Política africana
Níger, motivos más allá de Rusia y del uranio
El temor a una propagación de la epidemia de golpes de Estado y posturas adversas en lo que respecta al futuro de la CEDEAO afectan a las relaciones entre Estados africanos
Wagner, Vladimir Putin, Urania, Francia, el uranio nigerino, Al Qaeda. El inminente desenlace de la crisis nigerina ha inundado los muros de X acompañado de palabras que llevan oyéndose a diario durante los últimos años, palabras sonoras como el nombre del grupo de mercenarios rusos. Cuando uno se pregunta por qué no se reaccionó igual a los golpes de Guinea Conakry o Mali, y luego lee estos argumentos que ya llevan años taladrando los oídos del público, comprende que el fruto está maduro, que un nuevo frente debe abrirse y que la guerra de Ucrania apenas fue una continuación inacabada. El mundo se divide en grupos.
Se acusa a Occidente de neocolonialismo y Rusia aparece como un ángel salvador, o la inversa, y los más cautos avisan de las consecuencias nefastas que una guerra en África Occidental tendría para el yihadismo, o los menos enterados hablan del uranio nigerino, que sólo es una pieza más en un puzle que lleva tiempo construyéndose en Francia pero también en Nigeria o Senegal, esto es, a un nivel interno entre las naciones africanas sin que apenas entre a valorarse en los análisis. Las palabras sonantes no se paran apenas a pronunciar otras como Ousmane Sonko, Benín, panafricanismo o Tinubu. Y no deja de ser paradójico que el apellido del presidente de Nigeria y presidente rotativo de la CEDEAO (Comunidad de Estados de África Occidental, una organización similar a la Unión Europea y que abarca quince países africanos) aparezca en el sistema de Word como un error de ortografía.
Y nace la siguiente pregunta: ¿Si todo esto se debe realmente a la guerra con Rusia o el uranio, cómo es posible que los políticos africanos estén aparentemente dispuestos a mandar a sus votantes a matarse por los políticos europeos? ¿Qué ganan ellos en cuanto a gobernabilidad, entre tanta muerte? Unos contestarían a esta pregunta de la manera más simple posible y tildarían a los gobiernos democráticos de África Occidental como marionetas de Occidente, anclados este tipo de críticos al colonialismo que dicen combatir. Que Bola Tinubu, el presidente de Nigeria, está tan superado por la deuda de su país que haría cualquier cosa para quitársela. O que Senegal le sigue el guion al inquilino del Elíseo desde su independencia en 1960. Que las marionetas mandan a todos esos muertos a morir por Europa, la cruel.
Ousmane Sonko
Un vistazo a la situación que sostienen algunos presidentes de la CEDEAO hace que a un demócrata le recorra un escalofrío. Por ejemplo, en la democracia más fiable de África Occidental desde las independencias, Senegal, se tambalea su sistema desde hace escasos años. La irrupción de Ousmane Sonko y su partido PASTEF en el panorama político nacional, exigiendo con furia una independencia efectiva de Francia que permita a la nación africana eliminar el uso del franco CFA como moneda, entre otras medidas, engatusó a una población con una edad media de 19 años y que ansía un futuro mejor que el de sus padres. En los últimos meses se ha precipitado ese tambaleo, después de que Sonko fuera acusado de violación por una masajista y condenado en juicio a dos años de prisión por “corrupción de la juventud”. Antes, durante y después de dicho juicio, el líder de PASTEF animó a sus seguidores a protestar contra el Gobierno senegalés y las protestas han terminado con la vida de al menos 21 personas en los dos últimos meses.
Sonko fue arrestado en su casa de Dakar y su partido fue oficialmente disuelto pasadas varias semanas del juicio, a finales del mes de junio, momento en que además se le imputaron nuevos cargos por las protestas que siguieron a su primera condena: llamada a la insurrección, conspiración criminal, conspiración criminal vinculada a una entidad terrorista… Esto provocó nuevas protestas que hoy continúan y que han llevado a que el gobierno restrinja severamente el acceso a las redes sociales, bajo la justificación de que sirven como medio de difusión para los manifestantes.
Es porque Ousmane Sonko, actualmente el alcalde de Ziguinchor, ha sabido inculcar a los jóvenes senegaleses con el espíritu panafricanista, ha instigado protestas, hecho tambalear el sistema senegalés que camina de la mano de Francia. Y Macky Sall, el actual presidente que se rumoreaba que se presentaría a un tercer mandato (pese a que la Constitución senegalesa no permite más de dos mandatos seguidos), y pese a que anunció el pasado mes de junio que no se presentaría a las elecciones de 2024, Macky Sall ve que su legado antes de concluir serán estas protestas y los muertos.
Bola Tinubu y su 4% de simpatizantes
Bola Tinubu lo tiene peor. El que fuera elegido presidente de Nigeria en el pasado mes de febrero tiene por delante cinco años de mandato que se prometen difíciles. Ya ha comenzado con mal pie. En sus manos ha caído un país desgarrado por los conflictos comunales, con una deuda pública sin precedentes y unos niveles de pobreza extraordinarios en la primera economía del continente. El gigante se desdobla como el barro y se diría que el nuevo presidente ya se ha enfrentado a problemas tras sus primeras medidas. Hace escasas semanas que decretó el estado de emergencia alimentaria en el país, mientras esta semana se ha enfrentado a una huelga general organizada por los sindicatos nigerianos, tras decidir Tinubu una rebaja en los subsidios a la gasolina.
