombarderos furtivos e incluso misiles balísticos de alcance intermedio. Su alcance es de hasta 400 kilómetros en distancia y más de 90.000 pies en altura. Es pues un arma de terrible eficacia y muy versátil. Pero también es rusa... y ahí reside el problema, especialmente cuando el cliente es una nación de la OTAN que tiene una red de defensa área integrada con aviones y misiles antiaéreos que reciben información sobre los blancos que deben abatir. El permitir que técnicos rusos –que sin duda los turcos van a necesitar– accedan a un sistema diseñado básicamente para defenderse de posibles ataques rusos es una píldora difícil de tragar por la Alianza. Y además pasa que Turquía estaba adquiriendo la joya norteamericana de los cazas furtivos –los F-35– e incluida en el consorcio que los diseña, construye y vende. Con los S-400 en Turquía, el riesgo de que los rusos comprueben las capacidades y vulnerabilidades de los F-35 es muy alto. Los F-35 son la exportación armamentística norteamericana más importante y las ventas de los S-400 son también cruciales para ingresar fondos en las menguadas arcas rusas, aunque el presidente Putin emplee también estas ventas para sembrar cizaña en la OTAN o –incluso- en India.

La Administración Trump amenazó a Turquía con suspender las ventas de los F-35, expulsarla del consorcio y aplicar sanciones económicas generales si no anula la compra de los S-400. Pero el presidente Erdogan –que no está en su mejor momento político tras la debacle de Estambul y la depreciación de la lira– no parece tener mucho espacio político para maniobrar. El fuerte carácter de Erdogan y su idea del lugar de prestigio que debería ocupar Turquía en Oriente Medio hace poco probable que dé marcha atrás. Especialmente cuando la cuestión kurda es su principal amenaza y los intereses en Siria sobre este asunto están enfrentándolo con los norteamericanos.

El caso también afecta indirectamente a España, que mantiene desplegada en la base turca de Incirlick una batería de misiles antiaéreos Patriot dentro de la Operación OTAN “Active Fence” para defenderla contra unos misiles balísticos que se suponía podrían venir de la Siria de Asad. Esta operación es actualmente más un monumento político que militar para tratar de demostrar una solidaridad aliada con Turquía que se está deteriorando progresiva y aceleradamente. Personalmente creo que deberíamos retirarnos cuando acabe el actual mandato, pues estamos siendo utilizados dentro de una dinámica poco clara de confrontación entre intereses nacionales norteamericanos y rusos y siguiendo la caótica política de la Administración Trump en Siria. El polémico asunto de la venta del sistema S-400 ofrece pues a Putin otra oportunidad de introducirse un poco más dentro del crispado marco de Oriente Medio y potencialmente sembrar discordia en el seno de la OTAN, con un Trump que hace gala de defender exclusivamente los intereses económicos norteamericanos. Todo esto no nos debería coger en medio.