Ataque yihadista en Francia

Una eternidad entre viernes y lunes

Varias personas colocan una bandera francesa frente a la cafetería le Carillon
Varias personas colocan una bandera francesa frente a la cafetería le Carillonlarazon

Los parisinos volvieron ayer a la rutina en un lunes incómodo, el primero tras la matanza yihadista del viernes, que acabó con la vida de 129 personas. Los vagones de metro volvían a llenarse de ciudadanos de camino al trabajo, aunque los continuos chequeos realizados por grupos de policías –de tres en tres– en las estaciones mantienen en alerta a los parisinos. También en líneas turísticas como la 6, se repite un aviso, en cuatro idiomas distintos, en el que se urge a avisar al personal en caso de encontrarse una bolsa o mochila abandonada. En la parada de Porte de St. Cloud, una nueva pintada al final de las escaleras de entrada recibe a los viajeros: «El islam, fuera de Francia», reflejo del odio que los últimos atentados han generado entre algunos estratos de la sociedad gala hacia la religión musulmana. Los que profesan esa fe se defienden: «Los que han hecho esto no son religiosos, no son musulmanes, son locos», comenta indignada Soukaina, de 26 años, en la zona en la que los terroristas se cobraron más vidas, en la sala Bataclan. La joven asegura a LA RAZON que ha notado este fin de semana miradas de desprecio cuando habla en árabe y ha oído comentarios en televisión que le han dolido mucho. «Soy árabe y musulmana y mi religión es la religión de la paz».

En las oficinas de París, todo el mundo recuerda dónde y con quién estaba aquel fatídico 13-N y lo comenta con sus colegas: viendo el partido por televisión, en casa de cena con unos amigos o a escasos metros de la tragedia. Ayer, todas las empresas cumplieron con un emotivo minuto de silencio a las 12:00. «En el estudio de arquitectura somos 600 y tenía miedo esta mañana de no ver a todos», cuenta Jaime, un arquitecto español residente en París. Él y su novia se han librado de la matanza porque el viernes fueron a Madrid de visita. En le Carillon, uno de los restaurantes atacados, celebraron sus compleaños.

«Ha sido muy difícil por muchas razones», explica Florent, un consultor de Marsella que lleva siete años en París. «En primer lugar, porque trabajo en Saint Denis, muy cerca del Estadio de Francia, por lo que no estaba cómodo en el metro en medio de la multitud. Creo que me llevará unos días quitarme este sentimiento». En segundo lugar, porque «todos tenemos a un amigo de un amigo o un contacto de Facebook o incluso un compañero de trabajo que está tocado por los ataques. Mi novia estaba a dos calles de le Carillon, estuvo dos horas atrapada y sigue afectada».

Para Florent los ataques se han producido aquí porque «París es la capital de un país que es simplemente un ejemplo de libertades, políticas sociales y de apertura. Francia debería ser el último país en ser atacado. Los yihadistas han dado con el motivo por la que la gente ama Francia y París». Tristemente para Florent y los franceses «nada volverá a ser como antes. Hay más Policía, tenemos una política exterior más dura... En suma, un país más dirigido y controlado que antes».

"En algunos países hay gente como nosotros que viven lo sucedido el viernes cada día. Tampoco se puede olvidar eso". Para Stephanie, una joven francesa, el ambiente en el metro ayer estaba raro. "Había mucha calma, no había tanto ruido como de costumbre". Su cuñado estaba dentro del estadio durante los atentados del viernes por lo que durante unas horas pasaron mucho miedo. Aun no se puede creer que sea real. "Ayer en la oficina mucha gente quería o necesitaba hablar de lo que pasó, pero también me encontré con los que preferían no mencionarlo, cada uno reacciona o siente de distinta manera y algunos necesitan más tiempo para empezar la nueva vida `normal'". A su trabajo, todos acudieron de negro, pues a través de Facebook se avisó de que sería bueno enseñal de solidaridad y homenaje a las víctimas y su minuto de silencio fue bastante solemne. "El domingo fui a Republique, a Bataclan y a los bares donde ocurrieron los ataques el viernes. Estaba muy muy triste, la gente lloraba y deja flores, velas... Se sentía mucha pena pero también una solidaridad y una unión tan clara que da fuerza para seguir la vida". Para Stephanie la clave ahora es "recordar que somos más buenas personas que los terroristas". Y lo que todavía pone más triste a la joven francesa es que "en algunos países, hay gente como nosotros (civiles) que viven lo sucedido el viernes cada día, que pasan miedo cada día y eso tampoco lo podemos olvidar. Es horrible darse cuenta".