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Análisis

La influencia del pontificado del Papa Francisco en la paz, la seguridad y la geopolítica mundial

La gestión de la crisis de Ucrania o la relación con regímenes autoritarios han sido los puntos más controvertidos de su labor

Ucrania.- Zelenski expresa su "gratitud" al Papa por sus "deseos de paz" para Ucrania: "Estoy agradecido al Vaticano" EUROPAPRESS

Desde su entronización el 13 de marzo de 2013, Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, ha proyectado una figura que trasciende los límites estrictamente religiosos para posicionarse como un actor relevante en el escenario político y diplomático global. Su pontificado, caracterizado por un estilo pastoral y una retórica que aspiraba a la cercanía con el pueblo llano, la mayoría olvidada, ha ejercido una influencia notable, más allá de lo pastoral -no siempre sin polémica- en las dinámicas de la paz, la seguridad y la geopolítica contemporáneas.

El Papa más influyente en la geopolítica de los últimos dos siglos (por lo menos) ha sido sin duda San Juan Pablo II. Siendo esto innegable y sin dejar de hacer un análisis riguroso y desapasionado, el pontificado del papa Francisco (para algunos popular para otros populista) y su legado en materia de geopolítica, paz y seguridad trascendió con mucho al ámbito pastoral o de la Iglesia Católica. Por eso proponemos un análisis riguroso y desprovisto de idealizaciones que, reconociendo este liderazgo innovador en su forma, ha incurrido en algunas contradicciones y ambigüedades fruto, sin duda, de sus circunstancias personales.

No olvidemos que en materia de política exterior y geopolítica al Papa, al no ser dogma, no se le puede considerar infalible, aunque se sea creyente. Sobre esas bases proponemos este análisis. La diplomacia vaticana es, en mi opinión y la de muchos profesionales de la diplomacia del mundo entero, la más fina, sutil e inteligente del mundo.

La diplomacia de todos los pontificados debe navegar cuidadosamente entre fe y poder, las decisiones del Papa Francisco han estado influidas por el mundo convulso, marcado por desigualdades, conflictos armados, cambio climático y polarización ideológica, en que le tocó ejercer su pontificado. Sin embargo, no se pueden ignorar errores, tropiezos o laxitudes de su diplomacia, particularmente frente a regímenes autoritarios o su aparente equidistancia, al menos al principio del conflicto, en la guerra en Ucrania.

Un paradigma de liderazgo bajo escrutinio

El Papa Francisco asumió el timón de la Iglesia Católica en un contexto de gravísimas turbulencias globales: las secuelas de la profunda y sangrante crisis económica de 2008, la escalada de conflictos en Oriente Medio y una Iglesia tocada por escándalos internos y cuestionamientos a su relevancia universal. Frente a este panorama, optó por un estilo rupturista, despojado de formalismos, que dio prioridad a los gestos simbólicos de cercanía con los desfavorecidos y un discurso muy accesible y comprensible por todos. Esta estrategia, aunque efectiva para revitalizar la imagen de la Iglesia y proyectar un soft power de imagen, ha sido criticada como una forma de «populismo eclesiástico» que, en ocasiones, privilegiaba el impacto mediático sobre la visión estratégica.

La disposición del Papa Francisco para dialogar con líderes políticos y religiosos de lo más variado, desde el Gran Imán de Al-Azhar hasta figuras como Vladimir Putin o Xi Jinping, ha sido presentada como un modelo de diplomacia inclusiva y de Realpolitik. Sin embargo, este pragmatismo plantea interrogantes éticos (no estoy en posición para decir si lo son también religiosos e incluso teológicos): ¿puede el diálogo acrítico con regímenes autoritarios, responsables de violaciones sistemáticas de derechos humanos, interpretarse como una validación implícita de sus prácticas? Seguramente no, pero la percepción de la opinión pública mundial así lo interpretó. La ausencia de una condena clara y sostenida a estas estructuras de poder sugiere, para algunos analistas, una diplomacia más preocupada por mantener canales abiertos que por defender principios irrenunciables.

La paz como objetivo, la equidistancia como grave lastre

La promoción de la paz fue un eje central del pontificado del Papa Francisco. Su encíclica Fratelli Tutti (2020), inspirada en el encuentro con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb (el ecumenismo no era una novedad radical en la diplomacia religiosa vaticana, la practicó con inmenso éxito San Juan Pablo II), aboga por una fraternidad universal que supere divisiones nacionales y económicas, proponiendo un multilateralismo renovado para abordar conflictos y desigualdades.Este documento, aunque elocuente, y digno de gran elogio, permanece, sin embargo, en el plano teórico, y su traducción a resultados concretos ha sido muy limitada.

Uno de los hitos diplomáticos frecuentemente citados es la mediación de la Santa Sede en el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba en 2014, todo hay que decirlo, sin que el régimen cubano hiciese la más mínima concesión a la apertura del régimen, a los presos políticos o siquiera iniciar tímidas reformas. Sin embargo, el deshielo entre la Cuba comunista y los EE UU son ejemplo de la capacidad del Papa Francisco para facilitar diálogos en disputas complejas y muchas veces enconadas.

