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Escalada en Oriente Medio

Putin y Xi se unen ante la crisis Israel-Irán

Condenan las acciones de agresión, apelan a una resolución diplomática y se ofrecen a mediar si fuera necesario

En el séptimo día de una guerra que amenaza con incendiar Oriente Próximo, Vladimir Putin y Xi Jinping, los colosos del bloque antihegemónico, lanzaron este jueves un mensaje contundente: la escalada entre Israel e Irán debe detenerse, y solo la diplomacia puede salvar a la región de un colapso catastrófico. En una llamada telefónica, los líderes condenaron al unísono los ataques israelíes contra Teherán, que amenazan con desatar un caos absoluto. «Los implicados en el conflicto, especialmente Israel, deben cesar las hostilidades lo antes posible para prevenir una escalada cíclica y evitar resueltamente el desbordamiento de la guerra», advirtió Xi, según la agencia estatal Xinhua, mientras el Kremlin, por boca de su asesor Yuri Ushakov, acusaba a Tel Aviv de violar la Carta de la ONU y el derecho internacional. El tono de la conversación no deja lugar a dudas. Moscú y Pekín ven en la fuerza militar un callejón sin salida. «Partimos del principio de que la solución a la situación actual (...) no puede estar en la fuerza, y que la solución puede y debe encontrarse exclusivamente por medios políticos y diplomáticos», afirmó Ushakov, reflejando la postura compartida de ambas potencias. La prevención no se limita a Israel, Rusia ha señalado directamente a Estados Unidos, instándolo a no sumarse a los bombardeos israelíes, un movimiento que, según Moscú, podría precipitar una «calamidad» en Oriente Próximo.

Con misiles iraníes Fattah-1 impactando Haifa después de que el Líder Supremo de la República Islámica, el ayatolá Ali Jamenei, lanzara un grito de guerra llamando a no mostrar «ninguna piedad» hacia Israel, el riesgo de una guerra total no es solo regional, por lo que la urgencia de un alto al fuego es urgente. Desde Líbano, el grupo chií Hizbulá ha irrumpido con una condena fulminante contra Estados Unidos, tras amenazas veladas de Washington contra Jamenei, incluyendo la posibilidad de su asesinato. «Hablar de eliminar al Líder Supremo es una locura con consecuencias devastadoras», advirtió Hizbulá en un comunicado, calificando la retórica estadounidense como una «ofensa a cientos de millones de musulmanes» y un acto de «imprudencia» que podría elevar la crispación. Con su arsenal de 150.000 cohetes, según estimaciones del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de Israel, el que grupo no solo respalda a Irán amenaza con abrir un segundo frente contra Israel elevando las apuestas en un enfrentamiento ya al rojo vivo.

Putin, que ha dialogado con Donald Trump, Benjamin Netanyahu y Masoud Pezeshkian en los últimos días, se ofrece como mediador, aunque su propuesta aún no encuentra eco. Xi, por su parte, respaldó la iniciativa rusa, viendo en ella una vía para enfriar un conflicto que amenaza los flujos de petróleo del Golfo, vitales para la economía china. Ambos líderes, que se reunirán en Pekín a finales de agosto, quieren reposicionarse como árbitros mientras Washington parece tentado por la intervención militar. Xi Jinping lanzó una advertencia profética: «Oriente Próximo está al filo de una catástrofe, y si el conflicto entre Israel e Irán se intensifica, el mundo entero pagará el precio». En un comunicado emitido por el Ministerio de Asuntos Exteriores de China, apuntó a que la humanidad ha ingresado en «un nuevo periodo de turbulencias y cambios» e incidió en que una escalada no solo devastará a las partes implicadas, arrastrará a toda la región —y al mundo— al abismo. «Si Oriente Próximo es inestable, el mundo no estará en paz», sentenció un Xi preocupado, poniendo el dedo en la llaga de una crisis que amenaza la seguridad global. En un mensaje velado a potencias como Estados Unidos, Xi instó a los «países con influencia especial»—en alusión a Washington y sus aliados— a apagar las llamas en lugar de avivarlas. «Quienes tienen poder sobre las partes deben desescalar, no al contrario», recalcó, exigiendo un giro hacia la diplomacia antes de que todo se desborde. Asimismo, elevó la presión sobre el Consejo de Seguridad de la ONU, al que urgió asumir un papel más activo para contener la crisis. Alzando un muro diplomático contra la ofensiva de Israel en Irán, ambos jefes de Estado, que planean reunirse en Pekín a finales de agosto, acordaron mantener una coordinación estrecha, consolidando su frente común en un momento de creciente polarización global. El trasfondo de esta postura no es solo humanitario, sino estratégico. Rusia, que mantiene lazos militares y económicos con Irán —recientemente fortalecidos por la venta de misiles balísticos, según el Pentágono—, busca evitar un conflicto que desestabilice aún más sus alianzas. La segunda economía mundial, por su parte, con intereses energéticos en la región y una postura antihegemónica frente a Occidente, ve en la crisis una oportunidad para proyectar una vez más su influencia como potencia conciliadora. Juntos, posicionan al eje Moscú-Pekín como un contrapeso a la beligerancia occidental, mientras el resto del mundo observa si sus palabras lograrán apagar las llamas que amenazan con devorar Oriente Próximo.