Nicolas Sarkozy
Nicolas Sarkozy: «Nunca antes había visto a Francia tan tensa e inquieta»
El ex presidente de Francia ha sido reelegido como nuevo líder de la UMP y asegura que su misión «es reagrupar a la derecha para frenar a Le Pen»
El ex jefe del Estado francés manifiesta su intención de «reconciliar a la derecha consigo misma» tras el proceso de elección del presidente de su agrupación política la UMP.
–Dos meses después de haber vuelto a la política activa, ¿ha cambiado su visión sobre Francia y los franceses?
–He mantenido diecinueve reuniones públicas y he conocido a unos 70.000 militantes. Me he involucrado con pasión en esta campaña. Durante treinta años de vida política, nunca antes había visto este nivel de exasperación, de desconfianza y de enfado. Nunca antes había visto al país tan tenso, nervioso e inquieto. Pero, al mismo tiempo, nunca había percibido en los franceses esta necesidad de esperanza. Esta situación conlleva para nosotros una gran responsabilidad: preparar y dar forma a la alternancia.
–En 2004 fue elegido presidente de la UMP con el 85% de los votos. ¿Es éste el objetivo que se había fijado para las elecciones de de ayer?
–Con respecto a las elecciones, contemplo un único criterio del éxito, que además es indiscutible: conseguir la victoria. Y si lo conseguía en la primera vuelta, mejor aún. No me he puesto ningún otro objetivo. Seguro que los expertos extraerán conclusiones de mis resultados, ya sea para decir que es decepcionante, o que la batalla estaba ganada desde el principio, pero, la realidad es que tres días más tarde, todo se habrá olvidado. Cuando nos eligen, lo que cuenta es el proyecto y la rapidez a la hora de ponerlo en marcha. Mi primer reto será tratar de reagrupar a la familia y hacer que la mínima diferencia entre sus miembros no se traduzca, en ningún caso, en una muestra de divisiones; ya que es algo que no podemos permitirnos. Durante dos años, la UMP ha dado un espectáculo lamentable de enfrentamientos brutales. Quiero reconciliar a la derecha consigo misma, pasar página y tranquilizar a los franceses con nuestra calma, determinación y cohesión. Esto no se conseguirá únicamente con la reagrupación, sino también con la fuerza, la innovación y la modernidad de nuestras ideas. Cuanto más claro sea el mensaje de nuestros miembros, peor lo tomarán nuestros adversarios.
–Si atendemos a los abucheos a Alain Juppé en Burdeos...no está todo ganado.
–No me gustan los abucheos, ni esos ni los que, en el pasado, me hicieron a mí. No obstante, estamos en 2014. La época de disciplina férrea de partido ya ha pasado. Nuestros miembros y votantes quieren expresar sus sentimientos, quieren sentirse libres de decir lo que piensan. No seré yo quien trate de silenciarlos. Quiero ser el presidente de una formación política donde la palabra sea libre. Un partido político no es ni un cuartel ni una secta. Debe ser un lugar donde la libertad de expresión sea la regla.
–¿Por qué no detuvo los abucheos?
–¿Cree usted que es fácil interrumpir una sala con 5.000 personas que muestran su disconformidad, de forma sincera y espontánea, con el orador? Además, no fue a Alain Juppé al que abuchearon, sino a lo que dijo. Si yo hubiese dicho lo mismo, también me habrían abucheado. En Aquitania, probablemente más que en otro sitio, muchos se han ofendido por la movilización de François Bayrou a favor de François Hollande, cuando luego utiliza la voz de la derecha para convertirse en alcalde de Pau. Cada vez se tolera menos la hipocresía y la mentira, ni las de François Hollande ni las de los demás.
–Pero, ¿está usted a favor de esa alianza?
–Por supuesto que estoy a favor de una alianza entre la derecha y el centro; pero un centro que, sin ambigüedades y con claridad, ha elegido oponerse a la izquierda. No de un centro que por las mañanas está con la izquierda y por las tardes con la derecha. En esta línea, creo que Jean-Christophe Lagarde, el nuevo presidente de la UDI, y el grupo de parlamentarios del mismo partido, son compañeros en los que debemos confiar. No comparemos la UDI, que ha gobernado con nosotros, con los dirigentes de MoDem, que han hecho campaña en nuestra contra.
