EE UU
Miedo a una nube tóxica en Ohio: ¨Olemos el agua y revisamos nuestro cuerpo por si tenemos algún sarpullido¨
Los vecinos de East Palestine critican el abandono oficial dos semanas después de que descarrilara un tren con cloruro de vinilo
Karl Martin va camino de su casa con un medidor de contaminación de aire en su mano. Nos confiesa que lo ha robado en una de las calles de East Palestine. "Son los que ha puesto la EPA (Agencia de Protección de medioambiente) en varios puntos del pueblo para detectar los niveles de toxicidad¨. Karl no se siente orgulloso de lo que acaba de hacer, pero la frustración y el miedo le han podido. ¨Han pasado dos semanas desde el accidente y nadie ha venido todavía a mi casa a ver cómo de sano es el aire que respiro, así que lo mediré yo¨. Desde el pasado 3 de febrero, cuando el tren de la compañía Norfolk Southern descarriló antes de cruzar la frontera entre Ohio y Pensilvania, la mayoría de los vecinos de East Palestine (Ohio) siente la misma mezcla de miedo e impotencia que Karl.
El convoy tenía 150 vagones, y de los 50 que descarrilaron, 11 contenían sustancias tóxicas. Temiendo que los vagones explotaran y lanzaran metralla que dañara a los vecinos, se les evacuó y como era imposible recoger la sustancia esparcida por el suelo se optó la solución, en principio, menos peligrosa: quemarla. Y ahí comenzaron la pesadilla. El tren transportaba en 5 de sus vagones un compuesto llamado Cloruro de Vinilo que se utiliza como precursor del plástico y cuando arde libera Cloruro de hidrógeno y Fosgeno, este último muy tóxico. Además, su exposición está relacionada con distintos tipos de cáncer, principalmente de hígado. Se usó como arma química durante la Primera Guerra mundial.
De momento, se han inspeccionado más de 500 hogares en una localidad en la que viven cerca de 4,700 personas, y las labores de control de toxicidad y recogida de restos del accidente siguen adelante, aunque con lentitud. Igual que la información que reciben los vecinos sobre lo ocurrido, llega con cuentagotas y por eso muchos ahora muchos desconfían y temen las futuras consecuencias que este accidente pueda tener en su salud. Miran con escepticismo a las autoridades que pasan por allí estos días para enfrentarse a las preguntas de unos residentes indignados.
¨Nadie me ha dicho cómo tengo que lavar la ropa, cómo debo limpiar la casa, si es malo o bueno que entre polvo de la calle¨, nos explica Jennifer Cart. Ella y su padre viven en una granja muy cercana al lugar donde ocurrió el accidente. Jennifer reconoce que ellos están bien, igual que sus mascotas y animales, pero viven con miedo y en estado de alerta, ¨oliendo el agua, revisando nuestro cuerpo por si tenemos algún sarpullido¨. Otros vecinos, sin embargo, si han denunciado públicamente la muerte de sus animales.
Desde que los habitantes de East Palestine regresaron a sus hogares el pasado 8 de febrero tras ser evacuados durante una semana, el mensaje de la EPA ha sido el mismo: ¨las muestras de calidad del aire en la zona de restos y en los barrios residenciales cercanos no han mostrado niveles de toxicidad por encima de lo normal¨. A pesar de las reiteradas garantías, el temor prevalece porque muchos se preguntan qué consecuencias perjudiciales tendrá esta situación para los que se queden en East Palestine. De hecho, varias personas han reportado vómitos, dolores de cabeza y mareos.
Y mientras su preocupación sigue en aumento, por fin, este viernes la Administración del presidente Joe Biden anunció el despliegue de expertos médicos federales para apoyar en las labores de evaluación de daños. El jueves, doce días después del accidente, el gobernador de Ohio, Mike DeWine, había solicitado a los Centros para el Control y la prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y al Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE UU que enviaran ¨médicos y especialistas en salud del comportamiento¨, a East Palestine porque ¨algunos miembros de la comunidad ya han visto médicos en el área, pero siguen preocupados por su condición y los posibles efectos en la salud,
a corto y largo plazo¨. A esto se suma la ayuda brindada por la Agencia Federal para el manejo de Emergencias (FEMA). También pasó por allí el jueves el jefe de la EPA, Michael S. Reagan, quien durante una conferencia de prensa aseguró que su agencia ¨estaba analizando los productos químicos orgánicos volátiles¨. A quien no se ha visto todavía es al representante de la empresa ferroviaria detrás del desastre. Desde Norfolk Southern aseguran que no han asistido a las reuniones por miedo ante ¨amenazas físicas´.
Muchos habitantes se preguntan si la ayuda no llega tarde. Tanto como la reciente recomendación de las autoridades de beber agua embotellada mientras se examina más a fondo la que contienen los pozos de la zona afectada. ¨Cuando regresamos a nuestras casas nos dijeron que el aire y el agua eran seguros, y ahora que mejor bebamos agua de botella, no me gusta esto¨, confiesa una vecina ante los periodistas que recogen información en la zona y tras recoger varias botellas de agua que el ayuntamiento está repartiendo de forma gratuita. Quizás tenga mucho que ver que, hasta el pasado miércoles, según funcionarios, se habían encontrado más de 3.500 peces muertos en los ríos de la zona.
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