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Concha Márquez desmiente que la Piquer fuese amante de Súñer

La cantante Concha Piquer
La cantante Concha Piquerlarazon

Conchita Márquez ha escrito un libro impagable. Le estaremos eternamente agradecidos de su memorión histórico. Con cariño parejo a la admiración artística hacia su madre, confirma, documenta y da testimonio de muchos infundios que quedaron para siempre cuando, en 1956, se retiró la valenciana. La Piquer llegó a triunfar durante cinco años en el Nueva York de los Schubert y Ziegfelds. Rinde tributo, pero no disimula ni enmascara la realidad. Incluso habla de su cómplice amistad con Evita Perón, que luego amadrinó a la hoy mujer de Ramiro Oliveros. Es lo que hubo; de ahí que dedique varias páginas a la relación de su aún no veinteañera madre –prototipo de belleza valenciana– con el maestro Penella, bisabuelo de la gran Emma –«que tiene los mismos ojos que su antepasado», hace decir a la evocada– y Terele Pávez. Su hermana Elisa Montés, madre de Emma Ozores, desapareció del mapa tras separarse del cómico Antonio Ozores. Concha lo mismo revive esa leyenda del compositor de «El gato montés», haciéndola cruzar el charco cuando aquello no se estilaba. Luego la llevó actuando desde Argentina hasta México, donde años después la declararon persona non grata, parece que por influencias del entonces exiliado Miguel de Molina, tan bien revivido por Jaime Chávarri y Manuel Bandera en «Las cosas del querer». Es uno de los grandes musicales de nuestro cine, con una Ángela Molina que se sale de la pantalla. No sé qué habría hecho hoy Hollywood con esa cara de tragedia griega. Aquí la desaprovechamos, aunque Buñuel le dio óptima oportunidad. La internacionalizó, pero ella, tranquila y segura igual que lo había sido doña Concha, prefiere la placidez doméstica. Una lástima.

El primer marido de Conchitín fue Curro Romero, que le dio dos niñas. Se casó con 17 años, cuando el matador ya tenía 27. Fue un bodón de los que hicieron época en Los Jerónimos. Insisto, Conchitín no esconde ni disimula: lo mismo detalla por qué dejó al maestro de Camas –hoy feliz con Carmen Tello–, que aporta la partitura original de «Ojos verdes», dedicada a su madre por el maestro Quiroga, su autor. Reivindica que la Piquer fue la primera en crear espectáculos que luego fueron llamados folclóricos, desde el original «Puente de coplas». También que unificó a los inigualables Quintero, León y Quiroga, «aunque Quintero sólo hilvanaba las escenas entre canción y canción». Hasta que llegó Concha Piquer privaban a las cupletistas de lo que luego se llamó tonadilleras. Aunque era valenciana, nunca cantó el «Valencia» del maestro Padilla «porque le sonaba a tarantela napolitana sin mucha entidad». Se equivocó, porque el tema sigue presente, igual que «El relicario». Niega que su madre fuese amante de Serrano Súñer, cuñado de Franco, menudo era para estas cosas. Su segundo a bordo sí se lió con la marquesa de Llanzol, madre de Carmen y Sonsoles Díez de Rivera. La primera fue imprescindible en los gobiernos de Adolfo Suárez. Otra historia que tiene mucha enjundia, ya que descubrió antes de casarse con el hijo de Serrano que eran hermanastros. Eso alejó a Carmen hasta el África profunda, donde seguramente siguen sonando «La niña de la estación», «Romance de la Reina Mercedes» o «Eugenia de Montijo».