Historia

Jerusalén

«Israel se ha enamorado de su enfermedad»

El escritor hebreo David Grossman es una de las voces imprescindibles para entender lo que ocurre en su país, una tierra que no abandona igual que no se deja a un pariente que sufre

«Israel se ha enamorado de su enfermedad»
«Israel se ha enamorado de su enfermedad»larazon

El escritor hebreo David Grossman es una de las voces imprescindibles para entender lo que ocurre en su país, una tierra que no abandona igual que no se deja a un pariente que sufre

Con el terrible dolor de perder un hijo –«soy una persona mucho más triste que antes»–, pero con la enorme fortuna espiritual que le da su condición de escritor, uno de los más destacados de Israel y de los más conocidos de su país en el exterior. Autor de numerosos libros traducidos a más de 30 idiomas en todos los confines del mundo, Grossman también es conocido como un luchador por una solución pacífica al conflicto con los palestinos y un abierto crítico a la política de su gobierno en dicho tema. Y, por supuesto, tiene mucho que criticar a palestinos y árabes.

–¿Tiene una responsabilidad por ser uno de los representantes de la cultura israelí?

–A duras penas me represento a mí mismo, así que no puedo representar a nadie más que no sea yo mismo. Hay un gran grupo de escritores, poetas y artistas que llegan de Israel. Y es una fuente de orgullo para mí ver que de un país tan pequeño emergieron tantos artistas. Quien nos visite verá la diversidad y comprenderá la complejidad de nuestra existencia en Medio Oriente, donde hemos tenido que sobrevivir a tantas guerras, violencia, terrorismo, luchando por nuestra existencia. A pesar de todos los fallos, con los que soy muy crítico, podrá comprenderse la grandeza de la creación de Israel, el lugar del que los judíos fuimos expulsados hace 1.800 años y volvimos luego desde todos los confines del mundo.

–¿Y esa diversidad se plasma en la literatura?

–Hay algo en la vida en Israel que es muy intenso. Sé que la gente que llega por primera vez a Israel se queda estupefacta al sentir la vibración de esta sociedad. Este país es enormemente energético y, por lo tanto, es tan placentero vivirlo como escritor, por sus diversos matices, sus contradicciones internas, sus dramas. ¿Qué más puede pedir un escritor?

–¿Se siente muy atado a Israel y su conflicto?

–Fuera de Israel no respiro igual. Recuerdo que una vez un periodista, durante la segunda Intifada, me preguntó por qué no me iba, y yo respondí que uno no abandona a un pariente enfermo. Ahora, dije entonces, Israel está sufriendo una enfermedad. Pero aún así es el lugar más importante en el cual puede vivir un judío. Es un lugar en el que se habla hebreo y eso ya me basta.

–¿Hay cura para la enfermedad?

–Me parece que en este momento el paciente no está tan dispuesto a dejarse operar, incluso diría que se enamoró de su enfermedad. Una situación en la que un país ocupa a otro pueblo, no es normal. Pero se acostumbran y hasta desarrollan ideologías que explican por qué es bueno estar en una situación así y que no tenemos más remedio que vivir así. Si nos curamos de esta enfermedad, creo que la sociedad israelí comenzará a sanar.

–¿Depende solamente de Israel?

–No, claro que no. Los países árabes jamás aceptaron a Israel y nuestro derecho a existir y una y otra vez tomaron la iniciativa de lanzarse a la guerra. Los árabes y musulmanes con los que yo hablo creen que estamos aquí como brazo del imperialismo norteamericano. Se niegan a reconocer que ésta realmente es nuestra patria. Desde este punto de vista, los palestinos son un socio maravilloso de los errores cometidos por Israel. Pero lo que a mí me interesa es cómo salgo de esta situación, y no saldremos si las partes compiten por ver quién es más desgraciado o criminal.

–¿Concibe una paz plena?

–Si me pregunta si creo que se llegará a una paz completa, como la que hay hoy entre Alemania y Francia, diría que no. Yo creo que será una paz que costará preservar, será una paz que exigirá mucha sabiduría y valentía por parte de los gobernantes.

–¿Se define usted como pacifista?

–Claro que no. Yo estuve en el ejército, hice servicio militar durante cuatro años, estuve en dos guerras, mis hijos sirvieron en el ejército y, como usted sabe, uno de ellos murió en combate. Mi hija menor acaba de terminar su servicio militar. El Ejército israelí no es sólo un ejército de ocupación, es un ejército que tiene como misión defender a Israel. Sin ejército, Israel no podrá existir. Eso lo oigo permanentemente de mis propios amigos palestinos.

–Su hijo Uri murió a los 20 años en combate, en la segunda guerra en Líbano, pocos días antes del alto el fuego. ¿Cómo lo cambió la muerte de Uri?

–Yo no quiero hablar de él porque lo quiero guardar para mí. Creo que hoy soy una persona mucho más triste que antes. Su muerte no cambió mis ideas; cambió mis sentimientos, no mis pensamientos.

–Entonces escribió un libro tan duro como «La vida entera», que había empezado a escribir antes de la tragedia.

–Es duro, pero por otro lado pienso en qué suerte que pude escribir y vivir mi duelo dentro de un libro que era tan importante para mí.

