Gastronomía
Dónde cenar un día de perros
Es muy fácil recomendar templos de la gastronomía y rincones de la distracción etílica cuando la euforia, la felicidad y el bienestar es el estado que nos acompaña. ¿Pero qué hacer cuando tenemos ese día en el que todo nos sale mal y estamos “malhumorados”? Para que en La Cata de Katy no todo sea fuegos artificiales, y basándome en mi propia experiencia, he decidido hacer un especial 5 restaurantes para un “día de perros”, y empezaré además con aquellos que por el nombre o el logo hacen un guiño a los caninos. Así que ahí va mi veredicto final con 5 destinos en donde disfrutar de la comida y animar el alma.
LA BONITA: “Creando modas y tendencias”
Una pareja de unos 60 años estaban sentados en la mesa de la esquina, al lado del ventanal que da a la terraza. El reloj marcaba la 1:00 a.m. En su mesa había algún batido de colores ya terminado. Ellos permanecían en silencio. Felices. Y nosotros les observábamos. O quizas estaban aburridos. Pero me apuesto lo que sea a que han cenado “muy bien”.
Esta podría ser una de las muchas reacciones que genera LA BONITA. Un sitio que no lleva ni un año abierto y que cada noche (aun siendo verano) se llena de gente. En la Calle Rosario Pino, nº15 (entre la caspa y la casta del Portobello y el Txistu: que me perdonen, porque soy clienta también de estos clásicos de Madrid) se encuentra este local diseñado al más puro estilo del viejo oeste (o eso me ha parecido a mí) en donde la madera gana al mármol, el estilo hogareño vence al frío minimalista y, sobre todo, la comida y el servicio supera los otros locales “de moda”. Porque en LA BONITA la verdadera moda es no ir a la moda, ir por libre, ganándose a los clientes gracias a una apuesta gastronómica fabulosa, un trato inmejorable, unos precios asequibles, y parking, mucho parking para aparcar y sin pasar por la zona Madrid Central.
No sé si es la euforia, pero LA BONITA super con creces multitud de restaurantes del Barrio de Salamanca en donde uno se siente (y come) cual sardina en lata. Mi buen amigo Chete Blanco me descubrió este restaurante, que tiene de logotipo un bulldog, en donde pasé una velada maravillosa, degustando sus alcachofas con jamón, la ensaladilla rusa (ya conocéis el test de katy con este plato), un tartar de atún con un sabor intenso o los chipirones encebollados. El restaurante cuenta con tres espacios: una barra, el salón interior y la terraza libre de contaminación acústica. En la comida, ni las risas ni las anécdotas faltaron. Acompañados Chete y yo de mi amiga Nathalie Biain (compi del gremio en The Luxonomist), el broche final fue una divertida cachimba con sabor a sandía y menta que nos regaló numerosos boomerangs para Instagram.
La cocina se centra (así lo he intuido, pues he decidido prescindir de nota de prensa alguna) en platos mediterráneos, pero con un especial hincapié en la cocina iberoamericana (los famosos baos que me quedé con las ganas de probar...). Sin embargo, en septiembre la carta se renueva, así que ya os contaré más adelante.
Se aparca muy bien, aun al aire libre (si se opta por la terraza) no se aprecia ni la contaminación ni el ruido de la calle. Es perfecto también para una copa afterwork (es perpendicular a la Calle Orense... ¡así que imaginaos el target! Y a escasos minutos de La Castellana), y Sofía Suescun ya ha bautizado el local.
Además de ser “pet friendly”, enfrente se ubica Oh My Club (o lo que fue antaño New Garamond) lo que hace de LA BONITA el restaurante perfecto para cenar rico y ligero, y terminar la noche a ritmo de house y electro-latino. (Vale, me habéis pillado, no tengo ni idea de qué música se puede “bailar” en Oh My Club, pero prometo descubrirlo en mi próxima visita a La Bonita).
