OTAN
¿Por qué el sistema de misiles S-400 que ha comprado Turquía enoja tanto a Estados Unidos?
El Gobierno turco abre otra fisura con sus socios al desplegar un sistema «incompatible» que arriesga la seguridad común de la Alianza.
El Gobierno turco abre otra fisura con sus socios al desplegar un sistema «incompatible» que arriesga la seguridad común de la Alianza.
Evitando dar el brazo a torcer en su pulso con Estados Unidos, el Ministerio de Defensa de Turquía anunció ayer que el primer cargamento con partes del avanzado sistema de defensa antiaéreo ruso S-400 aterrizó por la mañana en el país, una entrega que podría tensar aún más las relaciones de Ankara con Washington y el resto de socios de la OTAN.
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El S-400, considerado el sistema antiaéreo más sofisticado de Rusia, cuenta con un radar avanzado capaz de detectar aviones, algunos tipos de misil y aeronaves furtivas, por lo que oficiales estadounidenses lo consideran incompatible tanto con la red de defensa de la OTAN como con otro equipamiento militar norteamericano.
Según informó el Ministerio de Defensa turco en su comunicado, la entrega se produjo en una base aérea cercana a la capital, Ankara, hasta donde se desplazó también un equipo de especialistas rusos, de acuerdo con medios de Turquía. La Dirección de Industria de Defensa del país, por su parte, anticipó que en los próximos días tendrán lugar nuevos envíos, y que no será hasta que el sistema esté operativo cuando se determine su uso. Por ahora, aún se desconoce cuándo podrán empezar a funcionar los S-400 y dónde se instalarán, aunque se especula que su destino podría ser una base próxima a Ankara.
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El inicio de las entregas de este sistema de defensa podría acarrear diversas consecuencias para Turquía, que considera su compra una cuestión de soberanía nacional. Pero en el plano militar, Washington ha amenazado con cancelar la venta de cazas F-35 a Ankara en caso de consumarse, y el pasado junio frenó su programa de formación de pilotos turcos con los F-35.
«El nuevo sistema podría estudiar el avión de las Fuerzas Aéreas de Turquía, que son todos aviones de la OTAN, y así explotar su debilidad o ser más efectivos contra ellos», explica a LA RAZÓN Oded Berkowitz, analista de seguridad y subdirector de inteligencia de la consultora MAX-Security. «La mayor preocupación, por supuesto, es con respecto al F-35, en caso de que se subministrara a Turquía, ya que ello podría llegar a neutralizar todas sus ventajas relativas», añade.
«La compra de misiles rusos de largo alcance no interesa a Turquía, dado que los sistemas de defensa turcos se han basado durante décadas en la tecnología militar estadounidense y de la OTAN, que son mucho mejores», señala a este medio Abdullah Bozkurt, periodista y director de la Red Nórdica de Investigación y Seguimiento. «Los riesgos de apartar a Turquía del acceso a la sofisticada tecnología militar y de defensa de EE UU supera cualquier beneficio que puedan reportar los S-400», agrega Bozkurt.
Asimismo, la decisión de Ankara de hacerse con este sistema también aumenta la tensión y agranda las fisuras en el seno de la OTAN, que desde el inicio de la guerra en Siria tiene desplegado en suelo turco el sistema de defensa antiaéreo Patriot, de EE UU. «Esta compra marca un hito importante para el Gobierno islamista de Erdogan, ya que aleja aún más a Turquía de la Alianza Atlántica y ayuda a hacer más grande la brecha entre el país y la OTAN», añade Bozkurt. De hecho, es el único miembro que ha firmado un acuerdo así con Moscú.
Erdogan, sin embargo, ha reiterado su voluntad y su necesidad de disponer de un sistema de defensa propio, y en parte ha justificado la compra en base a la negativa de la Administración Obama –ya recelosa del papel de Ankara como socio– de proporcionarle los Patriot como alternativa.
Las consecuencias más severas para Turquía, no obstante, podrían producirse en el plano económico, ya que el país sería susceptible de recibir nuevas sanciones de acuerdo con una ley aprobada por Washington en 2017 que prevé penalizar a quien cierre importantes acuerdos con la industria de defensa rusa, aunque no establece un calendario para ello. Tras encontrarse con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la cumbre del G20 celebrada en junio en Japón, Erdogan se mostró confiado de que su país no sería objeto de sanciones por los S-400. Pero lo cierto es que Trump, y sus oficiales también, han seguido amenazando con aplicarlas inmediatamente.
De producirse las sanciones, estas podrían suponer un nuevo varapalo para la debilitada economía turca, que ha demostrado ser uno de los principales dolores de cabeza de Erdogan. A pesar de ello, el ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, aseguró ayer que su Gobierno no va a renunciar a la compra. «Se trata de un acuerdo finalizado, y el proceso continúa adelante», declaró. El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, afirmó por su parte desde Moscú que «todo [el negocio] va en estricto cumplimiento de los acuerdos y los contratos firmados».
Paralelamente, Ankara y Washington se encuentran también inmersos en otras crisis fruto de sus estrategias divergentes en el norte de Siria, Irán o en el Mediterráneo oriental, donde Turquía mantiene una disputa con la Unión Europea y otros países de la zona con respecto a sus reservas de gas y petróleo.
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