–Recordemos que el libro es sobre una mujer, Ora, cuyo hijo es reclutado y a ella le ataca la sensación certera de que él morirá en combate...

–El libro es sobre el temor a algo que sucederá, no sobre algo que ya ocurrió, por lo cual yo intenté mantenerme muy fiel a la historia original, también después de lo que sucedido con la muerte de mi hijo, aunque claro que ésta provocó que la historia sea más radical. Luego escribí «Más allá del tiempo», que es sobre lo que ocurre después de la tragedia, sobre cómo se puede vivir con esa muerte. Ése sí que ya es un mayor intento de llegar lo más lejos posible a tocar el lugar en el que la vida toca la muerte. O sea, el último lugar en el que hay vida pero ya se comienza a sentir a la muerte. Siento que ese libro me enseñó más que cualquier otro. Para mí, la literatura, la escritura, es el único lugar en el que pueden convivir las cosas con la pérdida de las mismas.

–David, me parece que usted no es un hombre con ego, pero dedica la vida a algo que le apasiona, la escritura. Debe ser algo que acaricia el corazón.

–La verdad que sí, que acaricia el corazón. Realmente me siento afortunado. Ante todo tuve la suerte de nacer en Israel después de que ochenta generaciones de judíos no pudieron hacerlo, así que nací en un lugar en el que se habla hebreo y en el que puedo expresar lo que ocurre en mi sociedad, en el lugar en el que vivo.Y es cierto que mis libros son aceptados y también gente que repudia mis ideas políticas los lee. Es casi un milagro. Además, es una gran cosa sentir que las cosas son relevantes para tanta gente en diversas partes del mundo. Hay una historia que siempre cuento. Cuando terminé de escribir «El libro de la gramática interna», como es en cierto modo sobre una familia como la nuestra, una pequeña familia de Jerusalén, antes de la Guerra de los Seis Días, sentí que sería justo que mis padres lo leyeran antes de publicarlo. Mi padre siempre lee todo lo que escribo y me dijo: «Es un libro muy lindo, pero ¿crees que alguien podrá entenderlo fuera de nuestra familia?». Yo sentí, ante todo, que era una especie de reconocimiento al dar a entender que había logrado escribir algo tan auténtico sobre una familia. El libro fue traducido a más de 30 idiomas. Cada vez que sale una nueva traducción, voy y le digo a mi padre: «¿Ves, papá? Lo entendieron».

–Usted ha dicho en distintas ocasiones que hay libros que le han cambiado la vida...

–Hay muchas sensaciones buenas en todo esto. Están aquellos momentos en los que puedo estar en el exterior y alguien se me acerca silenciosamente y me dice «gracias» y me cuenta que tal o cual libro le ayudó mucho en determinada época de su vida. Hace no mucho se me acercó una mujer en Jerusalén; me contó que su hermano había caído en la droga y que la familia eran sólo ese hermano, sus padres y ella. El padre prohibió que contase nada de ese hijo y, durante años, ella y su madre, obedecieron, hasta que leyeron «Alguien con quien correr», que es sobre el mundo de los jóvenes drogadictos. Y fueron a buscarlo y lograron sacarlo de la droga. Creo que el hecho de que él viese que ellos se preocuparon por él, le ayudó a empezar a salir. La verdad es que me siento muy afortunado. ¿Qué más puede pedir una persona que tocar el corazón de la gente en diferentes partes del mundo?

Historias casuales

–Y todo esto mientras escribe para satisfacer una necesidad casi física.

–Es cierto. Es una pasión sumamente fuerte. Realmente me levanto cada mañana como hambriento de sentarme a escribir. ¡Y todavía me pagan por hacerlo!

–¿Y puede explicar cómo va construyendo sus libros?

–Cada uno es una historia. Cada uno, como cada niño, tiene sus propias leyes. Uno puede empezar por un personaje; otro, por una situación humana, por una idea. Uno de mis libros comenzó por una mujer a la que vi en un avión de El Al en la fila para el baño. Muy poco heroico, pero así fue. La mujer esperaba y parecía que se abrazaba a sí misma y sonreía. Tenía una sonrisa muy sexy y muy íntima, era como si se sonriyese a sí misma por algún secreto inconfesable. Era imponente... Me volvía loco pensar en qué estaría pensando. Pero no me acerqué a preguntarle aunque en estos casos no me corto. Preferí no saberlo porque quizás la respuesta habría sido muy banal y preferí adivinar. Y así empezó mi historia. A veces comienza por una situación al pensar cómo la gente llegó a ella y cómo logrará salir de la misma. Escribo una historia muchas veces hasta que la entiendo.

sin miedo al folio en blanco

Cuenta el escritor David Grossman que su vocación por escribir la vive como una pasión física, que cada mañana se levanta con hambre por llenar el folio en blanco. Nacido en Jerusalén hace 59 años, es un intelectual comprometido con su literatura pero también con el conflicto que desgasta a Israel y a los palestinos desde hace más de 60 años. Defensor a ultranza del diálogo y muy crítico con los sucesivos Gobiernos de su país, Grossman no se declara no obstante pacifista. Es una voz de referencia en la cultura hebrea contemporánea con más de una veintena de libros publicados, algunos de ellos llevados al cine.