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Cuqui Fierro, pierde su palacio portugués por los incendios

El palacio, un inmueble de tres alturas, ha quedado reducido a escombros
El palacio, un inmueble de tres alturas, ha quedado reducido a escombroslarazon

El fuego que arrasó hace unas semanas se cebó con su finca. Sin tiempo para lamentos, se encarga personalmente del envío de ayuda para sus vecinos.ñ-

El Palacio e Quinta do Esporáo en la aldea de Midoes, perteneciente al municipio de Tábua, en Coimbra (Portugal), era una espectacular mansión portuguesa del siglo XVII ubicada en el margen izquierdo del río Mondego propiedad de Cuqui Fierro. Durante años fue el motor económico de la zona por la cantidad de puestos de trabajo que generaban sus cultivos, por el queso que se elaboraba con la leche de sus ovejas, por el vino que se producía en su lagar, así como por el aceite elaborado con los olivos de la propiedad. La hacienda llevaba un tiempo a la venta y aunque había varios pretendientes no se había llegado a ningún acuerdo: «Hace tiempo que no iba allí. Y, ahora, no me lo planteo porque sufriría viendo cómo ha quedado todo después del incendio. Era una zona con muchos árboles y ahora todo son cenizas. No hubo ni un hidroavión ni una manguera para salvar la finca». No había ninguna brigada disponible para salvar a la aldea de Midoes, pero lejos de amilanarse por una pérdida así, ella es de las que renace de las cenizas. «Soy tauro, Fierro y con raíces leonesas. Soy fuerte, pero esto es muy triste. Ahora hay que esperar la valoración del seguro pero ha sido tremendo. Gracias a Dios dentro de la propiedad no ha habido que lamentar ninguna muerte, pero todas las casas que estaban alrededor del palacio se han quemado también. Eran propiedad de gente que conozco y que ha trabajado conmigo toda la vida. Vecinos que se han quedado sin nada. No quiero ir ahora para ver todo arruinado. Como dicen mis paisanos portugueses “nos hemos quedado sin nada pero hemos salvado la vida”». Lamentablemente, hay quien está sacando provecho de la tragedia, «desalmados que se dedican a robar entre los escombros. Buscan hierro y bronce fundido».

Seis furgonetas de ayuda

Nada más saber que el incendio estaba arrasando, Fierro se puso manos a la obra y organizó una recogida de viandas y ropa para enviar a la zona. «He estado recopilando todo lo que he podido para ayudarles. Ya llevo enviadas seis furgonetas llenas de material. Necesitan de todo porque se han quedado sin nada». Ella supervisa todos los envíos y el peritaje del seguro desde Madrid. «Ahora no me apetece salir de casa a ningún evento social porque no me encuentro con ánimo. Prefiero recibir en casa. Mis amigos, las tiendas de comestibles, zapaterías, boutiques y todos los que abastecen mi casa son también los que me están donando cosas para enviar a Portugal. También, una sobrina está promoviendo donaciones en el colegio de sus hijos y ya hemos llenado dos furgonetas con ropa para niños. Lo superviso con la ayuda de mi doncella Ana, que sabe cómo hacer los lotes para dárselos a familias concretas. Ella conoce allí a todos y sabe cuáles son sus necesidades».

Para Fierro, su palacio era más que un inmueble. Allí aprendió portugués mientras jugaba con las niñas del pueblo, tiene su propia calle en reconocimiento a toda la labor social que ha llevado a cabo su familia y, sobre todo, guarda muchos recuerdos: «La finca daba bastante trabajo a la gente de allí. Teníamos un lagar para hacer vino, una almazara para fabricar aceite, un horno para elaborar pan de boroa y rebaños de ovejas y vacas con cuya leche hacíamos queso».

Era un palacio del siglo XVII de tres alturas, con un garaje forrado de azulejería portuguesa y una imponente fachada con detalles de cerámica azul. El jardín contaba con palmeras centenarias y un laberinto. Pegado al gran salón principal se encontraba el comedor con una mesa de caoba para 32 comensales. La gran biblioteca contaba con miles de libros en sus estanterías. Cuadros, tapices, muebles de madera labrada, mesas de marquetería y esos trabajados artesonados de los techos cayeron a plomo porque las vigas que los soportaban eran de madera. Un mobiliario único que ha sido pasto de las llamas y del que solo se ha salvado la estructura de piedra. La violencia de las llamas y el viento huracanado hizo que no diera tiempo a salvar nada del fuego. Gracias a Dios unos meses antes habían sacado piezas relevantes: unas para ser restauradas y otras para ser subastadas.