París
La Ley avala la expulsión de Leonarda
En lugar de sellar la crisis, François Hollande ha avivado la indignación. Hace cinco días que Francia vive al ritmo del caso Leonarda, una gitana kosovar expulsada la pasada semana junto a su familia. Convertida por la izquierda más radical del país en el emblema de su defensa por los «sin papeles», la deportación de la menor, y sus circunstancias, han causado agitación en parte de la sociedad francesa, pero sobre todo, en las huestes del Partido Socialista y de sus correligionarios más izquierdistas, esencialmente hostiles a Manuel Valls, el popular ministro del Interior.
Cinco días en los que el presidente francés no ha salido de su mutismo. Pero el hermetismo presidencial no podía durar más. La creciente presión de los estudiantes en la calle y la incomprensión de tal silencio por la clase política, han obligado al mandatario galo a tomar una decisión y, por tanto, a jugar el papel que peor sabe interpretar. Por eso, lejos de zanjar la cuestión, François Hollande volvió a despacharse ayer con un nuevo número de equilibrismo. Leonarda podrá volver, «si así lo pide y quiere continuar su escolaridad en Francia. Será acogida, pero ella sola», dijo en una breve intervención desde el Elíseo, en respuesta a la «legítima emoción» suscitada entre los jóvenes, y en un intento desesperado por apagar el incendio que ha originado el caso de la alumna kosovar. Con los resultados de la investigación administrativa en la mano, el presidente carecía de argumentos para desaprobar la gestión de Manuel Valls y confirmó lo que ya se sabía: que la expulsión de la familia Dibrani es legalmente intachable y se ajusta a la normativa vigente. En situación ilegal desde su llegada a Francia en 2009, habían agotado todos los recursos posibles. La Justicia les había denegado el asilo al no reunir los requisitos y sospechar ciertas anomalías en los papeles presentados, que han acabado confirmándose. El padre ha reconocido haber mentido sobre los orígenes kosovares de la familia y aportado documentación falsa. En cuanto a las condiciones de la detención de Leonarda, el informe señala que hubo «falta de discernimiento» al permitirse que la Policía actuara durante una actividad escolar. Una torpeza en la ejecución, que no un error en el procedimiento de expulsión, que Hollande quiere reparar para que no se reproduzca. Así, el presidente anunció que se darán nuevas instrucciones a los prefectos para «prohibir el arresto de un niño dentro del marco escolar, incluido el autobús y los centros de ocio». «La escuela ha de estar preservada», aseveró el dirigente galo. Pero las acrobacias de Hollande y su discurso sobre los valores de Francia, «que implican actuar al mismo tiempo con firmeza y humanidad», no han convencido a nadie. Ni siquiera en su propio partido, de los primeros ayer en alzar el tono.
«Pedimos que todos los hermanos de Leonarda puedan venir y acabar sus estudios en Francia acompañados de su madre», reclamó Harlem Désir, primer secretario del Partido Socialista, perplejo como el resto de la clase política ante la proposición elísea de acoger a la menor pero separándola de los suyos. «Hacerle elegir entre vivir en familia o regresar sola a Francia es de una crueldad abyecta», se indignaba una responsable del Partido de Izquierda (Parti de Gauche).
Leonarda: «Falta de piedad»
Para la joven, que no se plantea «por nada del mundo» volver sin su familia, «Hollande no ha hecho bien su trabajo» y le acusó de «falta de piedad» ante la decena de medios franceses desplazados a Mitrovica (Kosovo) desde donde siguió en directo las palabras del presidente. «Estoy bien aquí con los míos y un día u otro regresaré a Francia; y entonces seré yo quien va a hacer la ley», replicó enfurecida. La idea de la familia es retornar a suelo galo «legal o ilegalmente», confirmó desafiante el padre, que no quiere que sus hijos vivan en Kosovo. La postura de François Hollande ha causado la misma perplejidad en el centro y la derecha francesa, donde además de criticar la proverbial tibieza del presidente socialista, denunciaron su «incapacidad» para tomar decisiones. Una indecisión «caricaturesca», según el ex primer ministro conservador, François Fillon, para quien Hollande, siempre en busca del consenso, peca de «ambigüedad frente a la inmigración irregular» y de «cobardía respecto a una adolescente, condenada a elegir entre su familia o Francia».
El caso de Leonarda no sólo ha puesto rostro a las expulsiones anónimas de irregulares, también ha servido para evidenciar la profunda fractura de la izquierda en cuanto a la política migratoria. Y el virulento debate que se ha abierto, parece lejos de cerrarse con la intervención presidencial. En el actual clima de incertidumbre y desencanto entre los franceses, agobiados económicamente, el laxismo de los socialistas en materia de inmigración no hace sino dar alas al Frente Nacional de Le Pen.
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