Política

El Futuro de Venezuela

La generación Guaidó: jóvenes esperanzados con volver a Venezuela

Son jóvenes, sumamente preparados, que tuvieron que abandonar Venezuela cuando la situación se volvió insostenible. El aterrizaje de Guaidó, de 35 años, en la primera línea les ha llenado de ilusión y devuelto la esperanza.

Antonio Mejías, Carla Calvo, Víctor Urbina y Claudia Calosso
Antonio Mejías, Carla Calvo, Víctor Urbina y Claudia Calossolarazon

Son jóvenes, sumamente preparados, que tuvieron que abandonar Venezuela cuando la situación se volvió insostenible. El aterrizaje de Guaidó, de 35 años, en la primera línea les ha llenado de ilusión y devuelto la esperanza.

En ningún lugar fuera de las fronteras de Venezuela se vivió la proclamación de Juan Guaidó con la intensidad y la esperanza que en Madrid, hogar de toda una generación de jóvenes venezolanos de una edad similar a la del nuevo presidente que se han visto obligados a abandonar su patria huyendo de la represión. Para todos ellos, el joven líder opositor representa una imagen de esperanza a la que agarrarse y con la que soñar; soñar con volver al lugar que los vio nacer para reconstruir una nueva sociedad sobre las cenizas del chavismo. LA RAZÓN ha hilvanado los testimonios de cuatro venezolanos pertenecientes a esta «generación Guaidó».

Antonio Mejías tiene 36 años, sólo uno más que Guaidó y llegó a Madrid en 2014 para estudiar un máster. «En principio se trataba de sólo nueve meses pero en Venezuela empezaba Maduro y la situación se deterioró rápidamente», explica tras señalar que él no ha vivido la escasez. «Ahora no hay ninguna medicina. Mi familia me lo comentaba y pensaba en la opción de quedarme. Si volvía no podría volver a salir. Solo tenía visa de estudiante».

Su rostro se ilumina con una sonrisa con solo escuchar hablar de todo lo que ocurre en Caracas. «Es una grandísima ilusión que te cuesta creer porque ya hemos pasado muchas momentos como éste, pero el chavismo sigue. Ahora está todo más encaminado. Él es nuestro presidente interino legalmente. Y la comunidad internacional ha reaccionado». Antonio reconoce que en Venezuela sólo conocía a una persona chavista de convicción, una señora a la que Chávez logró que operasen a su hija del corazón. ¿Y cuando caiga Maduro? «Lo celebraremos por todo lo alto aquí en Madrid con toda la comunidad en la Puerta del Sol. Y lloraré por teléfono con mi familia».

Carla Natali Calvo Osorio, de 33 años y nacida en Caracas, tenía tan solo 13 cuando, en 1998, su madre tomó la decisión de dejar Venezuela tras la muerte de su padre, un exiliado español tras el franquismo. «Mi padre le dijo a mi madre: si Chávez llega al poder y yo no estuviera aquí, véndelo todo y márchate con la niña a España». La joven recuerda cómo se enfadó entonces. ¿Por qué dejar su tierra, sus amigos, su escuela...? Ahora, sin embargo, lo agradece. «Mi padre fue un visionario», afirma pensativa, reflexionando sobre lo diferente que podría haber sido su vida. Ella, que no ha vuelto a Venezuela, admite que le encantaría poder visitar su tierra natal. «Me gustaría que mis hijos vieran el lugar donde me críe, pero no así. Veo las noticias y me digo: ''Esa no es la ciudad que yo conocí''». Carla reivindica que no se trata de una discusión en la que existan dos posiciones lícitas, sino que una está en clara desventaja. «Unos matan gente. Los otros no. No es una postura que se pueda sustentar, es una dictadura no una discusión».

Claudia Alessandra Calosso Bruschi, psicóloga de 30 años y también caraqueña, llegó a España hace dos años. La situación era insostenible y desesperada. Sin embargo, la mayoría de su familia se quedó allí. «Ellos por suerte, pueden comprar perfectamente un billete para marcharse de Venezuela, pero no quieren, no pueden abandonar su tierra». Claudia, quien relata la dureza de vivir la situación desde tan lejos, narra lo mal que vive su familia allí, «todo por culpa del régimen». «Sufren por la comida y sus precios, por la violencia en las calles, salen a manifestarse y yo les apoyo, pero cuando consigo dormirme aquí, si el móvil suena... No puedo evitar pensar lo peor. Secuestrados, detenidos, muertos... Es horrible».

La conversación da un vuelco de 180 grados cuando comienza a hablar de Juan Guaidó, su cara se ilumina y se llena de esperanza pues en su opinión, él es la mejor de las opciones para liderar esta transición, depurar el CNE y organizar unas nuevas elecciones limpias que devuelvan la democracia a Venezuela. «Conozco a Juan, como yo, era parte del movimiento estudiantil. Es un hombre humilde, trabajador y su pasión y vocación de servicio público son arrolladoras». La joven reconoce tener miedo (al igual que la camarera de la cafetería, también venezolana, que interrumpe la conversación para dar su opinión) por si esta fuera la última oportunidad para el país. «No sé por qué, pero esta vez tiene algo especial. Me gustaría transmitir la mayor esperanza posible a todo el mundo. Esto tiene que acabar», dice esperanzada por acariciar su sueño de poder volver «a casa» algún día.

El último en llegar a Madrid ha sido Víctor Urbina Lobato, de 36 años, hace tan solo un año. Es de la «Generación de 2007», la misma a la que pertenece Guaidó. «Llevo luchando desde la Universidad Central de Venezuela en un Movimiento de estudiantes que se despierta después de tantos golpes de Chávez y con la gota que derramó el vaso: cuando quitaron la licencia a Radio Caracas Televisión. Tras la graduación, hasta 2009 participé activamente y me sumé al partido Voluntad Popular de Leopoldo López, por lo que fui víctima de persecuciones», cuenta Víctor, que es del estado de Aragua pero salió elegido en Caracas. El joven compartió actividades con Guaidó, quien estaba centrado en el estado costero de Vargas. «Él luchaba tras las cámaras y era poco mediático y ¡mira cómo han salido las cosas!», reconoce sonriente, para quien Guaidó «era incansable y muy constante». Hoy Guaidó significa una «enorme felicidad. Es renacer. Es despertar y volver a creer que sí podemos recuperar la libertad. Ahora es el momento realmente». Y es que para él, el timón que ha asumido Guaidó «es un orgullo».

Víctor reconoce que él pudo surfear la crisis en Venezuela, "yo quería seguir emprendiendo, pero últimamente ya estabas jugándote la vida". De hecho, Víctor da ejemplos de su vida allí. "Yo era una persona muy activa socialmente. Fui perseguido e interceptado por vehículos cuando llegaba a mi casa. Salieron del coche con pistolas y conseguí escapar sin que me secuestraran conduciendo en sentido contrario. Eso fue lo que me convenció de que tenía que salir de Venezuela".

Eso sí, Víctor reconoce que quiere ser parte de la reconstrucción del país con su empresa de formación. Y es que "somos una generación muy formada que estamos trabajando de camareros siendo odontólogos".