2. CHOW CHOW: “Un salto a Japón desde Concha Espina con unos adictivos nigiris con panceta y huevo de codorniz”
Y qué decir de este nombre tan original como divertido, y que, dependiendo del acento de una, pueda sonar de otra manera. Pero la cosa sigue yendo de perros, y no puedo no hacer mención a una cena-entrevista que vivimos en una de las mesitas de este restaurante ubicado en la zona del Bernabéu (Avenida de Concha Espina, nº 55). Fue un encuentro con Javier Alonso Sistac (más conocido como Javi Way y por ser el “mentor” de numerosos proyectos de María Pombo) en donde nos centramos en conocer el modelo de negocio de Viaja Wäy, los viajes más mediáticos de Instagram. La suma de alcance en seguidores podría ser superior a los 10 millones de followers en un sólo viaje como con #PuntaCanalla o #Cubaneamente
Más allá del brillante modelo de negocio tan en la vanguardia al reinventar un sector como el de las agencias de viaje (un concepto algo obsoleto), CHOW CHOW nos sorprendió por tres razones: la decoración en donde el travertino, el carrara y la estética asiática con vegetación hace de este establecimiento un lugar fotogénico hasta decir basta; los platos (que pasaron a sortear semanas después en las redes) son todo un espectáculo (tenéis que verlos vosotros mismos, yo no debo verbalizarlo); y la cocina fusión mediterráneo-asiática podría situarse entre el extremo de un Miss Sushi y el otro extremo de hipercalidad exquisita de un Kabuki, por ejemplo. (Javier Escribano: no me odies, por fa, sabes que las comparaciones son odiosas siempre, pero en el término medio está la virtud, y aquí la vuestra).
Pertenece al Grupo Pointer y forma parte de la trilogía de los restaurantes: colinda con TECKEL (¡más perros!). Y es que degustamos unos adictivos niguiris de panceta con huevos de codorniz (de ahí lo de nombrar al Kabuki), el maki de chow chow con atún picante, también unas gyozas de wagyu, una clásica tempura de langostinos con salsa picante (por eso el guiño a Miss Sushi), entre otros platos exquisitos que muero por repetir. El maridaje perfecto es con vino blanco. ¿Adivináis que Rueda, monovarietal verdejo, degustamos? PERRO VERDE. Un vino que también ameniza un día de perros y una noche de gatas por Madrid en busca del sabor perfecto.
¿Calidad-precio? La media por comensal estaría en los 35 euros.
3. MY WAY: “Un orgasmo para la vista, el paladar y mi Insta”
Nos salimos del mundo can (en cuanto a lo estético) para aceptar una enorme tortuga como animal de compañía mientras seguimos buscando emociones que regulen un bajón: la azotea de MY WAY escondida en la planta 10 de la Gran Vía nº 42 es un orgasmo para la vista, el paladar y las fotos de mi ‘Insta’.
En compañía de mi amiga Esther Vicente (reportera de Equipo de Investigación de La Sexta) descubrimos la carta de Joaquín Felipe que refleja su espíritu de “rebelde con causa”: en esta ocasión ha pasado de hacer lo que querían siempre sus “jefes” y se ha tomado la libertad de hacernos libres a nosotros también, pero a través del arte de hacer cocina.
Lo mismo te comes un vieira con salsa de curry, que el clásico plato canario de ropa vieja adaptado a los tiempos modernos. Cuesta mucho explicar un plato, así que esta es mi manera de simplificarlo todo. Pero, creedme, si hablo de MY WAY entre los 5 restaurantes para soportar la agonía y el calor de este verano, este es un sitio obligatorio en Madrid.
Joaquín Felipe, madrileño de pura cepa, profesional con más de 20 años de experiencia en establecimientos como el Hotel Urban y el Hotel Villarreal, me asegura haberse reinventado “desarrollando una cocina totalmente distinta a la que he hecho hasta ahora” y en la que, por primera vez, se ha sentido absolutamente libre de las directrices del empresario.
El menú se sirve de lunes a domingo en horario nocturno (el restaurante solo abre por la tarde-noche, salvo los fines de semana, que también abre a mediodía), a partir de las 19:30 para adaptarse a todos los públicos (el nacional y el internacional) y, a diferencia del menú degustación de siempre, este cambiará cada semana o diez días. Muchos de los pasos del menú se sirven al centro de la mesa, en platos para compartir y algunos incluso para tomar con las manos o con palillos potenciando lo lúdico y desenfadado de la experiencia. El precio del menú es de 35€ e incluye ocho pases.
