Guerra contra Hamás

La Navidad del dolor para los últimos cristianos de Gaza

Las comunidades cristianas de la Franja, reducidas a poco más de mil integrantes, vislumbran su extinción a medio plazo

O.Próximo.- La guerra en Gaza ha convertido a 893.000 niños en desplazados forzados en menos de tres meses
O.Próximo.- La guerra en Gaza ha convertido a 893.000 niños en desplazados forzados en menos de tres mesesEuropa Press

Son un escaso millar. Los últimos cristianos de la Franja de Gaza, exigua minoría en la tierra de nacimiento de la religión fundada a partir de las palabras y obras del palestino y judío Jesús de Nazaret, la tierra de los filisteos, vivirán hoy a buen seguro la Navidad más dolorosa de sus vidas en medio de la guerra, la muerte y la destrucción. El padre Gabriel Romanelli, argentino afincado en la Franja y párroco en la Sagrada Familia de Ciudad de Gaza desde hace seis años, minoría –católica– dentro de la minoría, aseguraba en vísperas de una Navidad sin alegría ni paz que los cristianos resisten en sus hogares en la Franja «con fe en Jesús y sintiendo la presencia plena de Dios».

Desde el comienzo del conflicto bélico entre Israel y Hamás, las iglesias –apenas tres: una ortodoxa, una católica y otra episcopal– además de conventos y hospitales cristianos han servido de refugio para la población gazatí frente a los bombardeos israelíes en el convencimiento de tratarse de lugares relativamente seguros. Los templos han acogido también a centenares de heridos desde el comienzo de la violencia. La iglesia de San Porfirio, en la zona vieja de Ciudad de Gaza, y la citada de la Sagrada Familia son hoy hogar de unas 340 familias cristianas, la gran mayoría de los supervivientes.

Sin embargo, en absoluto se han librado de la guerra: el 17 de octubre el hospital bautista de Al Ahli, que gestiona en Ciudad de Gaza la Diócesis Episcopal de Jerusalén –que también se encarga de la dirección de escuelas y clínicas—, fue el escenario de uno de los episodios más cruentos de la guerra, cuando el impacto de un misil –Israel y Hamás se han acusado mutuamente de la autoría del ataque– dejó medio millar de fallecidos, según las autoridades palestinas. Además, el fuego de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) dos días después el complejo anexo a la citada iglesia ortodoxa griega de San Porfirio, causando 17 muertos además de decenas de heridos.

Más recientemente, el trágico destino de la comunidad cristiana de Gaza, víctima doble de los bombardeos y el aislamiento físico y humano respecto a Cisjordania, quedó fugazmente bajo los focos tras la muerte el pasado día 16 en un tiroteo de dos mujeres cristianas que habían buscado refugio en la iglesia de la Sagrada Familia, también en Ciudad de Gaza. Según el Patriarcado Latino de Jerusalén, una de las circunscripciones de la Iglesia católica en Tierra Santa, las mujeres, madre e hija, fueron abatidas por un francotirador del Ejército israelí, cuyos mandos, por su parte, aseguraron que sus hombres respondían a una amenaza y haber abierto una investigación sobre lo sucedido. La tragedia mereció la condena del papa Francisco el pasado lunes. «Civiles desarmados son objeto de bombardeos y tiroteos. Y esto sucedió incluso dentro del complejo parroquial de la Sagrada Familia, donde no hay terroristas, sino familias, niños, personas enfermas o discapacitadas, monjas», aseguró el pontífice en su bendición semanal desde el Vaticano.

Las hondas raíces del cristianismo gazatí

«Los cristianos de Gaza somos una de las comunidades cristianas, ininterrumpidas a lo largo de los siglos, más antiguas del mundo», afirma a LA RAZÓN desde Belén (Cisjordania) el politólogo palestino Xavier Abu Eid. Según la tradición bíblica, el territorio de la actual Gaza –citado casi una decena de veces en el Nuevo Testamento– se encontraba en el camino del exilio egipcio de la Sagrada Familia en su huida de los planes del rey Herodes. No en vano, en la Franja se alza además una de las cinco iglesias más antiguas del mundo, la de San Porfirio –un santo nacido en el territorio–, erigida en el año 425 de nuestra era. En el siglo VI d. C., antes de la llegada del islam, los cristianos eran mayoría en esta franja costera de Palestina, que no en vano es la cuna de la religión.

Tres son las ramas principales en las que se dividen los cristianos del exiguo territorio: ortodoxos griegos, católicos y presbiterianos, siendo la primera de ellas ampliamente mayoritaria. Con todo, si en la Franja los cristianos son una exigua minoría –un millar sobre una población de 2,2 millones, lo que supone un 0,05% de la población–, en Cisjordania el porcentaje de cristianos oscila entre el 1 y el 2,5% de los palestinos. Además, frente a las tres familias cristianas representadas en la Franja, en los Territorios Palestinos existen un total de 13 denominaciones. «Los cristianos de Gaza y Cisjordania somos antes que nada palestinos; hemos sufrido como el resto de nuestro pueblo. De hecho, hay más cristianos palestinos en Jordania que en Palestina», recuerda Abu Eid.

Si el pasado del cristianismo en los territorios palestinos es dilatado y rico, el futuro, en cambio, no es nada prometedor. El declive de la población cristiana en el territorio controlado desde 2006 por Hamás ha sido irremisible. Muchos cristianos han aprovechado los permisos concedidos por Israel durante otras Navidades para salir de la Franja hacia Cisjordania y no regresar más. «Los cristianos de Gaza han quedado aislados del resto de Palestina, concretamente de su núcleo en torno a Jerusalén. Está comprometido el relevo generacional. Y los últimos ataques israelíes pueden determinar la definitiva extinción de la comunidad cristiana en la Franja», asegura Abu Eid, que es especialista en el cristianismo palestino. «Esta puede ser la última Navidad que se celebre en Gaza», zanja.

Aunque no saben en qué condiciones, en lo que queda de sus iglesias o en la intimidad dolorosa del hogar, los últimos cristianos de Gaza aseguran que celebrarán hoy –a pesar del predominio ortodoxo el 25 de diciembre es el eje espiritual de todos ellos– la llegada del Niño Dios. El pasado viernes, los patriarcas y jefes de las Iglesias de Jerusalén emitían un comunicado en el que «en el espíritu de la Navidad, denunciamos todas las acciones violentas y llamamos a su fin». «De la misma manera llamamos a las gentes de esta tierra y de todo el mundo a buscar la gracia de Dios para que aprendamos a recorrer junto a los demás los caminos de la justicia, la clemencia y la paz».