La Columna de Carla de La Lá

Defectos con los que triunfar en el mundo de hoy

En la sociedad de hoy, los peores defectos te acercarán al éxito.

Defectos con los que triunfar en el mundo de hoy.
Defectos con los que triunfar en el mundo de hoy.Archivo

Es un lugar común y lo habrán escuchado un millón de veces: “con trabajo duro, esfuerzo y dominio propio triunfarás”… y no les digo que no, para destacar hay que trabajar lo mismo que los demás y tres horas. No obstante, vengo a hablarles de un fenómeno paralelo pero en dirección inversa. En la sociedad de hoy, los peores defectos te acercarán al éxito, no me refiero al éxito interior (sin integridad, inteligencia y moral es imposible ser feliz y estar en paz) pero definitivamente sí al aplauso de los demás. Veamos cuáles son:

Sinvergonzonería: lo ideal con esto del rubor es ir dotado de lo justo, ni mucho ni poco, que diría un castizo. Un exceso de timidez y retraimiento lo hace a uno poco competitivo (y soporífero en la cama, ¿no?), pero en nuestra sociedad cuanto mayor grado de impudicia, física y psicológica uno despliegue más papeletas tendrá para la gloria en cualquiera de sus formas.

Agresividad pasiva: Me sorprende la hipersensibilidad que mostramos ante la violencia física y la escasísima atención que prestamos a la violencia psicológica y a la agresividad pasiva que campa alegremente donde quiere. A veces pienso q tal vez fuera mejor olvidar la “ganancia antropológica” y volver a las manos y los pies... porque no se me ocurre una civilización más hipocritilla que este templo al buenismo vacío que hemos construido…

Mala educación: los que me siguen saben que para esta, su columnista de cabecera, más allá de clasificar y reciclar las basuras, la mayor aportación que podemos hacer en favor de la vida en la tierra y el buen funcionamiento de la sociedad es sencilla: ser educados. Sin embargo, la educación y las maneras _creadas precisamente para ocultar nuestras miserias fisiológicas y psicológicas, no imponérselas a nuestros congéneres y de paso no comernos las suyas_ hoy en día se consideran innecesarias, obsoletas, cursis (recuerden a la Ministra Jolines, a Jorge Javier…). El “ganador” de hoy es tristemente el que se abalanza sobre el trozo más grande de la tarta y se la zampa, mientras el resto de comensales se colocan la servilleta sobre las rodillas.

Necedad: El tonto opina rápido, piensa rápido, decide rápido, lee rápido: las ideas, siempre provenientes del exterior, penetran por sus sentidos y atraviesan su hueca mollera como flechas, sin encontrar resistencia alguna que amerite reflexión. El mentecato dice lo que piensa, se diferencia del inteligente, en que lo hace sin siquiera sospechar las consecuencias ni como sus opiniones pueden alterar el entorno. El necio triunfará en las discusiones o debates (véase Telecinco), no por su argumentario, ni su dialéctica, sino precisamente por su falta de empatía, rigor y delicadeza.

Inmoralidad: En esta sociedad donde se han olvidado (denostado) diría, valores como la honestidad (económica, política y sexual), la abnegación, la mansedumbre, la compasión y la autenticidad, ser un pequeño psicópata o, por decirlo suave un inconsistente es un camino mucho más directo a la victoria. Ya saben lo que decía Groucho: “Estos son mis principios pero si no les gustan, tengo otros”.

Mentira: en realidad no sé qué es más difícil, si soportar a un mentiroso o a un amante de la verdad. Lo que parece claro es que tanto para decir verdades como para decir mentiras hasta ahora era necesario ser inteligente y coherente. Digo hasta ahora porque en las circunstancias actuales (de amnesia o anestesia intelectual y moral) uno no sólo no será penalizado por sus engaños, sino que hacen las veces de lanzadera; si no saben a qué me refiero, recuerden las promesas sanchistas antes de ser presidente… o mejor, recuerden cuando dijo (sin-vergüenza ni rubor) que uno de sus sueños sería organizar una cena con Valle Inclán (Pedro Sánchez es tan amante de la literatura como de la taxidermia). Hay que agradecerle que al menos tuviera el decoro de no decir que invitaría a Proust a una merienda para disertar sobre “En busca del tiempo perdido”.

Seriedad: Y no me refiero a “consistencia” ¿eh? Hablo de los “virtuosos” (los buenistas, a veces cínicos, o simplemente obtusos). Verán, yo dejé de trabajar por cuenta ajena para no tener que hacerme nunca más la seria ni soportar a los serios del mundo porque, como sabrán, en la mayoría de las empresas la seriedad se paga al peso; entre los envidiosos, pero sobre todo entre los simples la seriedad es un valor muy cotizado, lo de los primeros es obvio, no quieren enfrentarse a la felicidad ajena en sus narices, y entre los obtusos, sucede que fuera de la literalidad se desorientan. Los lerdos (que son legión) no manejan el doble sentido ni disfrutan de una disparatada capacidad de abstracción por lo que en lo que dependa de ellos, castigarán cualquier clase de ironía, ambigüedad conductual o alteración del orden preestablecido y convencional, incluyendo la sintaxis. Por eso los triunfadores contemporáneos no destacan por su sentido del humor sino más bien por su impostada y artificiosa seriedad, en el marco del puritanismo más huero.

Vulgaridad: ahora para ser popular en cualquier ámbito de las relaciones humanas, ya sea uno tertuliano, político, dentista, columnista o monarca, hay que ser un poco chabacano (o campechano). Como decía Coco, la elegancia siempre exige renuncia; si no quieren renunciar a nada en esta vida, y cebarse como puercos, desinhibidos, desencadenados… háganme caso, practiquen la grosería y la ordinariez, que pronto darán sus frutos.

Pelota: Tanto en el mundo social como en el empresarial, en el autobús, en el futbol, en la familia (acostúmbrense a decir cosas bonitas a sus suegras y alabar la belleza de todos los bebés de la familia... ) en todas partes… A quien hace la pelota, Dios le ayuda. Tengan, queridos, mucho cuidado con el adulador, que detrás de sus halagos, la mayoría interesados, hay un mezquino valiéndose de nuestra vanidad y de la fragilidad de nuestro ego para medrar. El halago debilita.

Pesadez: Como dice mi amiga Paloma, que dice su padre, el mundo es de los pesados.