
Elecciones europeas
El Partido Popular Europeo se debate entre pactar o no con la derecha populista
Von der Leyen se arriesga a perder el apoyo de sus aliados socialistas, liberales y verdes de cara a su reelección como presidenta de la Comisión Europea

Los partidos de extrema derecha han dejado de ser un fenómeno coyuntural y está claro que han llegado al panorama europeo para quedarse. A menos de dos semanas de que se celebren las elecciones, El Partido Popular Europeo (PPE) se debate entre aislar a estas fuerzas políticas o intentar entenderse en algunos asuntos.
Nadie duda de que el PPE volverá a ser el más votado, ya que lidera de manera cómoda las encuestas, pero los sondeos también vaticinan un giro hacia la derecha tras las elecciones del 9 de junio, y los partidos euroescépticos pueden acabar ganando bastante terreno. Esto obligará a Von der Leyen a conseguir no solo el apoyo de socialistas, verdes y liberales (quienes la han sostenido durante su primer mandato), sino también granjearse las simpatías de parte del grupo de los Conservadores y Reformistas europeos (ECR), fuerza política en la que se encuadran partidos como Ley y Justicia polaco, Vox o Hermanos de Italia de la primera ministra Giorgia Meloni. Fuerzas con unas posiciones más moderadas en algunos puntos que los postulados de partidos eurófobos como los de Marine Le Pen, Alternativa para Alemania (AfD) y Geert Wilders, pero con tintes euroescépticos y soberanistas. A esto se une que la composición de los grupos parlamentarios todavía no está clara. Le Pen y Salvini han expulsado a AfD después de que Maximiliam Krah, el cabeza de lista a las elecciones europeas, asegurara en una entrevista que nunca diría «que quien llevaba un uniforme de las SS era directamente un criminal».
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha puesto unos límites claros que, sin embargo, a socialistas y liberales comienzan a no parecerles suficientes. No pactará ni con aquellos partidos que no respeten al Estado de derecho (como los conservadores polacos de Ley y Justicia) ni con aquellos que no apoyen a Ucrania y hagan el juego a Putin (como Viktor Orban o formaciones como el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen o AfD). La propia Von de Leyen manifestó la semana pasada de manera expresa su mano tendida a Hermanos de Italia de Georgia Meloni y excluyó a Le Pen y Alternativa para Alemania. Von de Leyen no ha mencionado otros aspectos polémicos que suelen caracterizar a aquellos partidos más a la derecha del PPE, como la lucha contra el cambio climático o la mano dura contra la inmigración. Unos terrenos en los que parte de la familia popular europea comparte postulados con estas formaciones.
El canciller alemán, Olaf Scholz, ha declarado sentirse «muy entristecido por la ambigüedad de algunas de las declaraciones políticas escuchadas recientemente» y ha dejado claro que «solo será posible establecer una presidencia de la Comisión basada en los partidos tradicionales».
Como última muestra de diferentes posturas a la hora de pactar o no con formaciones consideradas extremas, los resultados electorales en Portugal y el ascenso imparable del partido Chega, que ha sabido canalizar el descontento. Luís Montenegro, el líder del centro derecha, cuyo partido pertenece al PPE, se ha convertido en primer ministro sin pactar con Chega, siguiendo el ejemplo de la CDU de Angela Merkel, que siempre se negó a cualquier acuerdo con la ultraderecha.
Pero no todas las formaciones de centro derecha europeas han optado por aislar a partidos considerados populistas, sino que otros no han dudado en pactar con ellos. En Suecia, el líder del Partido Moderado, Ulf Kristersson, consiguió el poder en 2022 gracias a Demócratas Suecos (considerados de ultraderecha), aunque sin formar parte del Gobierno. En Italia, el partido Forza Italia, fundado por Silvio Berlusconi y perteneciente al PPE, también ocupa importantes carteras dentro del Gobierno de Giorgia Meloni.
Aunque la presión está ahora en el PPE, lo liberales europeos tampoco están libres de ser considerados incoherentes. Sobre la dificultad de pactar con fuerzas eurófobas, el mejor ejemplo es lo sucedido en Países Bajos. Después de que el líder de ultraderecha Geert Wilders se convirtiera en el candidato más votado, se ha visto obligado renunciar a convertirse en primer ministro, pese a que su partido ganó las elecciones. A pesar de esto y tras unas negociaciones que han durado seis meses, se ha llegado a un acuerdo con cuatro partidos en el que los liberales de VVD pactaran con los ultras.
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