América Latina

El modelo económico de Evo Morales para Bolivia se derrumba por años de despilfarro

El país andino agota sus reservas internacionales y raciona los dólares, agotados por los subsidios e ineficiencia de su modelo socialista

El presidente de Bolivia, Luis Arce junto al ex presidente Evo Morales, en una concentración con la marcha de miles de mineros e indígenas y movimientos sociales en la Plaza San Francisco de La Paz
El presidente de Bolivia, Luis Arce junto al ex presidente Evo Morales, en una concentración con la marcha de miles de mineros e indígenas y movimientos sociales en la Plaza San Francisco de La PazMartin AlipazAgencia EFE

La fiesta en Bolivia toca a su fin. Después de años en los que el socialismo en el poder sacaba pecho por su exitosa combinación de políticas de reducción de la pobreza con el equilibrio de las cuentas públicas, la bonanza parece haber llegado a su fin.

Las señales de alarma se acumulan y los informes de las consultoras internacionales advierten de que el país se encuentra al borde de una situación crítica, con un déficit fiscal desbocado, un abrupto descenso de los ingresos de sus exportaciones energéticas y el inminente agotamiento de sus reservas internacionales, dilapidadas en sostener los generosos subsidios y programas sociales implantados por el expresidente Evo Morales y su Movimiento al Socialismo (MAS).

Las alertas saltaron el pasado marzo cuando, en medio de una creciente desconfianza sobre el valor real de la moneda nacional, el boliviano, los bancos y casas de cambio del país se llenaron de ciudadanos que buscaban desesperadamente comprar dólares. La demanda de quienes temen una abrupta devaluación del boliviano fue tal que los billetes verdes pronto comenzaron a escasear.

El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, culpó a “un brote especulativo” y a los analistas que, según él, sembraban dudas injustificadas sobre la economía boliviana. Y en un interno de contener el pánico, el Banco Central anunció que vendería dólares a todo el que lo solicitara. Desde entonces, colas kilométricas se han formado a diario alrededor de su sede en La Paz. Uno de los muchos que acudieron a hacer fila le dijo a la agencia AFP que “al principio eran solo rumores, pero todo apunta que no está nada bien la situación en el país”.

Efectivamente, poco después, las autoridades impusieron de facto un racionamiento de los dólares en el país al obligar a esperar durante varias semanas de espera a todo el que quisiera obtener dólares.

El problema de fondo es la total pérdida de credibilidad de Bolivia y su moneda. Con un tipo de cambio fijo establecido en 6,96 bolivianos por dólar, el mercado ya da por descontado que ese no es el valor real del boliviano y el gobierno del presidente Luis Arce no tendrá al final alternativa a aceptar una dolorosa devaluación que obligará también a hacer recortes en el vasto e ineficiente sector estatal y en los generosos subsidios que han apuntalado el poder del Movimiento al Socialismo de Morales y su sucesor.

Los inversores comparten el diagnóstico y el precio de los bonos bolivianos se ha desplomado hasta valer solo 48 centavos de dólar.

Los expertos coinciden en que el país está empezando a pagar el precio de años de derroche. Las reservas internacionales, que en 2014 rondaban los 15.500 millones de dólares estaban en el último reporte oficial en solo 3.500. Y desde entonces, el Banco Central ha dejado de publicar los datos, alentando las sospechas de que el país está cerca de haberlas consumido completamente.

El recurso de las reservas internacionales ha sido el comodín del gobierno para financiar sus programas sociales, especialmente el oneroso subsidio a los combustibles, que hace que los bolivianos paguen mucho menos por llenar el depósito pero ha dejado maltrechas las arcas públicas.

El país acumula años de déficit fiscal cercanos al 10% y en paralelo los ingresos por sus exportaciones de gas han ido cayendo a medida que se agotaban los campos de extracción de gas y no se ponían otros nuevos en explotación. Bolivia ha agotado sus yacimientos, no ha invertido apenas en proyectos de exploración para encontrar otros nuevos y a pesar de ser el país con las mayores reservas de litio conocidas del mundo, no cuenta con la tecnología necesaria para extraerlo debido a la incompetencia gubernamental. Todo ello ha llevado a un escenario en el que, según afirma el semanario británico The Economist en un reciente artículo, “el coste del populismo económico ha quedado claro”.

Para Juan Antonio Morales, expresidente del Banco Central de Bolivia, al país no le quedará alternativa a “un ajuste fiscal mayúsculo” para sanear su economía. Pero el gobierno de Arce no quiere ni oír hablar de posibles recortes y sigue dándole largas al problema.

El oficialismo se halla ahora inmerso en una batalla intestina cada vez menos disimulada entre los partidarios de Arce y los de Morales. El líder cocalero sueña con volver a ser candidato del MAS en las presidenciales previstas en 2025, pero Arce, quien fuera su delfín y vicepresidente, no quiere ceder el poder, lo que ha provocado una fractura que hace cada vez más difícil aprobar leyes de calado en la Asamblea Nacional.

Para enderezar el rumbo de la economía, Bolivia necesitaría presumiblemente solicitar algún tipo de apoyo del Fondo Monetario Internacional, una posibilidad que supone un anatema para Morales y las bases del MAS, convencidos por años del doctrina oficial de que el FMI es el agente de Estados Unidos para someter a los pueblos de América Latina e imponerles su dictado. Si la política económica de Bolivia no cambia a tiempo, es posible que la realidad les haga caer en cuenta de su error pronto.