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Donald Trump: la guerra de los 100 días
El presidente advierte de un «grave conflicto» militar si Pyongyang mantiene su órdago nuclear. Derrotado en sus planes más ambiciosos dentro de casa, mira al exterior para reforzar su prestigio.
El presidente advierte de un «grave conflicto» militar si Pyongyang mantiene su órdago nuclear. Derrotado en sus planes más ambiciosos dentro de casa, mira al exterior para reforzar su prestigio.
Donald Trump llega a sus primeros cien días como presidente haciendo sonar los tambores de guerra. Él, que tanto hizo por desmarcarse del intervencionismo militar de sus predecesores, anunció ayer que «es posible que terminemos en un grave, grave conflicto con Corea del Norte» debido a las provocaciones del régimen de Pyongyang con su programa nuclear militar. Su secretario de Estado, Rex Tillerson, lanzaba el mismo mensaje en el Consejo de Seguridad de la ONU: «Dada la creciente amenaza, ha llegado el momento de que todos pongamos nueva presión sobre Corea del Norte». En su primera visita a la ONU, Tillerson insistió en que Pyongyang es «el asunto de seguridad más acuciante del mundo». «Preferimos una solución negociada. Pero estamos comprometidos a defendernos a nosotros y a nuestros aliados», advirtió.
El activismo de Trump como líder global ha sido una de las sorpresas de sus primeros tres meses en la Casa Blanca. Lejos de inhibirse en conflictos lejanos, ordenó bombardear Yemen y Afganistán, donde lanzó la bomba más grande en 70 años. También atacó una base militar en Siria y cambió de posición sobre el presidente Asad, a quien ya no defiende como líder del país una vez acabe la guerra. Pasó de tachar a la OTAN de caduca a defender su vigencia y necesidad. Y ahora Corea del Norte, donde parece estar dispuesto a lanzar un ataque si la dictadura comunista realiza nuevas pruebas nucleares. El régimen de Pyongyang contestó a primera hora de su mañana, madrugada española, con el lanzamiento de un misil balístico desde el norte de la capital norcoreana, según informaron fuentes militares de Corea del Sur.
Trump ha decidido celebrar este día simbólico en Harrisburg (Pensilvania), donde tiene previsto un gran mitin y la visita de una fábrica, un guiño al electorado de la América desencantada con la globalización. Ha querido huir de Washington, símbolo de la corrupción del sistema, donde tradicionalmente el presidente festeja sus primeros cien días con una cena de gala junto a los corresponsales de la Casa Blanca. Esta vez no será así.
El logro más duradero del multimillonario es, sin duda, el nombramiento del nuevo juez del Tribunal Supremo Neil Gorsuch, porque viene a desequilibrar la balanza a favor de los conservadores dentro de este órgano. Su puesto es vitalicio y de gran relevancia ya que el Supremo ejerce una influencia decisiva en la vida política del país. Ésta ha sido la única medida de calado que contó con el apoyo del Partido Republicano, algo destacable porque se produce en un momento en el que queda claro que el «matrimonio» entre partido y presidente parece abocado al divorcio. Trump nunca gustó dentro de las filas republicanas, cuyos miembros han sido arrinconados desde que el magnate llegó a la Casa Blanca.
Pero lo más sonado quizá sean sus fracasos. El más destacado es el intento de derogar la reforma sanitaria de Obama, la bestia negra de los conservadores. Sin embargo, el ala más radical de su partido no apoyó la propuesta final que se limitaba a rebajar el Obamacare, un programa que da cobertura médica por primera vez a 20 millones de personas. Trump no ha logrado plantear el ambicioso programa de gasto en infraestructuras para revitalizar al país ni ha conseguido presupuesto para la construcción del muro con México. Tampoco ha acabado con el reinado de los intereses especiales en Washington ni ha expulsado a los dos millones de inmigrantes ilegales «criminales». En el plano internacional no le resulta prioritario el traslado de la embajada de EE UU en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, ni parece dispuesto, de momento, a renegociar el acuerdo nuclear iraní ni a frenar el deshielo diplomático con el régimen de Castro. Tampoco Rusia ha sido el gran aliado que Trump prometió al mundo, especialmente después de la dimisión de su consejero de seguridad Michael Flynn, tras conocerse que mintió sobre sus encuentros con embajador ruso.
La impronta de Trump es la de un presidente contradictorio que se pelea frontalmente con periodistas y jueces. Estos últimos tumbaron el decreto presidencial de prohibición de viaje a los nacionales de siete países musulmanes. Para contrarrestar, la Casa Blanca resalta que «Trump ha logrado el mayor compromiso en la relación del Gobierno con la vida de los estadounidenses que cualquier otro presidente en la historia». Y como prueba esgrime la firma de 13 resoluciones para la eliminación de regulaciones, una medida utilizada hasta ahora sólo por Clinton y Bush.
En el campo de las promesas cumplidas cabe destacar la retirada de EE UU del Acuerdo de Libre Comercio del Pacífico (TPP). También ha avanzado en el levantamiento de la prohibición de la construcción de dos oleoductos, Keystone XL y Dakota Access, y en la eliminación de restricciones medioambientales para las inversiones en el sector de la minería, entre otros. Asimismo, ha presentado una reforma fiscal muy generosa para los ricos y las empresas, con una bajada del impuesto de sociedades del 35% al 15%. No ha retirado al país del Acuerdo de París sobre el cambio climático, pero se confirma que la defensa del medio ambiente no será prioritaria. Con respecto a Asia, hay incertidumbre por saber cuál va a ser su relación con China, a la que tanto criticó y que ahora le resulta fundamental en la estrategia con respecto a Pyongyang.
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