Muere Thatcher
Thatcher exigió que no hubiera funeral de Estado
«Le parecía una pérdida de dinero y algo nada apropiado para ella», según su portavoz
En vida siempre quiso hacer las cosas a su manera, sin importarle en la mayoría de las ocasiones llegar a un consenso, con tal de imponer su voluntad. Con su muerte ha pasado exactamente lo mismo.
En vida siempre quiso hacer las cosas a su manera, sin importarle en la mayoría de las ocasiones llegar a un consenso, con tal de imponer su voluntad. Con su muerte ha pasado exactamente lo mismo. Siguiendo su doctrina de «ordeno y mando», Margaret Thatcher dejó claras algunas exigencias a su círculo más íntimo para organizar su funeral. La «Dama de Hierro» recalcó que, de ninguna manera, se debería hacer un funeral de Estado.
La única mujer en la historia de Reino Unido que ha ocupado el cargo de primer ministro vetó la idea consciente de que exigiría una proposición de ley para permitir que los fondos públicos fueran utilizados en el sepelio. En definitiva, temía suscitar un debate que dividiera a los británicos. Con sus intervenciones en el Parlamento durante su larga trayectoria política –fue la inquilina del siglo XX que más tiempo ha estado en Downing Street– no le importó hacer saltar de sus escaños a la oposición y a sus propias filas. Pero, antes de que la demencia se apoderara completamente de ella, dijo a los suyos que con su último adiós no quería crear polémica. «El funeral de Estado le parecía una pérdida de dinero y algo nada apropiado para ella», recalcó ayer su portavoz, Lord Bell.
Así pues, el funeral por la baronesa Thatcher se celebrará el próximo miércoles y será de carácter «ceremonial». Marcará un hito, ya que es el primer entierro de un ex primer ministro británico al que asistirá la reina Isabel II desde el funeral de Estado que se hizo para Winston Churchill en 1965.
La soberana, que actuará en su calidad de jefa de Estado, estará acompañada por su marido, el duque de Edimburgo. Según recalcó un portavoz de Clarence House, no está previsto que acudan más miembros de la familia real.
El cuerpo de la que fue líder y heroína del Partido Conservador fue trasladado ayer a primera hora de la mañana desde el hotel Ritz hasta un lugar que la familia no quiso revelar para mantener su privacidad. El pasado mes de enero, tras su operación de vejiga, Thatcher decidió aceptar la invitación de los propietarios del hotel de lujo, los gemelos David y Frederick Barclay –dos de los hombres más ricos de Inglaterra y gran des admiradores suyos– para evitarla subir y bajar las escalera de su residencia de cuatro plantas situada en el exclusivo barrio londinense de Belgravia.
Aunque la familia ha pedido expresamente que, en vez de mandar flores, se hagan donativos al Royal Hospital de Chelsea, multitud de ciudadanos anónimos se acercaron hasta el edificio de su casa para depositar ramos y mensajes de condolencia. Las mismas escenas se repitieron en Grantham, su ciudad natal, y en Finchley, la circunscripción donde finalmente consiguió en 1959 su escaño para la Cámara de los Comunes. Los vecinos aún recuerdan que no tenían ninguna intención de votar por aquel entonces a una mujer, pero cuando la escucharon hablar cambiaron de opinión.
Con todo, no todos los británicos guardan de ella un buen recuerdo. Los residentes de Glasgow, Brixton o barrios del sur de Londres –las zonas donde en los años ochenta se llevaron a cabo las mayores protestas en contra de sus medidas– salieron a la calle para celebrar con champán su muerte sosteniendo pancartas en las que se podía leer: «Al fin la bruja ha muerto».
Por expreso deseo de Thatcher, su cuerpo no será expuesto en el palacio de Westminster, sede del Parlamento británico, donde hoy tanto la Cámara de los Lores como la de los Comunes le rendirán tributo y debatirán su legado.
El próximo martes, eso sí, el féretro será trasladado a la capilla de Santa María, situada en los sótanos del Parlamento. Habrá un servicio escueto y descansará allí durante toda la noche. A primera hora de la mañana del próximo miércoles, los miembros de las Fuerzas Armadas marcarán el camino de la procesión fúnebre desde Westminster hasta la catedral de San Pablo.
El funeral ceremonial es un nivel menor que el funeral de Estado. Aunque, debido a toda la parafernalia, el ciudadano de a pie no notará apenas la diferencia. Mientras que en el primero el carro del féretro es tirado por caballos, en el segundo es llevado por los soldados de la Marina. Las honras, por tanto, serán similares a las que recibieron Lady Di en 1997 y la reina madre, en 2002. Siguiendo los deseos de su familia, posteriormente será incinerada en una ceremonia ya de carácter más privado. Un portavoz de Downing Street, donde la bandera continuará hasta mañana a media asta en señal de luto, confirmó que numerosas personalidades y amigos de la baronesa serán invitados a la misa de San Pablo, que será retransmitida también por televisión.
La muerte de Thatcher continuó siendo ayer la noticia protagonista en las calles de Reino Unido y en los medios de comunicación. Todos los periódicos, sin excepción, dedicaron su portada a la «Dama de Hierro» con un amplio despliegue lleno de análisis que evaluaban la vida y la obra de la mujer que cambió para siempre el destino del país. El ministro de Finanzas, George Osborne, matizó ayer que «todos los políticos ahora se quedan pequeños en comparación con ella». «Viviremos a su sombra y tenemos que aceptarlo. Fue una gran ministra principal, probablemente la más grande de nuestra historia en tiempos de paz, y tenemos la suerte de vivir en un país por el que tanto hizo y tanto transformó», recalcó.
Seis policías heridos en una «fiesta» antithatcher
El Ayuntamiento de Glasgow pidió ayer a sus ciudadanos que evitaran volver a congregarse en la plaza de San Jorge, donde la víspera al menos cien personas se reunieron para festejar el fallecimiento de la «premier». Las autoridades manifestaron la preocupación de que el evento fuese una «fiesta» en la que el ayuntamiento «no ha estado implicado ni ha dado el consentimiento». En Brístol, seis policías resultaron heridos durante otra «fiesta» callejera para celebrar la muerte de Thatcher tras arrojarles botellas y piedras.
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