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Trump viaja a Japón para acelerar el nuevo acuerdo comercial

El presidente de EE UU es el primer líder extranjero en visitar el nuevo emperador Naruhito.

Melania Trump, Donald Trump, el emperador Naruhito y la emperatriz Masako en Japón
Melania Trump, Donald Trump, el emperador Naruhito y la emperatriz Masako en Japónlarazon

El presidente de EE UU es el primer líder extranjero en visitar el nuevo emperador Naruhito.

Fiel a sus propios biorritmos políticos, incapaz de adecuarse al proceder tradicional, Donald Trump continúa rompiendo protocolos en su visita oficial a Japón. Así, recibido por la familia real, el flamante emperador Naruhito y su esposa, no dudó en acercarse a ellos y preguntarles qué tal estaban, justo antes de pasar revista a las tropas y de intercambiar suntuosos regalos. Pero las salidas de tono y los intercambios con el emperador nipón, que a fin de cuentas hace décadas que dejó de ser una divinidad, palidecen comparadas con sus declaraciones previas, junto al primer ministro Shinzo Abe. Entre otras cosas el presidente de EE.UU. expresó su conformidad con las frases despectivas del dictador coreano respecto a Joe Biden. "Kim Jong Un dijo que Joe Biden es un individuo con bajo coeficiente intelectual. Probablemente lo sea, basándonos en su historial. Creo que estoy de acuerdo con él en eso", comentó. Por si fuera poco acaba de comentar que en Twitter que "Corea del Norte ha disparado algunas armas pequeñas, que perturbaron a algunos de los míos, pero no a mí. Tengo confianza en que el presidente Kim cumplirá su promesa, y también he sonreído cuando llamó a Joe Biden un individuo con bajo coeficiente intelectual, o peor. ¿Tal vez con eso me estaba haciendo un guiño?". Unas declaraciones doblemente explosivas, por cuanto llama la atención que un presidente de los EE.UU. se alinee con un tirano contra un líder político estadounidense, por muy rival que sea, pero sobre todo porque al referirse a "algunos de los míos"estaba refiriéndose nada menos que a su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, que había expresado ante la prensa que las pruebas balísticas norcoreanas "sin duda"violan las resoluciones de Naciones Unidas.

El problema resulta doblemente sangrante por cuanto el gobierno de Pyongyang acababa de publicar un comunicado, muy citado en la prensa de EEUU, donde denigraba a un Bolton del que llegan a decir que "no debe ser llamado asesor de seguridad que trabaja para garantizarla"sino, antes al contrario, "un asesor para la destrucción de la seguridad", empeñado en destruir "la paz y la seguridad". "No es extraño", añadían los norcoreanos, "que las disonancias salgan siempre de la boca de un hombre que tiene defectos estructurales, y es mejor que este producto humano defectuoso se vaya lo antes posible". Unos comentarios injuriosos que se añaden a la consternación nipona, cuyo gobierno contempla con alarma cada movimiento de un enemigo que nunca ha negado sus ansias expansionistas. Mala forma de continuar un viaje que en pocas horas se había transformado en una deliciosa sucesión de postales al gusto de un Trump encantado. No faltó el torneo de golf, donde el presidente compartió con el primer ministro su amor mútuo por Tiger Woods, Jack Nicklaus y Phil Mickelson. "Gran mañana de golf con el primer Ministro @AbeShinzo en el Country Club Mobara en Chiba, Japón", había escrito Trump, para añadir poco después que su primer encuentro había sido "muy divertido".

Y como nunca es suficiente con mantenerse dentro de los aburridos límites de las convenciones políticas, añadió que "Numerosos funcionarios japoneses me han comentado que los demócratas preferirían que los Estados Unidos fracasen antes de que yo o el Partido Republicano triunfen: ¡Un deseo mortal!". Se refería, claro, a las posibilidades de alcanzar un acuerdo comercial, en un viaje marcado tanto por las alianza frente al común enemigo norcoreano como por las disonancias económicas y la urgente necesidad de alcanzar algún tipo de pacto. No en vano Japón no ha dudado en expresar su malestar por las tarifas impuestas a sus importaciones de aluminio y acero, así como por la inquietud que provocan los potenciales aranceles a sus automóviles. Pero la Casa Blanca, que simultanea varias partidas comerciales a un tiempo, no ha dudado en calificar de expolio la balanza comercial entre los dos países. Gravar los coches japoneses, gran símbolo de la relación comercial de los dos países, tiene tanto de gesto para la galería de innegable simbolismo como de evidencia de que la administración Trump está más que dispuesta a revertir la dinámica entre los dos países. Incluso si es a costo de dinamitar los cauces de colaboración tradicionales hasta el punto de arriesgar una alianza esencial en una zona del mundo donde necesita más que nunca a sus aliados. No sorprende, por tanto, que antiguos colaboradores del hoy presidente, como el general Mattis, se preguntasen si no estaría dispuesto a arriesgarlo todo, incluida una guerra, con tal de sacar adelante su agenda. Un temor que, todo hay que decirlo, contrasta con el malestar expresado por Trump hacia el halcón Bolton, del que se rumorea que estaría más distanciado que nunca ante la sospecha de que su consejero de Seguridad, conocido por sus posturas maximalistas, podría embarcarle en una guerra.