Felipe González
Felipe González, del bonsái a la higuera
El ex presidente del Gobierno no celebrará hoy de ninguna forma especial su 74 cumpleaños. No le disgusta cumplir años pero es reacio a celebrar su efeméride. Si puede, incluso, estará de viaje.
El ex presidente del Gobierno no celebrará hoy de ninguna forma especial su 74 cumpleaños. No le disgusta cumplir años pero es reacio a celebrar su efeméride. Si puede, incluso, estará de viaje.
No habrá celebraciones especiales ni regalos ostentosos. A ningún amigo de Felipe González se le ocurriría prepararle una fiesta sorpresa por su efeméride. Los que le conocen bien saben que está encantado de cumplir años, pero que no le gusta celebrarlo y mucho menos el show de la tarta con velas. Sólo le interesan los de sus seis nietos; del suyo se evade tanto que Elena Benarroch, peletera e íntima amiga del ex presidente, nos relata una anécdota que refleja la animadversión que siente por las onomásticas: «Un día me llama Carmen Romero y me dice que Felipe cumplía una edad redonda, los 60, y que habría que hacer algo. Acabamos los cuatro, Carmen con Felipe y yo con mi marido, cenando en el restaurante Landó. Eso fue todo y es que a él no le gusta eso de la tarta con la velita y siempre suele estar de viaje en estas fechas para quitarse de en medio. A sus amigos no se nos ocurriría hacerle algo así como una celebración sorpresa».
El plan perfecto para Felipe González, su regalazo de cumpleaños, sería pasear por el campo de Cáceres, allí donde hace más o menos un año se compró una casa con un terreno que ha llenado de árboles y con un huerto, junto a su mujer, Mar García Vaquero, un par de amigos, sus hijos con los nietos y él, con el mandil de cocinero y en los fogones porque le encanta cocinar. Ese sería su cumpleaños perfecto.
Sí, Felipe González es muy buen cocinero, en su casa cocina él, le gusta comer pero no es caprichoso ni de platos complicados. Los guisos de cuchara los borda, pero también las preparaciones sencillas con buena materia prima, como un atún de almadraba gaditano en láminas, a la plancha con su sal, al que hay que saber darle el punto de cocción. De ahí que su mejor celebración sea estar en plenas facultades y poder disfrutar de los suyos y de sus árboles. Como gran lector que es, se acuesta con un libro entre las manos porque no es aficionado a ver la televisión y duerme poco. Según Benarroch, «Felipe lee muchísimo en francés y en español. Le interesa todo: la novela, la historia o la política. Sabe de todo y se duerme con un libro». Eso sí, uno como obsequio lo agradece porque a la ropa no le dedica ni dos minutos. Se pone lo que tiene en el armario que previamente le ha comprado su mujer y los óbolos tampoco le atraen. El Rey Juan Carlos, en 1997, le quiso obsequiar con un título, como hizo con Adolfo Suárez nombrándole duque, y el socialista lo rechazó. Sin embargo, un año más tarde le ofrecieron ser Hijo Predilecto de Andalucía y ese título sí que lo aceptó.
Semillas o esquejes
Está fuera de las modas. A González no se le puede regalar nada para correr, hacer pesas para tener unos abdominales fortalecidos o cachivaches para ir al gimnasio porque ni lo pisa, ni tiene ningún interés en hacerlo. Su único deporte es caminar por el campo. Un árbol, unas semillas o unos esquejes podrían ser también regalos bien recibidos. Tanto es así que él predica con el ejemplo, hasta el punto de haber llegado a casa de más de un amigo con una higuera para plantársela en el jardín.
Benarroch admite echar de menos presenciar esas largas charlas entre dos amigos como eran Miguel Boyer y Felipe González. «Podían hablar de todo con conocimiento, era un placer escuchar a los dos intelectuales. Felipe no para un segundo, le llaman de todos lo rincones del planeta. Es de los pocos líderes que está en activo y lo mismo se va en calidad de abogado a defender a dos políticos venezolanos, como le piden asesoramiento o da una conferencia. Además de ser mi amigo, le admiro. No puede hacer todo lo que le piden y su hija María, por más que le suprime cosas de la agenda, en un intento por descargarle de obligaciones, él las vuelve a poner». Felipe González es uno de los más de cien conferenciantes de la empresa Thinking Heads. El ex presidente del Gobierno español aparece junto a Emilio Butragueño, Mijail Gorbachov, Jordi Sevilla y Mago More, Joan Laporta, José Luis Rodríguez Zapatero, Dominique de Villepin, Lech Walesa y Ferrán Adriá, todos conferenciantes como él. No es raro que más de un cumpleaños lo haya pasado en el extranjero cumpliendo alguno de estos compromisos para quitarse de en medio.
Tampoco es mal regalo obsequiarle con un viaje. Vive en un piso en el barrio de Salamanca de Madrid con su pareja Mar, pero su mayor ilusión es escaparse a Cáceres con sus árboles y su huerta. De todos es conocida su pasión por los bonsáis, que mientras vivió en La Moncloa le sirvió para distraer la mente. Al abandonar la presidencia, donó su gran colección al jardín Botánico de Madrid y a un exquisito jardín que había en Alcobendas, además de los que regaló a diferentes amigos. De esa pasión le quedan algunos ejemplares, pero no la dedicación que le puso en sus tiempos como presidente. Ahora se dedica más a los ejemplares grandes. Es de los que te injerta o recopila esquejes como si no hubiera un mañana.
Frente a la chimenea
Posiblemente hoy, el que fuera presidente del Gobierno durante cuatro legislaturas de 1982 y 1993, no celebre su cumpleaños, pero sí recibirá muchas felicitaciones. Cumple 74 años y seguro que lo hará como si fuera un día normal, puede que haya madrugado, como es habitual en él, que se haya bebido su café y fumado un puro con calma. Luego habrá preparado la comida. Es previsible, y más siendo sábado, que reciba la visita de parte de su familia. Luego, si se lo permiten, podría echarse la siesta. Como dice Benarroch, «es familiar; está pendiente de todos porque es generoso en dar su opinión y en estar siempre que se le necesita. Lo que le importa es su país. No va al cine, ni al teatro y ve poca televisión. Lee y escribe mucho. Es optimista de nacimiento y sus vacaciones favoritas, ahora que tiene su campito, es coger el coche y conducir hasta allí, encender su chimenea y pasear».
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