Turquía
La oposición se pasa al boicot comercial en su pulso contra Erdogan
El encarcelamiento del alcalde de Estambul desató las mayores protestas contra el presidente turco de la última década
Después de más de dos semanas de manifestaciones en las principales ciudades turcas contra el encarcelamiento del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, por supuestos cargos de corrupción y lazos con el terrorismo kurdo, la oposición turca explora nuevas formas en que denunciar lo que considera una persecución política y, de esta forma, erosionar al gobierno del gran dominador de la política nacional desde hace más de dos décadas, Recep Tayyip Erdogan.
Conscientes de la dificultad de mantener el pulso en la calle al Gobierno, la oposición viene llamando desde comienzos de abril al boicot de una serie de empresas a las que acusa de apoyar y sostener al gobierno turco. La respuesta de las autoridades turcas ha sido de una dureza ya de sobra conocida por sus críticos: detenciones masivas de activistas e informadores -unos dos millares- y duras críticas por parte del ejecutivo y el propio presidente, que los acusa de salir en auxilio de los “terroristas”.
“El imperio de la ley no rige en nuestro país. La detención y encarcelamiento del alcalde de Estambul es solo un ejemplo. A los ciudadanos que expresan sus opiniones se les detiene y encarcela. Los periodistas son perseguidos. La opinión pública está siendo suprimida a través del miedo”, explica a LA RAZÓN la activista y opositora Evinço Arslan.
“A raíz de la detención de Imamoglu, gente de toda Turquía han protestado contra la situación con manifestaciones masivas. Sin embargo, más allá de salir a la calle, era necesario llevar a cabo acciones que afectaran a nuestras vidas cotidianas, y mucha gente ha decidido boicotear marcas que apoyan al Gobierno. Soy una de esas personas que apoyan ese boicot”, confiesa la joven especialista en gestión de redes sociales. Aunque dominada por los partidarios de Imamoglu y su formación política, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), la oposición aglutina a colectivos de muy diversa índole como estudiantes, jóvenes profesionales urbanos, sectores feministas, izquierdistas, ecologistas y nacionalistas.
[[H3:Veto al ‘café de Erdogan’]]
Todo empezó con la idea de celebrar un día de boicot comercial, el pasado 2 de abril, con idea de paralizar la economía como forma de protesta, pero pronto la oposición decidió hacer del veto a las firmas vinculadas con el gobierno algo permanente. Y una cadena, EspressoLab, se convirtió rápidamente en el símbolo tanto de la oposición a Erdogan como del apoyo al mandatario. “Los cafés a los que vamos y los lugares donde compramos importan mucho. Porque el gobierno ha tomado control especialmente de muchas cadenas de comercio minorista. Incluso al comprar un simple café estaríamos apoyando a un Gobierno que está haciendo de nuestro país un Estado sin ley. Las marcas pueden estar eligiendo ponerse del lado de los poderosos, pero subestiman seriamente el poder de los consumidores”, asegura Arslan a LA RAZÓN.
“Si se lleva a cabo con determinación, un boicot puede forzar a los gobiernos y marcas a ceder en sus comportamientos. De esta forma, estamos usando el poder que tenemos como consumidores. No queremos financiar instituciones que nos privan de nuestros derechos y tratan de silenciarnos con violencia. Por ahora, veo un grupo de personas altamente comprometidas en lo relativo al boicot”, confiesa la especialista en gestión de redes sociales. El gobierno, que acusa a la oposición de “desestabilizar” el país con el veto, detuvo hasta once personas vinculadas al mismo hace dos semanas.
Pero el boicot va mucho más allá del gesto simbólico de evitar comprar el ‘café de Erdogan’. Defienden sus promotores que “la resistencia” implica “no llevarnos a casa marcas progubernamentales, no yendo a sus establecimientos y no viendo sus canales de TV”. “Mientras miles de personas están en las calles en este país, los medios principales nos ignoran y solo invitan a defensores del gobierno a sus programas. No quiero ayudar con la financiación de esos canales que no nos muestran la verdad”, zanja Arslan.
Aunque son conscientes de que falta aún mucho, algo más de tres años, para las elecciones presidenciales de 2028 -nadie duda de que Erdogan volverá a liderar al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) a pesar de que había asegurado que los comicios de 2023 fueron los últimos para él-, la oposición espera mantener la movilización viva a punto para los comicios. Está convencida de que los resultados de las municipales del año pasado, en que el CHP se llevó las alcaldías de las principales ciudades y se impuso en voto popular a los islamistas, apuntan a un cambio de tendencia imparable. “La mitad de este país no está feliz con la administración actual. Turquía demanda una gobernanza justa”, asegura la joven activista turca.
La única certeza, con todo, es que por ahora el ya proclamado candidato de su formación para las próximas presidenciales seguirá en prisión preventiva. Este lunes, un tribunal turco rechazaba una apelación presentada por los abogados del alcalde de Estambul. Además, también este lunes varios centenares de estudiantes de secundaria salieron a protestar en más de una docena de centros educativos contra el remplazo de profesores por “razones políticas” mientras el Gobierno niega que su relevo tenga que ver con su apoyo a las manifestaciones de las últimas semanas. La oposición, que pide elecciones anticipadas contra “el golpe de Erdogan contra su rival”, promete seguir dando la batalla “hasta el final”.