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«La gente estaba totalmente aterrorizada»

Testigos del tiroteo cuentan a LA RAZÓN su pesadilla: «Ha cundido el pánico, nos refugiamos en la parte de atrás de un hotel»

Fuerzas policiales escoltan a varias de las personas que se encontraban dentro del atacado centro comercial Olympia, ayer tras el tiroteo en Munich.
Fuerzas policiales escoltan a varias de las personas que se encontraban dentro del atacado centro comercial Olympia, ayer tras el tiroteo en Munich.larazon

Testigos del tiroteo cuentan a LA RAZÓN su pesadilla: «Ha cundido el pánico, nos refugiamos en la parte de atrás de un hotel»

«Cuando entró alguien corriendo, todos nos fuimos desplazando a la parte de atrás, porque no sabes si es que vienen a atacarte, o es más gente». Así contaba a LA RAZÓN ayer Mar Ripoll cómo vivió los ataques de Múnich, que se produjeron durante la tarde de ayer. «Acabábamos de llegar al hotel y en la televisión de la recepción vemos que se está desarrollando un atentado en un centro comercial. A los diez minutos, la chica de la recepción ya estaba bastante nerviosa. Nos decía «no salgáis, no salgáis». Nosotros salimos de todas maneras. El hotel que nos hemos cogido está en Karlsplatz, en pleno centro de la ciudad. Íbamos andando y, entonces, se ha producido un segundo ataque, que ha tenido lugar justo en la plaza donde estábamos. La gente ha empezado a gritar y a correr», asegura.

Ripoll se refugió en un hotel pegado a la plaza donde sucedió el tiroteo. «Nos hemos quedado aquí encerrados, en la parte de atrás. Ha empezado a llegar la Policía... Ha empezado a cundir el pánico: la gente estaba llorando, gritando...». Mientras hablaba con este medio, repartía agua en la parte trasera del tren. Entre los refugiados en el mismo, había otra española: «Había una niña que ha entrando corriendo y gritando, la pobre, porque se había perdido de su grupo. Ella estaba más cerca de la plaza, la policía le dijo que se tumbara en el suelo, en ese momento perdió a la otra amiga, que luego apareció en Marienplatz, porque estaban perdidas las dos». Un empleado del Mac Donald’s dijo a Reuters por teléfono: «Se han realizado muchos disparos, no puedo decir cuántos, pero he oído un montón», aseguró, y declinó ser identificado. «Todas las personas que estaban fuera del establecimiento vinieron a la tienda y yo sólo vi en el suelo de la tienda que resultó herida tan gravemente que definitivamente no sobrevivió», continuó. «No tenemos más información, sólo permanecemos en la parte posterior de las salas de almacenamiento». A Miriam Pérez, que lleva casi dos años en Alemania y desde septiembre en Múnich, los ataques la «pillaron» en el transporte público: «Había quedado con una amiga para ir al centro a cenar y ha habido un momento en el que el tren ha empezado a ejecutar un montón de sonidos, de llamadas de policías a los que sólo se les veían los ojos, con metralletas y todo». Hablando con LA RAZÓN, esta española, que compagina sus estudios con el trabajo de au pair, ha puesto el foco sobre la confusión inicial que sufrió: «Yo ya no sabía qué hacer, estaba yo sola, no había casi nadie andando por ahí, he subido arriba y en seguida los policías me han dicho que no podía moverme de esta zona», a lo que ha añadido, «me he metido en el primer restaurante que he visto por aquí, ‘La Hosteria’ se llama, y en seguida nos han recibido con agua y todo muy bien».

Otros jóvenes españoles también sufrireron el tiroteo. «La gente estaba totalmente aterrorizada, no podía volver a casa: habían cortado buses y el metro», informaba una chica a Antena 3. Las cabinas de teléfono estaban colapsadas. «Llamé a mi padre y me dijo que me fuera lo más rápido a casa, pero hubo gente que no pudo contactar», contó otro chico. Nadie podía imaginarse que pudiera suceder algo así en Múnich. «No estamos preparados para esto, no sabemos cómo reaccionar», valoró una mujer con la voz temblorosa. Al advertir la Policía de que no se utilizase el transporte público, algunas personas se quedaron «encerradas» en la estación, como es el caso de algunos invitados de una española. «Acaban de llegar a la estación, y no se pueden mover de ahí», se lamentaba. Otros tuvieron que permanecer escondidos durante horas en locales y comercios por seguridad.