Reino Unido
El metro de Londres se hunde en la violencia y el abandono: pasajeros desprotegidos ante ataques y acoso
El metro de Londres se ha convertido en un espacio inseguro donde la violencia, el acoso y el vandalismo se normalizan, mientras las autoridades trasladan la responsabilidad de la seguridad a los propios pasajeros
El metro de Londres enfrenta una escalada de violencia que preocupa a ciudadanos y expertos. Robos, acoso, agresiones físicas y sexuales se han vuelto habituales, mientras las autoridades parecen incapaces de garantizar la seguridad de los pasajeros. Tom Harwood, periodista de GB News, denuncia la inacción de Transport for London (TfL) y cuestiona la gestión de la alcaldía de Sadiq Khan ante esta situación.
Según el periodista, los incidentes delictivos en el metro se han normalizado y los viajeros deben enfrentarse por sí mismos a situaciones de riesgo. Campañas como "See it. Say it. Sorted", destinadas a incentivar la denuncia de comportamientos inusuales, se perciben más como un gesto de comunicación que como una solución real.
Los pasajeros experimentan miedo y desconfianza. Muchos evitan ciertas líneas o estaciones, limitando su movilidad y afectando su vida cotidiana. Harwood asegura que la sensación de inseguridad es generalizada y que la policía no actúa con la rapidez necesaria para proteger a los usuarios.
Casos que reflejan la gravedad de la situación
Harwood documenta incidentes concretos que ilustran la violencia en la red metropolitana. Entre ellos destaca el asesinato de Samuel Winter, ingeniero de 28 años, golpeado mortalmente en las escaleras de Southwark. Además, episodios de acoso sexual, exhibicionismo y agresiones físicas muestran cómo los pasajeros se enfrentan a un riesgo constante.
El periodista comparte también experiencias personales de agresión, señalando que la desconfianza hacia la policía y la percepción de que denunciar es inútil han llevado a los ciudadanos a asumir la justicia por su cuenta, exponiéndose a peligros adicionales.
TfL ha implementado la campaña «See it. Say it. Sorted», que anima a los pasajeros a informar sobre comportamientos inusuales mediante el número 61016. Sin embargo, Harwood critica que esta estrategia transfiere la responsabilidad de la seguridad a los propios viajeros, exponiéndolos a riesgos físicos y legales.
El periodista también documenta cómo ciudadanos deben intervenir directamente en episodios de acoso o exhibicionismo, como ocurrió cuando varios pasajeros expulsaron a un individuo que se había bajado los pantalones frente a niños. Este tipo de acciones se ha vuelto necesario debido a la ausencia de una intervención institucional efectiva.
Un sistema en crisis
La normalización de la violencia ha convertido el metro en un espacio donde la libertad de movimiento se ve limitada, especialmente para mujeres y grupos vulnerables. La falta de personal y de vigilancia efectiva aumenta la percepción de inseguridad y erosiona la confianza de la ciudadanía.
Harwood propone aumentar la presencia policial, reforzar el personal en estaciones y garantizar que las autoridades asuman su responsabilidad. La seguridad en el transporte público, insiste, no puede depender de la buena voluntad de los pasajeros; debe ser un derecho garantizado.
El análisis de Tom Harwood revela un sistema que ha abandonado su función principal: proteger a los usuarios. La red de metro de Londres, lejos de ser un medio seguro, se ha transformado en un escenario donde la violencia y el vandalismo amenazan a diario a quienes dependen de ella.