Con el precio del combustible en máximos y la naira (moneda nigeriana) en mínimos históricos tras desplomarse a la mitad de su valor en el mes de junio, la situación en Nigeria es grave. No hay otra manera de definirlo. Teniendo en cuenta que Tinubu fue elegido con 8 millones de votos en un país con 220 millones de habitantes, sólo tiene garantizado el apoyo del 4% de la población, entre que algunos ya se arrepienten de haberlo votado. Tal es el caso de Yusuf, un habitante de Lagos que mostró el mayor de los entusiasmos al votarle en febrero, pero que hoy dice que “Tinubu es lo peor que ha pasado en nuestro país en mucho tiempo, eso es lo que pienso yo”, entre que opina que la subida de precios de los alimentos es otro de los lastres de su breve gobierno.
El milagro marfileño
Sigue la lista con Ouattara. El que accedió al poder tras una intervención militar de Francia en 2011, que además está casado con una francesa y cuya boda ofició Nicolas Sarkozy siendo alcalde de Neuilly-sur-Seine, un hombre que lleva casi doce años gobernando Costa de Marfil con una base militar francesa permanente en su suelo. En pleno apogeo de golpes militares con tintes antifranceses, el caso de Ouattara se diría extraordinario por su proximidad a Macron. El PIB de Costa de Marfil ha crecido durante su mandato de 36.700 millones de dólares a 70.000 millones, una extraordinaria mejoría que se debe en parte a la buena gestión del presidente que algunos dirían afrancesado. Aunque todavía existen muchos lastres por cortar en el camino al desarrollo de los marfileños, no cabría duda de que su situación aventaja a Burkina Faso (18.000 millones) o Mali (20.000 millones de PIB).
Ouattara sólo parece tener dos debilidades por el momento. Son los soldados franceses que este periodista vio custodiando hace un mes la Basílica de Yamusukro. Son sus hijos con doble nacionalidad. Bulle un sentimiento que traspasa fronteras y se escabulle entre los labios de Sonko en Senegal, el panafricanismo, un deseo que afecta a casi cualquier africano y que hoy queda en entredicho como no había ocurrido en las últimas décadas.
Y una segunda debilidad, que sería el conflicto norte-sur que afecta al país desde la guerra civil de 2011. Aunque las armas se depusieron tras la intervención francesa, los locales aún recuerdan que el norte fue quien apoyó al actual presidente en la contienda (la familia de Ouattara proviene de Kong, una ciudad histórica al norte de Costa de Marfil). Y no pocos se muestran descontentos con el resultado, según pudo comprobar este periodista en visitas recientes al país. Como ocurre en tantos Estados de África Occidental, el norte suele ser más pobre que las regiones del sur o el centro, encontrándose más alejado de los negocios que se manejan a las orillas del mar o en las capitales. Y la victoria de Ouattara prometía riquezas para quienes les apoyaron, riquezas que han llegado en forma de carreteras, hospitales, escuelas y ayudas sociales, riquezas que no son suficientes para algunos que siguen jadeando para sobrevivir.
El autoritarismo de Patrice Talon
Tampoco se escapa el presidente Patrice Talon en Benín. El líder del gobierno en esta pequeña nación africana ha sido objeto de numerosas críticas en lo que respecta a sus reformas en la ley electoral y por su sistema de represión contra opositores políticos, entre otras medidas que han coartado severamente las libertades de sus ciudadanos. Las elecciones parlamentarias de 2019 terminaron con diez días de protestas populares que obligaron a la policía a disparar, causando varios heridos. Pero nada de esto quita que las relaciones entre Talon y Emmanuel Macron sean amistosas, desde que el presidente galo visitó el país en julio de 2022 y reafirmó su apoyo militar a Benín ante el incremento de los ataques terroristas ocurridos junto a la frontera burkinesa.
Aunque Talon sólo lleva al frente de Benín desde 2016, sus métodos ya son cuestionados por Amnistía Internacional y desde 2019 se ha visto que un sector de la población es capaz de levantarse contra él. Su gobierno, todavía débil en las primeras etapas de lo que algunos benineses califican de “autocracia”, lleno de críticas y de adversarios vueltos mártires, no podría considerarse uno de los más consolidados del continente, como ocurría con el de Tinubu. Teniendo mientras en cuenta que la amenaza yihadista, que ya precipitó el derribo de los gobiernos de varias naciones en la región, se trata de una realidad cada vez más común en el norte de Benín.
Pueden entreverse ahora las políticas internas que hacen que Benín, Costa de Marfil y Senegal sean los países de la CEDEAO que apoyarían por el momento una intervención militar liderada por Nigeria. Se entrevé una aproximación a Francia, exceptuando el país angloparlante, que vuelve a estos países socios fiables ante un posible conflicto. La sombra yihadista que también afecta a Nigeria. Ya sea el temor a que la epidemia de golpes de Estado infecte a sus naciones, o por la resistencia de sus presidentes a dejar que sus países sigan la ideología dictada por los militares de Conakry o Bamako, existen razones más allá de las evidentes para que cuatro hombres manden a sus ciudadanos a morir, más allá de los intereses franceses y rusos. También es una cuestión de apoyos en el Congreso, como bien sabemos en España.
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