Estados Unidos
Reproches sin debate
“Cualquiera que me conozca sabe que esas palabras no ponen de manifiesto mi modo de ser”, declaró Donald Trump después de que se hiciese público el explícito audio en el que se le podía escuchar alardeando sobre su vida sexual. No, Donald. Ahí Hillary Clinton tenía razón. “Refleja exactamente su manera de comportarse”, dijo ella. No se le había hecho esa grabación a alguien de 13 años. Trump pronunció esas palabras cuando tenía 59, algo que la moderadora Martha Radatz señaló. ¿Qué habría cambiado? Pero eso no significaba que los simpatizantes de Clinton pudiesen regodearse. Sentadas en primera fila había cuatro mujeres que Trump llevó al debate, cuatro mujeres que supuestamente habrían mantenido aventuras con el esposo de Clinton, una de ellas defiende haber sido violada. ¿No es cierto que ambas familias han sufrido terriblemente por los impulsos sexuales incontrolables de los dos maridos? ¿Y no es eso más triste que indignante? ¿Y no llevaba Trump la razón en uno de los grandes temas, es decir, que esta “charla de vestuario” no es tan importante como que “tenemos un mundo donde el Estado Islámico (EI) corta cabezas [...], donde hay guerras y muchas escenas horribles por todas partes?”.
Sí. Los matrimonios Trump y Clinon no son, ni de cerca, tan importantes como los temas sobre los que ambos candidatos comenzaron a hablar después de los primeros 20 minutos: inmigración, Siria, la atención médica, pobreza y trabajos. Pero ese es el motivo por el que al final, el hecho de que aprendiéramos tanto sobre la vida sexual de Trump no resultó ser lo más decepcionante, sino que sacamos muy poco en claro una vez Clinton y Trump comenzaran a hablar sobre estos asuntos realmente vitales.
En cuanto a la sustancia, el debate fue terrible. Y aquí Trump se lleva la culpa, tal y como los periodistas han señalado meticulosamente. Mientras que Trump defendía que los seguros de salud estaban “subiendo un 68%, 59%, 71%”, la verdad es que, de media, ‘Obamacare’ subirá un 9%, mucho de ello subvencionado. Con respecto al ataque de San Bernardino, los contrastadores de hechos desmintieron que hubiese ninguna evidencia de que “mucha gente vio bombas por todas partes en el apartamento” de los culpables, como él apuntaba. Los impuestos americanos son “los más altos del mundo”, manifestó el candidato republicano. Lo cierto es que, entre los países de la OCDE, Estados Unidos está “en el tercio inferior”.
La descripción del magnate de cómo tenemos a “cientos de miles de personas provenientes de Siria atravesando nuestras fronteras y no sabemos nada sobre ellos” cuando, verídicamente, la administración Obama admitió a 12.500 solicitantes de asilo el año pasado. Trump desmintió haber invitado a la gente a ‘ver si había un vídeo sexual’ de Miss Universo, aunque en un tuit pasado se preguntara si la Deshonesta Hillary habría ayudado a la asquerosa Alicia Machado.
Tampoco le ha dado su apoyo formal el Servicio de Inmigración y de Control de Aduanas estadounidenses, a pesar de que él dijera que sí. Puede que lo confundiese con un sindicato pequeño. Y Alepo no “ha caído, básicamente”. No ha caído, o al menos no todavía.
Hay, literalmente, docenas más, muchas de ellas demasiado complicadas como para explicarlas aquí.
No es que Hillary Clinton no se equivocara, o pasara por alto la verdad, especialmente en lo concerniente al escándalo de sus emails, que lo hizo. Pero el número de sus ofensas fue una fracción del de las de Trump. Eso es demasiado malo. Los debates pueden instruir, incluso en política. Allá por 1858, Abraham Lincoln y su oponente, Stephen Douglas, compitieron por el Senado. Los dos viajaron por Illinois, debatiendo sobre la esclavitud. Eso sí que fueron debates de verdad, con cada candidato hablando durante una hora. Luego se contraatacaban durante media hora gritando (no había micrófonos por aquel entonces) ante muchedumbres de hasta 10.000 personas acampadas delante frente a ellos. Todavía estudiamos los textos de esos debates después de casi 160 años.
¿Necesitamos imitar a Lincoln y a Douglas? No. Sus debates no fueron brillantes. Y no soy el primero en señalar que tenemos Internet si lo que queremos es obtener información detallada sobre lo que proponen los candidatos.
Pero los debates nos ofrecen una oportunidad de ver cómo los candidatos difieren, frente a frente. Una oportunidad que Internet no nos ofrece. Trump es como un entrenador de fútbol que alardea de lo bueno que es su equipo sin dejarles jugar. Necesitamos que los equipos se enfrenten. Uno como uno.
Y al final eso fue por lo que el escándalo en torno a Trump no fue la gran decepción de la noche, sin minimizar lo abyecto de sus grabaciones. La charla de vestuario es repugnante. ¿Pero una mentira detrás de otra en temas que pueden significar la vida o la muerte? Eso es despreciable.
Ambos candidatos necesitan citar más a Abraham Lincoln. Su nombre fue mencionado anoche. Deberían citarle menos e imitarle más.
*Profesor de la American University y escritor de discursos de Al Gore
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