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Nueve meses para salvar la Unión Europea

La Comisión coge el timón de un proyecto amenazado por la migración y el Brexit. Evitar que el populismo gane las próximas elecciones europeas es otro de sus grandes retos

El rostro de la Unión Europea. Una mujer con la cara pintada con la bandera de la Unión participa en una protesta frente a la sede la UE en Bruselas, en una imagen de archivo / Efe
El rostro de la Unión Europea. Una mujer con la cara pintada con la bandera de la Unión participa en una protesta frente a la sede la UE en Bruselas, en una imagen de archivo / Efelarazon

La Comisión coge el timón de un proyecto amenazado por la migración y el Brexit. Evitar que el populismo gane las próximas elecciones europeas es otro de sus grandes retos

Cuando el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, tomó el testigo de José Manuel Durao Barroso al frente del ejecutivo comunitario el 1 de noviembre de 2014 , calificó lo que pretendía ser su legislatura como «la Comisión de la última oportunidad» para que las instituciones comunitarias se reconciliasen con sus ciudadanos. Hoy sus palabras suenan especialmente proféticas, ya que el panorama que el político luxemburgués encontró al llegar al cargo era bastante menos delicado que el actual. Si bien la crisis de la zona euro había ocasionado una seria brecha Norte-Sur y muchos ciudadanos comenzaban a rebelarse con la doctrina de austeridad impulsada por Berlín y Bruselas, otros problemas no habían emergido todavía.

El Brexit parecía entonces una alucinación inconcebible; no se había producido la crisis de refugiados; Angela Merkel había marcado el paso común con puño de hierro con un liderazgo incontestable; los países del Este no osaban desafiar lo más mínimo el statu quo europeo y el Despacho Oval de la Casa Blanca estaba ocupado por Barak Obama. «La solución a la crisis de deuda, aunque nos trajo a todos de cabeza, era más fácil de lo que parecía. Ahora todo es mucho más complicado», reconoce fuera de micrófono un algo cargo europeo para quien la crisis migratoria ha tenido y sigue teniendo un efecto «disolvente» nunca visto hasta el momento.

Juncker no se presentará a la reelección y ya comienzan las cábalas sobre su sustituto a partir del 1 de noviembre de 2019. Tal y como repiten en el ejecutivo comunitario, «se siente libre para hacer lo que cree que tiene que hacer», aunque sus iniciativas no siempre sean secundadas por los grandes líderes del continente. Por eso, este otoño vuelve a ser, y ahora más que nunca, el de la «última oportunidad» no sólo de Juncker, sino también para el proyecto de integración europeo en su conjunto. Un sprint de apenas nueve meses en los que el político luxemburgués escribirá su epitafio político e intentará el gran reto: que los populistas y euroescépticos no se hagan con el timón de las instituciones europeas para destruirlas desde dentro, con la fecha marcada en el calendario de los comicios a la Eurocámara en el mes de mayo. Un temor que se extiende por el continente y hace despertar las peores pesadillas de los adalides del proyecto común.

Como alto en el camino, el Brexit. Según el calendario esbozado hasta ahora, el acuerdo de salida entre los Veintisiete y Londres y la declaración política sobre la relación futura debe refrendarse en la cumbre de octubre. El propósito es que haya suficiente tiempo para que el acuerdo sea refrendado por el Parlamento Europeo y el británico sin que las elecciones europeas se vean contaminadas. Las dos partes han cambiado de estrategia y ya no negocian en rondas una semana al mes, sino que lo hacen de manera ininterrumpida y todo el mundo en Bruselas y Londres está dispuesto a convocar cumbres extraordinarias, si es necesario, en la mejor tradición comunitaria .

A pesar de las buenas intenciones del método, la decisión para Irlanda del Norte sigue siendo el gran escollo. En los pasillos comunitarios –siempre fuera de micrófono– se da por supuesto que habrá que esperar a la cumbre de diciembre. Incluso se comienza a especular con una primera prórroga, que sería corta, más allá del 19 de marzo de 2019 a las 00.00, fecha fijada inicilamente para la desconexión.

Pero el divorcio británico no es el único problema acuciante. El pistoletazo de salida de este otoño de frenesí europeo comenzará con el discurso de Jean Claude Juncker sobre el Estado de la Unión este próximo miércoles en el hemiciclo de Estrasburgo (Francia). Tras años y meses de parálisis por las elecciones en Holanda, Francia y las dificultades de formar coalición en Alemania, la Comisión Europea no puede dar la impresión de que Bruselas ha dejado de trabajar para sus ciudadanos y se deja desbordar por los acontecimientos que se agolpan a sus puertas. Se espera que Juncker contraataque con una batería de propuestas que tengan el control de las fronteras, la puesta en marcha de una guardia fronteriza europea y el incremento de las devoluciones de inmigrantes ilegales, como eje principal. Parece el único punto de encuentro de las capitales europeas (con matices) junto a los primeros pasos en la política de Defensa. Casi todo lo demás, está en el aire. La tan traída reforma de la zona euro, impulsada por Emmanuel Macron, parece en punto muerto y nada indica que las tareas de reanimación estén funcionando.

Las claves

- El conflicto migratorio se ha mostrado como el «peor disolvente» del proyecto europeo, reconoce una fuente de Bruselas.

- La negociación del Brexit acumula un preocupante retraso, que hace que las dos partes se preparen para un retraso de la desconexión o incluso una ruptura sin acuerdo.

- La lucha por la Comisión protagonizará buena parte de las disputas internas de la Unión.

La inquietante sombra de Orban se cierne sobre Bruselas

Esta semana, el líder de los populares europeos en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber, tendrá que enfrentarse a una de sus primeras pruebas de fuego para suceder a Jean Claude Juncker como presidente de la Comisión. El Parlamento votará una resolución para activar el famoso artículo 7 contra Hungría debido a la deriva autoritaria protagonizada por Viktor Orban. El conocido en los pasillos comunitarios como «botón nuclear» puede desencadenar en última instancia en la suspensión del derecho de voto en las deliberaciones del Consejo. Nunca se ha puesto en marcha, aunque el proceso fue activado contra Polonia en diciembre pasado. Pero Hungría y Polonia no son lo mismo, aunque lo parezcan. Ya que el primero y su partido político Fidesz pertenecen a la familia del Partido Popular Europeo, la misma que cobija a Angela Merkel, a Jean Claude Juncker y a Manfred Weber, quien la semana pasada se postuló ya oficialmente para suceder al luxemburgués. Mañana habrá un debate con el propio Orban y el miércoles se votará la resolución. Puede que haya discusiones hasta el último minuto que inclinen la balanza hacía uno u otro lado.