Guerra en Siria
Qatar, el mecenas de la guerra
El rico emirato lleva invertidos 3.000 millones de dólares para asegurarse una buena posición en la Siria post Asad
Del tamaño de la isla de Jamaica, el emirato de Qatar no llega a los 300.000 habitantes (más de una décima parte millonarios). Su Ejército, de apenas 11.000 soldados, tampoco es numeroso, y su diplomacia era prácticamente insignificante hasta hace un par de años. Pero desde que en 2011 las primaveras árabes irrumpieran en el mapa de Oriente Medio para cambiarlo, el protagonismo de Qatar no cesa de crecer. En este momento, el régimen de Doha paga la factura de la guerra contra Bachar al Asad, lo que no deja de ser una paradoja para una monarquía absolutista sin interés en establecer una reforma democrática.
Según una información publicada por «Financial Times», Qatar lleva invertidos más de 3.000 millones de dólares en la guerra de Siria. Su vecino saudí (otra dictadura) es el otro mecenas de una atomizada oposición que ha cristalizado en grupos armados de toda condición. El citado diario asegura que muchas veces los propios combatientes sirios desconocen de dónde viene el dinero que les asegura una paga mensual que puede llegar a los mil euros. El suministro de armas y munición se canaliza a través de dos «salas de operaciones» localizadas en Turquía y Jordania. El temor de EE UU a que el armamento acabe en manos de grupos como Al Nusra, frente ligado a Al Qaeda que también combate a Asad, ha producido importantes roces con el aliado qatarí, que asegura no financiar a ninguna célula radical suní. Sin embargo, los americanos son conscientes de que el objetivo de derribar la Casa Asad está muy por delante de otras cuestiones que a los qataríes les importan menos, como armar a terroristas que pueden acabar atacando a Occidente.
En los últimos meses, algunas informaciones apuntan a que el emir habría enviado a comandos especiales a combatir sobre el terreno. Sin embargo, fuentes de seguridad privada que trabajan en suelo sirio descartaron a este periódico dicho despliegue. El analista David Roberts, del Real Instituto de Estudios para la Defensa y la Seguridad con base en Doha, tampoco lo corrobora. «La situación es demasiado cambiante y peligrosa para que haya presencia militar qatarí. ¡Imagínate si fueran capturados!», asegura Roberts.
Igual que otros expertos, Roberts considera que las razones de la implicación qatarí en la lucha fratricida siria no es del todo egoísta. «Es evidente que buscan influir políticamente en la zona, pero no hay que olvidar la especial naturaleza de la política qatarí. Se trata de un liderazgo con capacidad para hacer cualquier cosa pero que realmente considera que había que dar un paso al frente en Siria. Nadie lo daba». En Libia también dieron ese «paso al frente» para derrocar a Muamad el Gadafi. En aquella ocasión, la factura ascendió a 400 millones de dólares. Cuentan incluso que la bandera marrón y blanca del rico emirato llegó a ondear en el que fuera el centro de operaciones del dictador libio en Bab al-Aziziya tras la toma por los rebeldes. Fuerzas especiales del exiguo Ejército qatarí, muy bien entrenadas por Francia e integradas en su mayoría por paquistaníes nacionalizados, habrían liderado el asalto final a Trípoli.
Diplomáticos occidentales conocedores de este diminuto país explican su carácter posibilista: «Los qataríes dicen que si ves que un tsunami se aproxima, mejor que lo montes a que dejes que te golpee». Este carácter pragmático les ha permitido mantener un equilibrio que se antoja imposible. Qatar apoya financieramente a grupos terroristas como Hamas o ya casi proscritos como los Hermanos Musulmanes mientras aloja en su territorio el principal centro de mando militar de EE UU en la zona. Y su gas licuado, cuya reserva es la tercera del mundo, lo vende a todos por igual, desde Gran Bretaña a China. Según David Rogers, «Qatar tiene un amplio espectro de aliados por todo el mundo. Su política exterior se basa en una sencilla premisa: aumentar la influencia del país en la mayor cantidad de naciones posibles».
El canal de televisión Al Jazeera ha sido uno de los tentáculos empleados por el emir Hamad bin Jalifa al Thani, que acaba de abdicar en su hijo Tamim, para llegar a todos los rincones. Lo que comenzó como un medio de comunicación inédito en el mundo árabe por su imparcialidad, se ha revelado como otro elemento de su política exterior. La conveniencia ha primado sobre el derecho a la información y mientras la cobertura del levantamiento libio o egipcio fue enorme, las protestas en Bahrein o Arabia Saudí fueron ignoradas descaradamente. Y es que cuando se trata de defender a los «amigos», Qatar abandona la bandera que enarbola en Siria en defenda de los civiles.
La primera embajada de un Gobierno inexistente
El apoyo de Qatar a la oposición siria (sea esto lo que sea) ha trascendido el apoyo económico hasta llegar al reconocimiento diplomático. En un hecho insólito, el régimen qatarí inauguró en Doha el pasado mes de marzo la primera «embajada» de la «nueva» República Árabe Siria tras meses de «lobby» en la Liga Árabe. Todo ello en el curso de una guerra civil que los grupos de insurgentes no están ganando precisamente.
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