Este éxito contrasta, no obstante, con la gestión de conflictos más recientes, donde su enfoque provocó serias críticas. La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, iniciada en 2022, expone los límites de su diplomacia. Sus condenas genéricas al conflicto, sin señalar explícitamente a Rusia como agresor, proyectaron una equidistancia moral que desconcertó a las víctimas y contrastaba con la contundencia de San Juan Pablo II frente a regímenes opresivos. Su insistencia en dialogar con todas las partes, incluido el Kremlin, mientras se documentan crímenes de guerra y se confirmaban anexiones ilegales, fue tachada de ser seriamente desequilibrada hacia el agresor, como le ocurriera también al secretario general de la ONU.

La seguridad global: Una visión amplia con inconsistencias

El Papa Francisco reinterpretó el concepto de seguridad centrándose en las que él consideraba las causas estructurales de la inestabilidad: pobreza, cambio climático y exclusión social. Su encíclica Laudato Si’ (2015) establece un vínculo entre la crisis ecológica y la inseguridad global, argumentando que el cambio climático agrava conflictos por recursos y desplazamientos forzados.

En el ámbito migratorio, Francisco defendió un enfoque humanitario, poniendo el acento en el drama de refugiados e inmigrantes en lugares como Lampedusa o la frontera México-Estados Unidos entre otros muchos. Sin embargo, sus exhortaciones a la solidaridad, aunque moralmente fundadas, han encontrado resistencia en contextos donde las políticas migratorias son fuente de profunda división social y política. Esto no hizo más que poner de manifiesto los límites de trasladar principios éticos a soluciones prácticas.

Pese a la amplitud de esta visión, su enfoque pecó de una cierta simplificación al abordar amenazas directas a la seguridad global. La agresión rusa en Ucrania, por ejemplo, requería una condena inequívoca que el Papa Francisco evitó al principio del conflicto, lo que en opinión de no pocos observadores de prestigio y muy moderados y considerados incluso admiradores del Papa, erosionó, siquiera parcialmente, su discurso pacifista.

El difícil equilibrio entre la moralidad y la Realpolitik

La Santa Sede, bajo Francisco, siendo un Estado soberano, operaba como un actor no-estatal con una plataforma moral única, libre de intereses económicos o estratégicos. Este complicado equilibrio le permitía mediar en crisis y abogar por causas universales, pero también les exponía a contradicciones cuando su pragmatismo chocaba con la irredenta brutalidad de algunos regímenes totalitarios.

Más controvertida es la relación con China. El acuerdo de 2018 sobre el nombramiento de obispos, renovado en años posteriores, buscaba normalizar la presencia de la Iglesia en un país donde los católicos enfrentan enormes restricciones y en no pocas ocasiones, a la represión.

El diálogo interreligioso, uno de cuyos máximos exponentes fue el documento sobre la «Fraternidad Humana» firmado con la Universidad Al-Azhar, el referente en ortodoxia islámica suní, es un logro muy importante para contrarrestar el mensaje islamista radical y yihadista de violencia, opresión, asesinato y terror.

Retos y un pontificado cuestionado por algunos sectores

El pontificado de Francisco, aunque revitalizó la imagen de la Iglesia, enfrenta críticas por lo que algunos sectores consideraban una cierta forma de populismo pastoral. Su estilo, centrado en gestos simbólicos y un discurso accesible, ha sido acusado de simplificar problemas complejos, sacrificando profundidad por la resonancia mediática.

Algunos sectores de la opinión pública mundial consideraron que su papado adoleció de una cierta laxitud con regímenes autoritarios. La gestión del conflicto en Ucrania fue otro de los puntos más controvertidos. La percepción de tibieza frente a violaciones de derechos humanos en China, Rusia o Venezuela, y la equidistancia en Ucrania, dieron la impresión de una diplomacia que, en su afán de universalidad, se arriesgó diluir su autoridad moral.

Esta tensión entre diálogo y denuncia de la opresión de ciertos regímenes, quizás haya sido uno de los elementos definitorios del legado del papa Francisco: un pontificado que buscó tender puentes, pero que, al hacerlo, corrió el riesgo de ser percibido como laxo ante la opresión de algunos regímenes con los que se prefirió no entrar en controversia directa y abierta.

Conclusión

Es muy pronto para hacer un balance en materia geopolítica y asuntos globales del pontificado del Papa Francisco ya que esta materia, al no consistir dogma, está abierta a debate. Muchos de los puentes y canales abiertos y mediaciones solo darán o darían frutos a medio plazo. Es por ello de justicia, esperar a que algunas de esas complicadas semillas plantadas por el fallecido Papa florezcan y fructifiquen.

De lo que no puede caber la más mínima duda es que el Papa Francisco hizo de la Santa Sede y de la Iglesia Universal un muy relevante actor global. No se puede comparar con el gigante entre gigantes que fue San Juan Pablo II, pero algunos de sus gestos han empezado a tener efectos tangibles, el reverdecer de la iglesia en países occidentales donde había languidecido.

La vuelta a las iglesias de creyentes bautizados y las conversiones al catolicismo, sin ser masivas, alcanzan números nada desdeñables en algunos países como Francia. Para los no creyentes la historia tendrá la última palabra sobre este intenso y no siempre comprendido pontificado. Para los creyentes será la larga perspectiva histórica en la que siempre se ha movido la Iglesia y el juicio definitivo será del Todopoderoso.