Espionaje en EEUU
Washington también investigó a los diplomáticos franceses
El amago de mea culpa entonado por EE UU no termina de convencer a Francia, con quien las relaciones se han tensado en las últimas horas a cuenta del espionaje masivo practicado por la Agencia de Seguridad Nacional americana (NSA). Ayer, el ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, volvió a pedir cuentas a su homólogo estadounidense, John Kerry, sobre las polémicas escuchas, «inaceptables entre socios» y «que deben cesar», según comunicó el Ministerio galo al término de una reunión sin comparecencia pública. Al conocerse dichas revelaciones, Kerry trataba de suavizar la polémica ensalzando las buenas y estrechas relaciones con el «viejo aliado». Sin gran éxito, porque las explicaciones parecen insuficientes para un indignado Gobierno galo que no se conforma con que la Casa Blanca se despache recordando que «ya ha empezado a revisar la manera en que recaba datos», parafraseando el discurso del presidente Obama en la última Asamblea de la ONU. De ahí la aspereza con que Hollande ha trasladado al mandatario norteamericano su malestar y su «profunda reprobación» ante unas «prácticas inaceptables», aunque, según Obama, algunas de las revelaciones publicadas no se ajustarían a la realidad y «han deformado nuestras actividades», se justificaba por teléfono con su homólogo francés en la noche del lunes. Pese a las tiranteces, ambos acordaron «trabajar conjuntamente para esclarecer los hechos y el alcance de la vigilancia» y convinieron que la captación de información debía realizarse en un marco bilateral «para servir eficazmente en el único combate válido, el del terrorismo», según informó el Palacio del Elíseo. París ha pedido al aliado estadounidense garantías de que el espionaje a gran escala de sus telecomunicaciones –hasta 70 millones de datos interceptados en un mes– «ya no continúa». Sin embargo, «Le Monde» publicaba nuevas revelaciones sobre las «escuchas» a las que la Administración norteamericana habría sometido a las embajadas francesas ante la ONU, en Nueva York, pero también en Washington. La NSA se habría servido de novedosas tecnologías para piratear los sistemas informáticos, interferir conversaciones y conocer los secretos galos en cuestiones cruciales como las sanciones a Irán. Pero París no puede ni le interesa tensar la cuerda con Washington, cuyas diplomacias se han acercado con motivo de la crisis siria pese a algún desplante que Hollande ha tenido que encajar.
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