
África
Los rebeldes del Congo toman Goma y desatan una crisis humanitaria
La insurgencia del grupo rebelde M23 ha desplazado a cientos de miles de personas de sus hogares

El mundo giró la cabeza hace una semana, cuando se conoció que la localidad de Goma, en República Democrática del Congo, había sido conquistada por el grupo rebelde de nombre M23. Los combates por la ciudad comenzaron en la tarde del viernes anterior, enfrentando por un lado al M23 y a sus aliados ruandeses, y por el otro al ejército congoleño, milicianos wazalendo, mercenarios rumanos y una coalición internacional formada por los cascos azules de Naciones Unidas y una fuerza de paz enviada por la Comunidad de Desarrollo de África Austral. Pese a la aparente hegemonía del bando congoleño, la victoria se decantó finalmente del lado del M23.
Los acontecimientos en curso tienen un amargo regusto a repetición. El M23 ya tomó brevemente la ciudad de Goma a finales de 2012, y LA RAZÓN ha contactado con Julián Gómez-Cambronero, autor del libro «¿A quién le importa el Congo?», para preguntar qué diferencias rescata entre la conquista de Goma en 2012 y 2025. Su respuesta es contundente al señalar, en primer lugar «la respuesta internacional. Mientras que en 2012 Ruanda recibió la advertencia de países donantes de ayuda al desarrollo […] en esta ocasión, salvo por la excepción de Alemania, solo se observan condenas verbales sin mayores consecuencias».
Añade en su análisis que «según estamos viendo en el avance del M-23 hacia Bukavu, la toma de Goma sólo parece un episodio de una ofensiva mucho mayor».
No le falta razón. Tras la victoria en Goma, el M23 inició casi de inmediato un nuevo camino en dirección a la capital de Kivu Sur, imparable, sin encontrarse apenas oposición por el camino, de manera que el jueves por la tarde ya se encontraban a apenas 80 kilómetros de la ciudad. Los hechos parecen indicar que los combates por el control de Bukavu, conocida por ser la puerta principal del coltán congoleño, comenzarán próximamente.
Las palabras pronunciadas este jueves por Corneille Nangaa, uno de los líderes políticos del M23, podrían bastar para considerar el temor palpitante de que ocurra una escalada aún mayor en el conflicto: «Le animo [a Tshisekedi] a seguir combatiendo, pero vamos a seguir luchando contra él hasta que lleguemos a Kinshasa». Nangaa no llegó a explicar cómo llegarían los rebeldes a una ciudad ubicada a más de 1.500 kilómetros de su posición actual, aunque cabría a recordar en este contexto los sucesos que tuvieron lugar durante la primera guerra del Congo (1996-1997). Entonces, una coalición de fuerzas opuestas al presidente Mobutu avanzaron desde el este del país en dirección a la capital, conquistándola tras apenas seis meses desde el inicio de la ofensiva.
El actual presidente congoleño, Félix Tshisekedi, dijo el miércoles en un mensaje a la nación que «se está llevando a cabo una respuesta coordinada y enérgica contra estos terroristas y sus patrocinadores», a la vez que hizo un llamamiento a la juventud del país para que se alisten en las filas del ejército regular y hacer frente así a la amenaza que se extiende por las provincias orientales. En las redes sociales, muchos congoleños piden a su presidente la contundente respuesta que promete, pero recuperar Goma ya no es suficiente para los más locuaces: exigen marchar hacia Kigali, la capital ruandesa.
La amenaza de un ataque en suelo ruandés, aunque relativa (es difícil que el ejército congoleño pueda hacer frente a las tropas ruandesas cuando no pudo resistir el embiste de un grupo rebelde), llevó a que el presidente de Ruanda, Paul Kagame, declarase este jueves la movilización de todas las tropas para que sean posicionadas junto a la frontera congoleña, pero también en Kigali. Kagame mantuvo además esta semana dos conversaciones telefónicas con Cyril Ramaphosa, presidente de Suráfrica, cuyos resultados no fueron esperanzadores.
Ramaphosa calificó en su cuenta de X al ejército ruandés como «una milicia» y aseguró que las tropas surafricanas que se encuentran en territorio congoleño «estarán bien equipadas y con el apoyo adecuado durante esta misión crítica». En respuesta a la publicación del surafricano, Kagame escribió en su propia cuenta que la fuerza de pacificación de la Comunidad de Desarrollo de África Austral, en la que participa Suráfrica, «no tiene lugar en esta situación» y les acusó de «colaborar con el gobierno congoleño para luchar contra su propio pueblo, trabajando junto a grupos armados genocidas como el FDLR».
Las tensiones son fuertes. Ya han muerto trece soldados sudafricanos que combatían en las filas de Naciones Unidas y de la misión de la Comunidad de Desarrollo África Austral. Entre las bajas internacionales también se encuentran efectivos de Malaui y de Tanzania.
Gómez-Cambronero indica que, a la hora de valorar un conflicto a mayor escala, «el límite creo que lo marcará la ambición de Kagame. Los países vecinos, enemigos abiertos o no de Ruanda, no pueden consentir una Ruanda envalentonada y, sobre todo poseedora de nuevos territorios extremadamente ricos». Se ignora todavía si el conflicto escalará, pese a que las evidencias apuntan a ello. Pero una cosa es clara: dicha escalada supondría una grave crisis capaz de involucrar a un elevado número de naciones africanas… en lo que se conocería como la tercera guerra del Congo.
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