–Muchos ven este incidente como el inicio de una guerra total entre Juppé y usted...
–Se equivocan. Conozco a Alain Juppé desde 1975. Siempre hemos trabajado bien juntos. Es cierto que tenemos puntos de vista distintos, sobre los que debatiremos en algún momento –después de todo, sería legítimo– pero nunca ha habido ni habrá hostilidad entre nosotros. Lo digo solemnemente: nuestra familia necesita a todos sus talentos. Nadie podrá triunfar solo. La guerra sería una idea suicida y, en cualquier caso, es completamente opuesta a mi opinión.
–¿No habrá guerra de líderes?
–No.
–¿Pondrá condiciones al desarrollo de las primarias, cuyo principio ha aceptado?
–Vuelvo a repetirlo: habrá elecciones primarias. Que nadie lo ponga en duda o busque polemizarlo. Serán en 2016. Serán abiertas, porque unas primarias no abiertas se concretarían en un voto interno. Estarán organizadas y controladas de la forma más consensuada posible. Sólo estarán sometidas a dos exigencias: los candidatos deberán comprometerse a respetar los resultados, es decir, a apoyar al vencedor; y los votantes tendrán que manifestar su unión a un corpus de valores compartidos por la derecha y el centro, y comprometerse con la alternancia. No obstante, recuerdo que, antes del 2016, tendremos que preparar las cantonales y las regionales, que no deben perderse de vista por la obsesión de las presidenciales.
–Su postura con respecto a la «Ley Taubira» ha generado numerosas críticas. ¿Está usted a favor o en contra de la derogación?
–Siempre he defendido la reescritura de la «Ley Taubira» porque, como han mostrado las últimas decisiones del Tribunal de Casación y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el vínculo entre matrimonio y filiación no está regulado. Para reescribir una ley hay que derogar la anterior. Dicho de este modo, no se van a deshacer los matrimonios y habrá que reemplazar esta ley por otra que reconozca el derecho al matrimonio homosexual. Además, no creo en la idea del «derecho al niño». Por ello, rechazo la idea del acceso a un vientre de alquiler para los homosexuales, así como para los heterosexuales.
–¿Es su postura muy distinta a la de Bruno Le Maire?
–No voy a comentar las intervenciones de unos y otros. Mi propuesta permitirá, llegado el momento, la reagrupación más amplia, puesto que es una postura de equilibrio.
–¿Va a hacer que los miembros de su partido voten esa propuesta?
–Votar debería ser la norma en un partido moderno. En el seno de la formación amplia que busco, será el único modo de zanjar los debates. Nuestra familia política tendrá que ponerse de acuerdo sobre una base de reformas esenciales, que se llevarán a cabo sea cual sea el ganador de las elecciones. Dentro de poco, cada uno deberá apoyar al que una y no al que divida.
–La campaña también ha estado marcada por las revelaciones del periódico «Le Monde» sobre un almuerzo entre François Fillon y Jean-Pierre Jouyet. ¿Cree usted a su ex primer ministro cuando dice no haber pedido la aceleración del proceso judicial en los casos en los que usted está implicado?
–He tomado nota de las explicaciones de François Fillon.
–Dijo que se había sentido «traicionado por casi todos los ministros de la apertura» y añadió: «Además, no son los únicos si atendemos al panorama actual». ¿Fillon le ha traicionado?
–He sido injusto a la par que impreciso. Las actuaciones de Éric Besson y Jean-Marie Bockel fueron irreprochables. Después de haber estado en el Gobierno y tener el honor de servir a Francia, no tenemos derecho a renegar de lo que hemos hecho ni del equipo con el que hemos trabajado.
–¿Incluye en esa categoría a aquellos que, como Nathalie Kosciusko–Morizet o Nadine Morano, han criticado su postura con respecto a la «Ley Taubira»?
–En absoluto. No tiene nada que ver. En la reagrupación que busco y, especialmente, con respecto a temas personales, no se obligará a nadie a renegar de sus convicciones. La autoridad que tanto se ha echado en falta en nuestra familia política debe permitir aceptar las diferencias. Quiero traer una línea de equilibrio que acerque a todos los miembros del partido. Mi objetivo principal es la reagrupación.
