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Diplomacia

La visita que reescribe la historia: Ahmad al-Sharaa en la Casa Blanca

El encuentro vuelve a situar a Siria como interlocutor de Washington

Siria.- Moldavia incluye al presidente de transición sirio en su lista de personas vinculadas con el terrorismo EUROPAPRESS

Por primera vez en la historia, un presidente sirio ha sido recibido en la Casa Blanca. Ahmad al-Sharaa, líder de la Siria post-Assad y antiguo comandante de Al Qaeda, cruzó las puertas del Despacho Oval para reunirse con Donald Trump en un encuentro que marca un antes y un después en las relaciones entre Washington y Damasco. La reunión, discreta pero cargada de simbolismo, consolida el proceso de reinserción internacional de Siria tras décadas de aislamiento y guerra.

El caso de al-Sharaa es, por decirlo suavemente, inusual. Hace apenas unos años figuraba en la lista de terroristas globales del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Hoy, ese mismo país lo recibe como un socio potencial en la coalición contra el Estado Islámico. La ONU eliminó su nombre y el de su ministro del Interior del listado de sanciones antes de la visita, en un gesto que allanó el terreno para su viaje a Washington.

El mandatario sirio llegó el sábado y mantuvo reuniones con miembros del Congreso y con representantes de la comunidad sirio-estadounidense antes del encuentro con Trump. El acto, deliberadamente mantenido lejos de los flashes, no incluyó saludos oficiales ni fotografías conjuntas. Pero su significado político trasciende cualquier protocolo: Siria vuelve a ser interlocutor de Washington.

La nueva Siria post-Assad

Al-Sharaa emergió como figura central tras derrocar a Bashar al-Assad hace un año, en una ofensiva relámpago liderada por las fuerzas de Hay’at Tahrir al-Sham, grupo que él mismo comandó y que, paradójicamente, fue considerado terrorista por Occidente. Su transición de guerrillero islamista a líder de un gobierno de unidad nacional fue interpretada por analistas como un intento de rehacer Siria desde las ruinas.

Sin embargo, el país sigue inmerso en una profunda crisis humanitaria. La ONU estima que 16,5 millones de personas —dos tercios de la población— necesitan ayuda humanitaria; 9 millones sufren inseguridad alimentaria aguda; y 7 millones permanecen desplazados dentro del territorio. La reconstrucción es, por tanto, una carrera contrarreloj que exige aliados externos y grandes dosis de pragmatismo político.

Para Washington, el acercamiento tiene implicaciones más amplias. El enviado especial estadounidense para Siria, Tom Barrack, explicó que el objetivo inmediato busca incorporar a Siria a la coalición internacional contra el ISIS y, antes de fin de año, alcanzar un acuerdo de seguridad en la frontera entre Siria e Israel. Este posible entendimiento, impensable hace apenas una década, podría modificar el equilibrio estratégico de Oriente Medio y aislar a Irán y Hizbulá, dos actores centrales en la guerra siria.

Voces críticas y cautela en el Congreso

No todos compartieron el entusiasmo por este acercamiento entre Washington y Damasco. En el Capitolio, el presidente del Comité de Asuntos Exteriores, Brian Mast, expresó sus reservas frente al plan de la administración Trump de derogar la Ley César, que impone sanciones por las atrocidades cometidas bajo el régimen de Assad. "Mis preocupaciones deberían ser obvias para cualquiera que siga la situación en Siria", afirmó. Legisladores de ambos partidos temen que una normalización prematura borre las garantías de justicia, libertad religiosa y protección de minorías exigidas por EE UU.

Los recientes episodios de violencia sectaria —ataques contra comunidades alauitas, cristianas y drusas— refuerzan esas dudas. Para muchos, el reto de al-Sharaa será demostrar que su gobierno puede garantizar estabilidad y derechos sin recaer en los patrones autoritarios del pasado.

Aunque el encuentro se celebró sin la pompa habitual, su impacto es profundo. Por primera vez, un presidente sirio no llega a Washington como adversario, sino como interlocutor. Trump, fiel a su estilo, evita gestos diplomáticos tradicionales, pero busca un golpe de efecto histórico: transformar a un antiguo enemigo en socio estratégico.