IU
El líder de IU no dio la talla
No sabemos si lo encargó por la web o se acercó hasta la tienda que la firma italiana Ottavio Nuccio tiene en la calle Velázquez de Madrid, pero lo que sí podemos confirmar es que esa casa fue la elegida por Alberto Garzón para el día de su boda. El chaqué, de corte moderno al tener una levita más corta de lo habitual, pertenecía a la colección Gentleman de la firma y su precio en internet (todavía lo podemos encontrar en algunas páginas) supera los 1.000 euros. La elección, que sorprendió a propios y extraños por su clasicismo, destacaba por su juego de colores, de «royal blue» a príncipe de galés (sí, príncipe para un republicano). La novia, por su parte, se decantó por la diseñadora vasca Carolina Otaduy y el modelo Caribu, que destacaba por «un favorecedor “décolleté” y un generoso escote en forma de uve en la espalda», según afirma la ficha del vestido en la web de la creadora. ¿El precio? A partir de 1.200 euros. A destacar, sus zapatos rojos, un guiño, según se interpretó, al partido comunista, de la que ella es afiliada.
Demasiado clásico
Hasta aquí todo parece normal. Entonces, ¿por qué ardieron las redes sociales el día de su boda? Para empezar, el clasicismo de los novios chocó con el estilo habitual de los mismos, sobre todo con Garzón, personaje público que ha disfrutado en marcar un estilo más relajado y alejado de «lo tradicional» (basta recordar su «pacto de los botellines», con el que firmaba su alianza con Podemos y Pablo Iglesias, que también acudió a la boda). Al líder político, además, se le planteó un problema de talla en la levita. ¿Realmente le quedaba bien? Está claro que la opción de abrochársela no fue la más adecuada ya que consiguió deshacer todo el encanto de esta prenda y, pese a que los manuales marcan que debe estar abotonada, si seguimos el ejemplo de Carlos de Inglaterra (el gran experto en esta materia) o nuestro Rey, Felipe VI, podría haberla llevado suelta, con lo que habría arreglado la situación. Aunque la base de todo fue que no era de su talla: ni las mangas, ni el botón ni la cola estaban en su sitio. El problema con los puños y el cuello de la camisa ya es otra historia.
Anna, que también apostó por lo tradicional, parecía (como fue el comentario general) más una novia de iglesia que de juzgado, al apostar incluso por llevar velo. Ni los zapatos rojos de tacón con plataforma consiguieron darle el toque de modernidad que en cambio sí apreciábamos en el que iba a ser su marido. El vestido ya era lo suficientemente conservador como para decantarse por el velo, el recogido y su aderezo floral. Pero nos gustó, eso sí, el detalle de ponerle la flor en la solapa a su chico que, pese a que muchos lo desaconsejan (combinar a la vez pañuelo y flor), genios de la elegancia masculina como Tom Ford siempre apuestan por ello. Le dio un toque de estilo y fue un gesto bonito (aunque quizá no que lo llevara en una bolsa de plástico transparente).
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