–En varias ocasiones ha manifestado que Francia debería elegir entre Europa y el Impuesto Sobre la Fortuna (ISF, por sus siglas en francés). ¿Está de acuerdo con la eliminación del impuesto sobre la fortuna?
–Tenemos que eliminar las connotaciones ideológicas del debate fiscal francés. La única cuestión es saber si preferimos una fiscalidad pragmática, que nos permita luchar con las mismas armas que los demás –me refiero, concretamente, a nuestros vecinos de la Unión Europea–. No deseo que Francia abandone la Unión Europea o la eurozona, por lo que creo que hay que suprimir el ISF, que, además, no existe en ninguna otra parte de Europa.
–¿Qué piensa de la decisión de Bruselas de conceder a Francia cuatro meses más para reducir el déficit?
–Es un comentario muy «bruselense». No toman una decisión, pero nos avisan de que lo harán en el futuro... No obstante, no hay que confundir las causas con las consecuencias: si queremos reducir la deuda, habrá que disminuir el déficit; y si queremos reducir el déficit, habrá que atacar enérgicamente el gasto público. esa es la razón por la que la prioridad de nuestro proyecto será la reducción del gasto público y, por consiguiente, la disminución notable del número de funcionarios.
–¿Entiende al líder del PS, Jean-Christophe Cambadélis, cuando pide la dimisión del comisario europeo que ha criticado duramente a Francia?
–Dios sabe que desapruebo la política desastrosa de François Hollande, pero defenderé mi patria hasta el final. No toleraré que insulten a Francia.
–Durante la campaña de 2012 trató el tema de las fronteras y defendió el dispositivo de ayuda médica del Estado (AME, por sus siglas en francés). Ahora pide la supresión de este dispositivo...
–El motivo es que, durante estos años, el AME ha estallado. La factura ha aumentado de 500 a 800 millones euros. La inmigración se nos ha ido de las manos y, a día de hoy, es uno de los problemas más graves. ¿Sabe que dentro de treinta años Nigeria estará más poblada que Estados Unidos? Por eso, un nuevo Schengen armonizaría y reforzaría nuestras políticas migratorias.
–Pero, entre que salimos de Schengen y negociamos ese Schengen II, ¿de qué forma estará protegido el país?
–Lo importante es que, en estos momentos, hay una voluntad común en Europa de reforzar las políticas de control de la inmigración, lo que pone de manifiesto la necesidad urgente de establecer nuevas reglas.
–¿Cree que Marine Le Pen estará en la segunda vuelta de las elecciones en 2017?
–Esa posibilidad existe. Por eso estoy a favor de unas primarias que permitan reagrupar a la derecha y al centro en torno a un mismo candidato desde la primera vuelta de las presidenciales de 2017.
–Con respecto al reconocimiento de Palestina, ¿qué piensa del proyecto de resolución que defienden los socialistas en la Asamblea?
–La creación de Israel fue uno de los grandes acontecimientos del siglo XX. Por ello, creo que el derecho a la seguridad de Israel no es negociable. Fui el presidente de la República que permitió la entrada en la UNESCO a la Autoridad palestina y creo que no se puede cuestionar el derecho de los palestinos a tener un Estado. Por otra parte, ¿debemos reconocer unilateralmente el Estado palestino en el peor momento: días después de un sangriento atentado en Jerusalén, y sin la existencia de un proceso de paz? ¿Hay alguien más que reflexione aparte del Gobierno? ¿A partir de ahora las decisiones más importantes serán fruto del arbitraje entre las corrientes del PS? Lo habéis entendido: no recomendaría a mis amigos que votasen esa resolución.
–Ha dicho que Francia debe suministrar buques Mistral a Rusia. ¿Por qué?
–El Estado francés dio su palabra y debe cumplirla. ¿No tenemos nada mejor que hacer en estos tiempos, en los que deberíamos concentrar nuestros esfuerzos en la amenaza islamista, que sentar las bases de una nueva «Guerra Fría» entre Europa y Rusia? Soy consciente de que la actitud de Vladimir Putin supone un problema, pero tenemos que suministrar los buques Mistral, negociar con Rusia y llegar a un acuerdo, tal y como hicimos con respecto a Georgia en 2008.
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