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No hay paz para la UE... sin Monti

La crisis italiana y su contagio a Europa se convierten en protagonistas en la ceremonia de entrega del Nobel

Herman Van Rompuy, Jose Manuel Durao Barroso y Martin Schulz, con la medalla y el certificado del Nobel de la Paz
Herman Van Rompuy, Jose Manuel Durao Barroso y Martin Schulz, con la medalla y el certificado del Nobel de la Pazlarazon

Los responsables de la Unión Europea, ante 21 jefes de Estado y de Gobierno, recogieron ayer en Oslo el Premio Nobel de la Paz en plenos tiempos de crisis, obligando a todos a replantearse profundamente el camino recorrido en los últimos años por los Veintisiete. Al acto no quisieron faltar el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz; el del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy; y el de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, que fueron los encargados de recoger la medalla y el diploma del Premio Nobel, aunque sólo los dos primeros pudieron hablar, compartiendo escrupulosamente el tiempo asignado. En la sala se encontraban además otro líderes europeos, entre ellos el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y sus homólogos francés, François Hollande; alemana, Angela Merkel, e italiano, Mario Monti, que acaparó los flashes después de su anuncio de dimisión tras la nueva irrupción de Silvio Berlusconi en la política nacional. Entre los ausentes, una evidente: el primer ministro británico, David Cameron, cada vez menos europeísta. Precisamente, los problemas económicos que atraviesa Europa, en plena zozobra por la inestabilidad política en Italia, deslució el premio y se coló en la sala de Oslo.

Con la tormenta política arreciando sobre Italia, la vuelta de Berlusconi a la política y la prima de riesgo disparada por el temor a las consecuencias de la futura dimisión de Monti, todas las miradas se centraron en el primer ministro italiano, que intentó llamar a la calma y a no «dramatizar» las reacciones de los mercados. Monti quiso lanzar un mensaje de tranquilidad al asegurar que Italia no sufrirá un «vacío de poder» y subrayó que su Gabinete continuará al frente del Gobierno hasta que se nombre un nuevo Ejecutivo tras las elecciones, que se prevé que se celebren en febrero. «Todos mis esfuerzos se concentran en cumplir los compromisos adquiridos», aseveró Monti, quien se mostró confiado en que ese próximo Gobierno que salga elegido de las urnas «será altamente responsable» y estará orientado hacia la Unión Europea, como el suyo.

Sobre la posibilidad de presentarse como candidato en los próximos comicios, Monti afirmó que en este momento es algo que no considera y destacó que está centrado en completar el tiempo que le queda de mandato, que parece «bastante limitado» y que requiere de «una gran energía» por su parte y de sus ministros. El ex comisario europeo señaló que «sea lo que sea» que haga en el futuro, no abandonará su filón de trabajo y compromiso de siempre, que ha sido el de «explicar Europa a los ciudadanos y las temáticas europeas, más allá de cualquier populismo» y advirtió del riesgo de «una deriva populista sobre las políticas económicas europeas».

Aunque deslucido por la fuerza de los acontecimientos de los últimos días en Italia, la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz también contó con momentos para el recuerdo y para destacar los aspectos positivos de la UE. Tanto Van Rompuy como Barroso echaron mano de imágenes que han marcado la historia de la Unión: los seis líderes reunidos en Roma para iniciar un futuro nuevo, Willy Brandt arrodillándose en Varsovia, los estibadores de Gdansk manifestándose a las puertas de sus astilleros, Mitterrand y Kohl dándose la mano, dos millones de personas formando una cadena humana entre Tallin, Riga y Vilna en 1989 o Rostropovich interpretando a Bach ante el derrumbado Muro de Berlín.

«Estos momentos contribuyeron a cicatrizar las heridas de Europa, pero los gestos simbólicos no bastan por sí solos para cimentar la paz», explicó el presidente del Consejo. Así, recordó el «arma secreta» de la Unión Europea: la negociación permanente. «Más vale pelearse en torno a una mesa que en un campo de batalla», parafraseó al padre de la UE, Jean Monnet. «No más dramas, ni victorias, ni derrotas. Cierto es que hay que pagar un precio: la aburrida política, pero se trata de un precio muy pequeño».

Los problemas que atraviesa la zona euro volvieron a estar presente en las palabras de Barroso. «Uno de los símbolos más visibles de nuestra unidad corre hoy por nuestras manos: el euro, la moneda de nuestra Unión Europea. No la abandonaremos», recalcó.

Cameron ya no sale en la foto

Entre las ausencias más sonadas en la ceremonia de Oslo, destaca la del primer ministro británico, David Cameron, que opinó que la Unión Europea no debería estar representada por instituciones y gobiernos en la ceremonia, y la del presidente checo, el euroescéptico Vaclav Klaus, quien llegó a cuestionar que la UE mereciera el premio. Reino Unido estuvo representado por su viceprimer ministro, el liberal Nick Clegg. Y es que Cameron, que ha endurecido su discurso antieuropeo, quería evitar a toda costa salir en la foto junto al resto de líderes de la UE