Opinión

Zelenski, la forja de un líder sin miedo

Aunque el presidente de Ucrania no tuvo un comienzo fácil durante el inicio de su presidencia, la determinación y valentía en la gestión de la guerra contra Rusia le han situado en lo más alto de la política internacional

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, con su habitual camiseta militar
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, con su habitual camiseta militarPresidencia de UcraniaPresidencia de Ucrania

En el año 2006, Robin Williams protagonizaba la película "El hombre del año", dirigida por Barry Levinson. En esta el carismático actor norteamericano daba vida a un cómico que acaba siendo elegido presidente de Estados Unidos. Curiosamente, esta es una historia similar a la de Volodimir Zelenski, actual presidente de Ucrania y Persona del Año de la revista "Time".

Zelenski es, sin lugar a dudas, el hombre del año. El héroe de Ucrania era una conocido actor y cómico en su país antes de dar el salto a la política. Antes de presentarse a las elecciones, Zelenski había triunfado como actor principal y productor de una popular serie de televisión ucraniana, "Servidor del Pueblo", en la que interpretó a un maestro de secundaria que se convierte en presidente de Ucrania después de que un vídeo de él criticando apasionadamente la corrupción del Gobierno se vuelva viral.

Esta serie le sirvió de trampolín político, fue una suerte de precampaña política en la que Zelenski se presentó ante el pueblo como la antítesis de la casta política nacional. El éxito de la serie y del mensaje resultó en la aplastante victoria de este en las elecciones de 2019 con más de 73% de los votos. Un éxito y una popularidad que de hecho no tardaron en desvanecerse.

Y es que el héroe de Ucrania no tuvo unos inicios fáciles como presidente. Si bien su campaña se basó en una plataforma anti corrupción, su gestión fue rápidamente puesta en entredicho cuando se rodeó principalmente de antiguos compañeros y amigos, llegando incluso a copar gran parte de los puestos institucionales del Estado con sus allegados.

Su popularidad tocó fondo apenas unas semanas antes de la invasión de Rusia, llegando su índice de aprobación a apenas superar el 30% en diciembre de 2021. Su falta de acción contra la corrupción, su favoritismo hacia sus más allegados, así como su falta de avances en las negociaciones con Rusia (a pesar de los intentos del Cuarteto de Normandía) hicieron que se rompiera el hechizo creado por la imagen presentada en la serie de televisión. Muchos ponían, además, en duda su reelección.

Todo cambió en febrero de 2022 con la invasión rusa. Y es que nadie, ni siquiera Putin, supo prever la reacción que han hecho de Zelenski el símbolo de la resistencia contra la opresión y el autoritarismo. En un momento en el que nadie daba dos duros por la resistencia, Zelenski se mostró firme y llegó a espetarle a los estadounidenses que le habían ofrecido una vía de escape fuera del país: “Necesito munición, no un viaje”.

Y ahí fue donde la estrategia rusa se fue al traste. La invasión rusa ha demostrado ser una hecatombe tanto para la población ucraniana como para la reputación de las fuerzas armadas rusas. Durante estos meses ha quedado demostrado que las Fuerzas Armadas de la Federación de Rusia no estaban a la altura de las expectativas que ellos mismo habían fijado. Y aunque gran parte de verdad hay en esta afirmación, lo que muchos no consiguen comprender es que la “operación militar especial” no fue diseñada como una guerra de ocupación a largo plazo, sino como una guerra relámpago para decapitar el Gobierno ucraniano y hacerse con el control del país.

Seguramente, Putin se hubiera salido con la suya de no ser por el liderazgo mostrado por Zelenski. La primera noche de la invasión Zelenski, vestido con traje militar y rodeado por la cúpula institucional del país, colgó un vídeo en pleno Kyiv en el que aseguraba a sus compatriotas de su voluntad para resistir y de su presencia en la capital. “El presidente está aquí”. Con esa simple frase trastornó todo cálculo estratégico, dando valor, coraje y esperanza a un pueblo que plantó cara al invasor.

Zelenski ha demostrado ser no solamente un líder carismático, sino también eficiente. Ha sabido llevar las riendas de un país en la más profunda de las crisis, dejando las decisiones estratégicas en manos de sus generales y dedicándose sobre todo a la diplomacia, gestando nuevos acuerdos y buscando apoyos internacionales que han resultado ser también clave en la resistencia.

El hombre del año ha tenido, además, un gran impacto sistémico en las relaciones internacionales. Su empeño en resistir, sus constantes interlocuciones con los líderes occidentales han dado un soplo de vida a un planteamiento sobre el orden mundial que estaba moribundo. La OTAN, Europa y Occidente en general han encontrado en Zellenski la inspiración para apuntalar un ordenamiento internacional asediado.

Si bien la guerra en Ucrania parecía dar la puntilla al liberalismo internacional, en realidad ha supuesto su renacimiento como única alternativa al despotismo y autoritarismo. Rusia es hoy más débil, su imagen y reputación quebradas, sus supuestos socios y antiguos satélites cada vez más alejados de la órbita de Moscú. Desde Asia Central al Este de Europa, la promesa occidental cobra más y más importancia en un desorden mundial.

Kyiv es, hoy por hoy, miembro de esa sociedad internacional basada en principios comunes que denominamos Occidente. Si bien su integración formal en las estructuras formales de la misma como la Unión Europea o la OTAN parece más bien distante, la realidad es que el nivel de colaboración con sus integrantes es total. Y es que incluso desde un punto de vista militar, la constante asistencia en forma de materiales y entrenamiento está resultando en que las Fuerzas Armadas de Ucrania estén prácticamente integradas dentro de los mecanismos occidentales. El nivel de interoperabilidad que se ha desarrollado a lo largo del conflicto entre las fuerzas ucranianas y la OTAN tiene pocos paralelos.

Nos encontramos pues ante un hombre que no solamente ha cambiado el destino de su país, también el de un sistema que estaba en entredicho.

Borja de Arístegui es profesor de Relaciones Internacionales