República Democrática del Congo

Invasión ugandesa del Congo: Tiroteos, caos y silencio

Ningún organismo internacional, ni siquiera el propio gobierno congoleño, han querido tratar las acciones del ejército ugandés en el este del país

AMP2.- Uganda.- Al menos 37 muertos y ocho heridos en un ataque de las ADF a una escuela en el oeste de Uganda
Militares ugandeses.Europa Press

Uganda invadió República Democrática del Congo el pasado 1 de marzo. No fue una noticia llamativa, ni encontró su hueco en los telediarios, que chillaban demasiado ocupados sobre lo que hizo Trump cuatro días antes. En el caos que figura en el este congoleño, la acción de los ugandeses se leyó como un apéndice que pasaría de puntillas por los libros de Historia que nadie escribirá. No hubo reuniones de urgencia en las sedes de los organismos internacionales ni votaron en Naciones Unidas una resolución que condenase lo sucedido, porque lo que ocurre en RDC aplica leyes distintas a las del resto del globo, como si los congoleños vivieran en un mundo paralelo e inaccesible por lo natural.

El propio gobierno congoleño tampoco levantó la voz de alarma porque un ejército extranjero ha invadido una parte de su territorio. En esencia, el ejército ugandés ha cruzado la frontera con el objetivo de enfrentarse a la milicia de mayoría étnica lendu, conocida como CODECO, después de que sus actos atroces (quemar vivos a bebés, matar a civiles a machetazos, atacar campos de desplazados para ejecutar masacres) llegaran a un límite insostenible ante la incapacidad del ejército congoleño de poner fin a la barbarie. Y son tantos los grupos armados que operan en el este del Congo, incluyendo el archiconocido M23, que las fuerzas de seguridad no tienen, sencillamente, la capacidad de hacer frente a tantos disparos y tantos machetes que se clavan en la carne de los inocentes.

El jefe del ejército ugandés e hijo del actual presidente de Uganda, Muhoozi Kainerugaba, llevaba semanas anunciando que sus fuerzas entrarían en el Congo para poner fin a la amenaza de la CODECO. Anunció también la invasión, un día antes de que ocurriera, con total impunidad. Esta semana fueron especialmente violentos los enfrentamientos en Fataki, que llevó a la llegada de nuevos refuerzos procedentes de Uganda; un número indeterminado de civiles incluso escogió dormir a las puertas de una base de la misión de Naciones Unidas en RDC (MONUSCO), mientras que las actividades humanitarias se han suspendido temporalmente por la creciente inseguridad. Sin embargo, la presencia de los ugandeses en la provincia de Ituri no ha traído tantos combates contra la milicia como cabría suponer. Por lo general, su control del territorio se ha realizado de manera pacífica y con un número reducido de incidentes.

A saber: el ejército de Uganda invadió el 1 de marzo zonas de la provincia de Ituri y Kivu Norte, en República Democrática del Congo. Ha tomado posiciones desde entonces sin recibir una respuesta por parte del ejército congoleño, mientras que no fue hasta esta semana que los enfrentamientos contra la CODECO adquirieron un matiz sangriento. Nadie dice nada. Nadie opina. El propio gobierno congoleño guarda un silencio sepulcral, como si la presencia de los tanques ugandeses en su lado de la frontera fuera algo que ocurre en otro país. Todo es estrafalario y caótico, anárquico. Lo habitual en casos similares (SAMIDRC, MONUSCO, EACRF) es que se sucedan reuniones entre los gobiernos implicados donde se decidan los límites de una misión de intervención extranjera y la duración que tendrá, que se le ponga a dicha misión un nombre vistoso que pueda resumirse con siglas, que exista un orden al que acudir en los instantes donde asaltan las dudas. No es normal que el ejército de un país invada a otro con la aparente complicidad del receptor, que se pongan a pegar tiros a diestro y siniestro obligando al desplazamiento de civiles y que el mundo haga como si no estuviera ocurriendo.

No existe una rendición de cuentas en el caso actual, ni manera de prevenir la catástrofe humanitaria que termina llevando a miles de civiles a dormir al raso en la puerta de una base de los cascos azules, aterrados por lo que vendrá, envueltos por la inseguridad que les afecta. No se puede saber lo que ocurrirá mañana, tampoco la semana que viene. Incluso las próximas horas aparecen en el horizonte con los colores de la incógnita. Todo es impredecible y peligroso.

Lo resume con precisión Julián Gómez-Cambronero, autor del libro ¿A quién le importa el Congo?: “Lo que está ocurriendo en la provincia de Ituri debe ser el sueño del mal periodista, porque casi cualquier alternativa entra ahora mismo en el terreno de lo posible dentro de lo indudable: que Uganda está ocupando territorio congoleño. ¿Lo está permitiendo el Ejército congoleño a cambio de que el M23 no avance sobre la provincia? ¿Hay un acuerdo de Uganda, Ruanda y el M23 de reparto de territorio? ¿Está cediendo el gobierno congoleño territorio y minas temporalmente para que Uganda "limpie" el terreno de grupos armados? ¿Es un movimiento ugandés de fuerza ante las conquistas ruandesas en los Kivus? Y así casi hasta el infinito”.

La mención que hace Gómez-Cambronero al M23 debe considerarse en este punto. Porque la zona de influencia del grupo rebelde que saltó a la fama tras conquistar este mes de enero la ciudad de Goma (por segunda vez en trece años) termina, precisamente, donde empiezan las operaciones ugandesas en la provincia de Kivu Norte, inmediatamente al sur de la provincia de Ituri. Se conoce además que tendrá lugar una reunión entre altos cargos militares ugandeses y ruandeses entre el 20 y el 22 de marzo, en donde “evaluarán la actual situación de seguridad y tratarán los retos que impactan la seguridad fronteriza con el fin de garantizar la seguridad”. Teniendo en cuenta que los ruandeses apoyan al M23 en sus acciones en suelo congoleño, mientras que los ugandeses también han invadido una parte del territorio, esta reunión de apariencia rutinaria puede llamar la atención.

Sospechas. Combates esporádicos. Silencios. Caos. Como señalaba el periodista Ryszard Kapuściński al escribir sobre la guerra civil angoleña en la década de 1970: “Confusão es la palabra clave, una palabra que lo sintetiza todo […]. Simplificando mucho, confusão quiere decir desorden, desbarajuste, estado de caos y anarquía. Se trata de una situación creada por las personas pero que, sin embargo, acaba por escaparse al control de esas personas, las cuales, finalmente, se convierten en sus víctimas […]. Todo el que haya comprendido el sentido de esta palabra ya lo sabe todo”. Parece inaudito que lo que escribió un polaco sobre Angola en 1975 pueda escribirlo un español sobre República Democrática del Congo cincuenta años después. Pero así funciona el mundo en que vivimos.