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El caos y una nueva vida

El caos y una nueva vida
El caos y una nueva vidalarazon

La vida sigue a pesar de Puigdemont y sus secuaces. ¡Faltaría más! Incluso diría que hay que agradecerles ese orgullo nacional que ha surgido en los ciudadanos españoles, incluidos los catalanes no independentistas. Porque nunca habíamos visto esa marea de banderas españolas y senyeras juntas en Barcelona reafirmando la libertad y españolidad ante los que la niegan. La manifestación comenzó a las doce del mediodía. A esa misma hora nacía un nuevo miembro de mi familia, la preciosa y tranquila Jimena, con unos ojos que parecían observar todo lo que ocurría a su alrededor con una viveza poco frecuente en un bebé de horas. No puedo explicar la emoción que siento cuando por primera vez cojo en mis brazos a un recién nacido.

Instinto natural

Me parece el más grande de los milagros, absolutamente perfecto. Sus pestañas, uñas, piececitos y manos, las cuales deben ser una referencia importante, pues no dejan de moverlas. A Jimena le tuvieron que poner unos guantecitos para que no se arañase la cara. Puedo estar horas contemplándola, pienso qué pasará por su cabeza al salir a este mundo después de los confortables nueve meses dentro de su mamá y sentir ruido, luces, personas que la llevan de un brazo a otro, sentir a su madre, oler su piel y succionar su pecho en busca de alimento. El instinto es bestial, nadie la enseñó pero sabe lo que tiene que hacer.

Las bases de un adulto mentalmente sano hay que sentarlas en el primer año de vida. Nunca he podido entender esas teorías que proponen dejar al bebé dormir solo y dejarlo llorar, ellos vienen diseñados para sobrevivir y su cerebro les envía la señal de llorar si se les deja solos o tienen hambre. Un recién nacido necesita del cuerpo de su madre para sentirla cerca y así estrechar el vínculo con ella. Cuanto más dependiente y unido esté a su progenitora, más independiente será de adulto.

Existen teorías que confirman que la ausencia de la madre en el primer año de vida siembra la semilla de la depresión. Cuando Jimena entra en llanto, que es muy pocas veces, acerco su carita a la mía y la acarició e inmediatamente se tranquiliza. La responsabilidad que tenemos al traer un nuevo ser a este mundo es enorme, pero fácil, al fin y al cabo, pues todo se resume en dar mucho cariño, ternura, caricias, tranquilidad y crear un ambiente en el que no haya gritos ni tensiones, sino el amor de sus padres en el más amplio sentido de la palabra.

Todo esto Jimena lo tiene, acompañada también por su hermano Bosco, de tres años, que desde el momento en que la vio asumió su papel de hermano mayor y la colma de besos y caricias. Nos dice muy orgulloso: «Es mi hermanita». La tarde de su nacimiento nos hicimos un montón de entrañables fotos con ella. Eso me hizo reflexionar sobre los maravillosos álbumes que guardo de mi familia, los cuales mi madre se dedicó a organizar en sus últimos años con paciencia infinita, cronológicamente, comenzando con sus abuelos, sus padres, su boda, nosotros, nuestras vidas desde bebés, bodas, hijos de nuevo...

El resultado fue una maravillosa crónica de nuestras vidas y la de nuestros antepasados. Siempre me asombraba ver fotografías de mis padres cuando eran pequeños porque cuando uno es niño no piensa en que sus padres también lo fueron antes. Me gustaba darme cuenta de lo guapísima que siempre fue mi madre y lo elegantes que eran los dos. Nada nos emocionaba más que sentarnos todos juntos y a través de aquellas instantáneas ir contando y recordando historias de la familia. Afortunadamente, tengo muchos de estos álbumes porque para mí son pequeños tesoros.