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Simon Peres, el halcón que se convirtió en paloma

El ex presidente Simon Peres
El ex presidente Simon Pereslarazon

Durante la primera mitad de su carrera, que duró siete décadas, Peres se centró en prepararse para la guerra, no para la paz.

Simón Peres, el estadista israelí, laureado con el premio Nobel, será recordado como uno de los defensores del proceso de paz de Oriente Medio. Sin embargo, durante la primera mitad de su carrera, que duró siete décadas, Peres se centró en prepararse para la guerra, no para la paz.

David Ben-Gurion, que fue el primer jefe de Gobierno israelí y ministro de Defensa, temía que el Estado naciente peligrara, dado que era superado en número y en armas por naciones vecinas que pedían su destrucción. Siendo joven asesor y protegido de Ben-Gurion, a Peres se le encargó una misión imposible: trabajar con una fuerza mayor que daría armas al Estado judío para que pudiese sobrevivir a futuros ataques.

A pesar del embargo armamentístico, una escasez severa de fondos y muchos obstáculos políticos y burocráticos dentro y fuera de sus fronteras, el chico maravilla, tan increíblemente creativo, usó métodos pocos ortodoxos de diplomacia para cumplir con las expectativas. En las primeras dos décadas de existencia de Israel, Peres estableció las industrias de aviación de Israel, forjó una alianza secreta con Francia que facilitó al país cantidades masivas de armas de alta calidad, y construyó un reactor nuclear cerca del sur de la ciudad de Dimona que dio a Israel el mejor elemento disuasorio: una bomba. Debido primordialmente a los esfuerzos de Peres, Israel pasó de ser un Estado débil, aislado y vulnerable a una superpotencia regional.

Durante los últimos años de la década de los 70, Peres reconoció un cambio en las actitudes de algunos líderes árabes con respecto a Israel, que se vio influido por las dramáticas propuestas de paz con Israel del presidente egipcio Anwar Sadat, que llevaron al primer tratado de paz arabe-israelí. Pensó que el país se había hecho lo suficientemente fuerte para asumir riesgos calculados por la paz.

Cultivó relaciones cercanas con un número de líderes árabes, incluyendo al sucesor de Hosni Mubarak, Hussein, el rey de Jordania, y Hassan II, el rey de Marruecos. Al final, llegó a conclusión de que la paz requeriría negociaciones directas con el errático líder palestino, la cabeza de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, y convenció al escéptico primer ministro Yitzhak Rabin para autorizar negociaciones secretas con el veterano terrorista en Oslo. Se llegó a un acuerdo histórico y Peres, junto con Rabin y Arafat, recibió el Premio Nobel de la Paz.

Aunque el proceso de Oslo se derrumbó finalmente, Peres nunca se rindió y continuó trabajando para conseguir el objetivo escurridizo de la paz hasta el día en el que murió.

Quien una vez fuera halcón se había convertido en paloma. Peres siempre insistió en que no fue él quien cambió, si no que fueron las circunstancias las que cambiaron. Para Peres, la seguridad y la paz eran dos caras de la misma moneda; un acuerdo negociado con los palestinos era necesario para la supervivencia de Israel en el largo plazo. Le gustaba decir que construyó Dimona (el reactor nuclear) para llegar hasta Oslo.