Política

Amenaza nuclear

Trump reabre la carrera nuclear al romper el pacto con Rusia

EE UU culpa al Kremlin de «violar» el acuerdo de desarme y Moscú promete represalias por la medida unilateral

El presidente de EE.UU., Donald Trump, habla durante un acto en la Oficina Oval / Efe
El presidente de EE.UU., Donald Trump, habla durante un acto en la Oficina Oval / Efelarazon

EE UU culpa al Kremlin de «violar» el acuerdo de desarme y Moscú promete represalias por la medida unilateral

Estados Unidos podría abandonar el Tratado INF, que erradicó los misiles nucleares de corto y medio alcance. Lo anunció Donald Trump, a punto de subirse al Air Force One con rumbo a Nevada, donde tenía previsto participar en un mitin de campaña. «Rusia ha violado el acuerdo», explicó. «Lo han violado durante años. Y no sé por qué el presidente Obama no lo renegoció o se retiró. No vamos a permitir que violen un acuerdo nuclear y fabriquen armas mientras que nosotros no podemos. Somos los que nos hemos mantenido dentro del acuerdo y lo hemos respetado. Pero Rusia, lamentablemente, no ha cumplido. Así que vamos a rescindirlo. Vamos a retirarnos».

Sus palabras provocaron la inmediata respuesta del Kremlin. En declaraciones a la agencia Sputnik, fuentes del Gobierno ruso señalaron que la medida responde al anhelo de Estados Unidos de acabar con la multipolaridad. El senador ruso Alexei Pushkov aseguró que la ruptura del acuerdo constituirá el segundo gran golpe contra la estabilidad geoestratégica mundial. El primero habría tenido lugar cuando en 2002 Washington abandonó el Tratado ABM, que limitaba el número de sistemas de misiles antibalísticos y que fue firmado por Richard Nixon y Leonid Brezhnev. Por su parte el viceministro de Exteriores ruso, Serguei Riabkov, comentó a la agencia TASS que su país observa con suma preocupación «los nuevos intentos de EE UU de lograr mediante el chantaje que Rusia haga concesiones en materia de seguridad estratégica internacional». «Sería un paso muy peligroso», añadió, «que no será comprendido por la comunidad internacional». El Tratado INF, enfocado a los misiles balísticos terrestres o misiles de crucero con un radio de acción entre los 500 y los 5.500 kilómetros, sirvió para estabilizar el teatro de operaciones europeo, hasta entonces directamente amenazado por este tipo de proyectiles.

Fue firmado por EE UU y Rusia en 1987, con Ronald Reagan en la Casa Blanca y Mijail Gorbachov al frente de la URSS. Pero hace años que los dos países amenazaban con desvincularse. En julio de 2014, bajo la presidencia de Obama, EE UU acusó a Rusia de violar el INF. La denuncia fue formulada en «The New York Times» por un alto cargo de la Casa Blanca que prefirió no revelar su nombre. Rusia, inmersa en la crisis de Ucrania, habría violado «la promesa de no poseer, producir, o hacer pruebas de vuelo de un misil de crucero lanzado con una capacidad de alcance de 500 a 5.500 km, o de poseer o producir las lanzaderas para disparar esos proyectiles». No era un disputa cualquiera. Como recordaba Michael R. Gordon en el Times, el INF fue decisivo en el principio del fin de la Guerra Fría y «ha sido considerado como la piedra angular» de los esfuerzos de control de armas». Pero Rusia habría retomado los experimentos con misiles de crucero a partir de 2008. «A finales de 2011, la Casa Blanca concluyó que se estaba cuestionado el cumplimiento del INF», y «en mayo de 2013, Rose Gottemoeller, del Departamento de Estado, planteó por primera vez la posibilidad de una violación a sus homólogos rusos».

El anunció de Trump supone el triunfo de las tesis del asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien se encuentra en estos momentos de visita en Moscú. Bolton tiene previsto entrevistarse con el presidente ruso, Vladimir Putin con el que abordará la salida del acuerdo de no proliferación. El asesor de Seguridad Nacional representa a uno de los sectores más radicales de la Administración Trump. Pero nadie puede engañarse: estaba ya deletreado en los presupuestos de defensa para 2019 aprobados el pasado verano. Como escribió la politóloga y experta en Rusia, Abigail Stowe-Thurston, en las páginas del Boletín de Científicos Nucleares, «el proyecto de ley renueva los llamamientos para el desarrollo de un nuevo sistema de misiles que no solo violará el Tratado INF, sino que también pondrá a Estados Unidos en una posición deficiente respecto a sus aliados europeos. La legislación se basa en la dudosa afirmación de que Estados Unidos puede suspender el Tratado INF en respuesta a una violación por parte de Rusia». En su opinión se trataría de una medida inútil. Cuando no directamente contraproducente. Para de Stowe-Thurston era poco probable que la amenaza de «un nuevo sistema de misiles logre que Rusia vuelva a cumplir con el tratado».

Lawrence Korb del Centro para el Progreso Americano y vicesecretario de Defensa con Ronald Reagan, alertó entonces que el nuevo plan para modernizar el arsenal nuclear, auspiciado por el actual secretario de Defensa, el ex general James Mattis, flexibiliza los requisitos para el uso de armas nucleares y propone el desarrollo de nuevos tipos de misiles.

Un anuncio que coincide con la evidencia, recolectada por los servicios de información desde hace años, de que tanto Rusia como China trabajan para expandir y modernizar su arsenal nuclear. No sorprende entonces que el Reloj del Juicio Final, creado en 1947 por la junta directiva del Boletín de los Científicos Atómicos para calcular y alertar del riesgo de una guerra nuclear, haya situado el contador a apenas dos minutos de la medianoche. Solo en 1953, cuando la URSS probó con éxito su primera bomba termonuclear, un devastador artefacto de 400 kilotones con el que respondía a la detonación de Ivy Mike, la primera bomba termonuclear de EE UU, las manecillas del Reloj estuvieron tan cerca de señalar el apocalipsis.