Represión en Venezuela

Vértigo totalitario

La Razón
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Aunque no eran unas elecciones competitivas, la magnitud del fraude electoral perpetrado por el Partido Socialista Unido de Venezuela, liderado por Nicolás Maduro, en la elección a representantes de su Asamblea Constituyente, causó profundo desasosiego. Cuando la autoridad electoral anunció un resultado que sobrepasaba los ocho millones de sufragios -cifra sólo obtenida por Hugo Chávez antes que el país experimentase una de las mayores crisis económicas contemporáneas en occidente-, parecía que no había límites para su poder, y que serían capaces de todo. Venezuela ya no sería una democracia iliberal, sino una Cuba continental.

Los últimos días parecían haber retado esta narrativa: la mayoritaria coalición opositora -la Unidad Democrática- ha redoblado sus denuncias internacionales, obteniendo eco entre las naciones democráticas del globo, incluyendo al Consejo de Europa y a los Estados Unidos. Las sanciones de este último ahora incluyen al presidente Maduro y a buena parte de su círculo cercano, poniéndolo en la innoble compañía de Kim, Mugabe y Assad. A lo interno, la Asamblea Nacional ha llamado al restablecimiento de las garantías democráticas, y la Fiscalía General denuncia la disolución de la Constitución. Para más inri, Smartmatic, la empresa de tecnología que ha asistido los procesos electorales venezolanos desde 2004, alertó que los resultados anunciados el domingo no coincidían con sus propios registros.

La actitud del Estado chavista ha sido desafiante: en celebración de los resultados, ha anunciado una campaña de retaliación política que se inició con el regreso a prisión de Leopoldo López, la fiscalización de los medios independientes que optaron por evadir la censura previa, la ocupación de los espacios alrededor del Palacio Federal Legislativo, sede parlamentaria que sería tomada por los constituyentes, y la disolución de la Fiscal General, Luisa Ortega. Mientras, la coalición opositora asoma fisuras entre quienes plantean asumir la ruta de la resistencia civil, y quienes plantean seguir incrementalmente en la ruta electoral bajo este nuevo escenario. Como fuese, el propósito de usar la Constituyente para anular las garantías y contrapesos vigentes -aunque ignorados- en la Constitución Venezolana, ha sido proclamado, y ha empezado sin dilación.

Es aún pronto para decir si este intento prevalecerá, o si la suma de presiones hará retroceder al gobierno de Maduro. Lo más probable es que, incapaces ambos bandos de someterse por completo, alcancemos un nivel de conflictividad que haga necesaria una mediación externa, tal como ha planteado buena parte de la comunidad internacional.

¿Podría esto eludir el desastre que se asoma? Bajo los intereses en juego, la crisis impuesta por el socialismo chavista en Venezuela, es un episodio de la nueva guerra fría entre los valores del pluralismo democrático y el renacer autoritario global, y puede ser el prólogo de una conflagración mayor.