4. BANG COOK: “Experiencia premium por precios medium”
Ahora es el turno para la cocina tailandesa: BANG COOK se ha convertido en uno de los restaurantes de tendencia en la capital gracias a un singular formato con vocación de expansión, pensado para hacer vivir ‘experiencias premium a precios medium’ tanto en lo gastronómico, como en lo mixológico. Sí, de mix, mezcla ;) O lo que vienen a ser las 3B: bueno, bonito y barato.
Se trata del segundo proyecto de la sociedad representada por los empresarios hosteleros Román Mosteiro y Cipri Quintas (os suena de algo el Silk & Soya de Alcobendas, ¿no? Uno de los locales pioneros en fusionar la cocina mediterránea y la tailandesa).
Para el mediodía, a su menú habitual, sustentado en recetas tailandesas revisadas, se suma un menú del día a un precio que no llega a los 12 euros y que replica el almuerzo habitual en las ciudades del sudeste asiático: Bibimpap, un plato único e individual, sabroso pero nutricionalmente completo y equilibrado, que se adapta al ritmo que imponen el trabajo y las grandes urbes; pad thai al estilo Bang Cook (tallarines de arroz o calabacetti, espagueti de calabacín como opción vegana, salteados al wok con salsa de tamarindo, cacahuete y lima), entre una lista larguísima con la que no quiero aburriros.
A su vez, las tardes se dinamizan con una nueva fórmula de café y tarta a 4 euros. Se puede escoger entre la original Matcha Passion, una tarta de bizcocho de té matcha con una cremosa capa de queso, la Bang Cheese Cake de queso con mermelada de jengibre y naranja o una siempre apetecible tarta de chocolate. Así, «en Bang Cook puedes ir a almorzar y acabar merendando, o extender la merienda hasta la cena o incluso hasta las primeras copas de la noche». Y es que todo, gastronomía y ambiente, se confabula para perder la noción del tiempo.
5. ALPE: “¡Probé sus callos suizos y no he muerto en el intento!”
Y este es uno de esos sitios imposibles de encasillar en algún tipo de cocina... Acudimos Paloma de ‘Acción y Comunicación’, y Javier De la Fuente del programa “Un laboratorio en mi cocina” de RNE, y fue una cena muy diferente a lo que he visto hasta ahora.
Y es que, ubiado en una antigua tienda de ultramarinos de Chamberí (su fachada, de mármol negro, data de 1800 y está protegida por Patrimonio), ALPE es fruto del sueño del joven cocinero Javier Villasevil (se formó en la escuela Le Cordon Bleu de Madrid). Después de recorrerse medio mundo, terminó en Suiza en donde trabajó para el rey de la “cocina molecular” del país, Denis Martin. Y de vuelta a Madrid, y tal como me cuenta, con los pocos ahorros de toda una vida, Javier decidió liarse la manta a la cabeza y abrir su propio restaurante, junto su mujer, Marta López de Asiaín, arquitecta y responsable de la decoración. Lo que explica esa interesante estética: elegante y acogedora, ALPE fusiona el espíritu castizo de la mantequería y la moderniza inyectando minimalismo por doquier.
¿La cocina? Los expertos la definen como “refinada, técnica y de sabores profundos”: base academicista, con fundamentos de las cocinas suiza y francesa (vivió en Lausanne, al suroeste de Suiza, en la frontera con Francia) y una correcta experiencia con la máxima vanguardia. Su pasión por la casquería y los platillos castizos hace de sus platos esa curiosa mezcla entre una cocina de europa del norte con ese toque ‘made in spain’. ¡Sí: probé los callos, y no he muerto en el intento!
En Alpe, lleno de reminiscencias a sus años en Suiza, ofrece una breve carta con tres opciones de entrantes, tres primeros, tres segundos y otros tantos postres, así como dos menús que son la opción preferida por la gran mayoría de sus clientes: Eiger (59 €), de diez pases y bautizado así en honor a una montaña de los Alpes berneses, y Maggia (36 €), cuyo nombre hace alusión a un valle el cantón de Ticino y que incluye los aperitivos y los entrantes del menú largo más tres platos a elegir. Ambos varían al son de las temporadas, de los caprichos del mercado y de la propia creatividad del chef, ofreciendo cada vez una experiencia distinta. Un lugar que merece la pena conocer si lo que uno busca es algo diferente.
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