San Petersburgo
La nueva zarina de Putin
El presidente ruso se ha prendado de la ex gimnasta y diputada Alina Kabaeva
Nació en Taskent, capital de Uzbekistán. De ahí le viene a Alina Kabaeva esa mezcla de rasgos eslavos y asiáticos que cautivó al presidente ruso. En una de esas ceremonias que se organizan en el Kremlin después de cada edición de los Juegos Olímpicos para homenajear a los medallistas se vieron por primera vez: Alina, hija de deportistas profesionales (fútbol el padre, baloncesto la madre), cosechó su primer metal olímpico en el año 2000. La gimnasta contaba 17 primaveras, por las 46 del por entonces recién elegido presidente, que llevaba 16 años casado con Ludmila, la madre de sus dos hijas. Ya se sabe que la carrera de las gimnastas es tan precoz como fugaz. Kabaeva echó el cierre con sólo 24 años pero un saldo de nueve títulos mundiales y uno olímpico. Tras su retirada hizo algún pinito en la moda, posó para «Playboy» vestida únicamente con un abrigo de visón y protagonizó la portada del primer número de la revista «Vogue» en Rusia. Si bien donde hizo carrera fue en política. En 2007 le concedieron un escaño en la Duma Estatal (Parlamento) por el partido Rusia Unida, el del presidente Putin. No era el primer caso de deportista metido a la política en el país, pero sí el más precoz, lo que despertó sospechas. Meses después, ya en 2008, saltaron los primeros rumores de un «affaire» con el presidente, del que sólo un medio ruso, el «Moskovsky Korrespondent», se atrevió a hacerse eco, llegando a afirmar que estaban comprometidos. Putin lo negó tajantemente («No hay una sola palabra de verdad en esa información») y el periódico cerró por supuestos problemas financieros.
En cualquier caso, la carrera de Alina es sospechosamente meteórica. Hace un mes dejó su escaño en la Duma para ocupar un cargo todavía más relevante. A sus 31 años y sin ninguna experiencia directiva previa (todo su bagaje es un máster en gestión deportiva) ha sido nombrada directora del mayor grupo de comunicación del país, NMG, el principal brazo mediático del Kremlin, convirtiéndose así en una de las mujeres más influyentes de Rusia, sino la que más. Kabaeva sustituye en el cargo a Kirill Kovalchuk, sobrino del dueño, el magnate Yuri Kovalchuk, muy cercano a Putin y al Kremlin. El conglomerado mediático tiene la mayoría accionarial de cinco de los 10 canales de televisión más vistos de Rusia, incluido el líder de audiencia, Piervy, además de un periódico («Izvestia») y una radio (Russkaya Sluzhba Novostei) líderes en sus segmentos. Este nombramiento, difícilmente explicable desde la lógica empresarial, echa más leña al fuego sobre una relación de Kabaeva con Putin, avivados el verano de 2013, cuando el presidente anunció su divorcio de Ludmila tras 30 años de matrimonio. Siete meses después, el presidente apareció con anillo de casado en algunos eventos de los Juegos Olímpicos de Sochi, lo que alimentó los rumores sobre un matrimonio secreto con Alina. La ex gimnasta es madre de dos hijos, el primero de una relación anterior, mientras que del segundo se desconoce la identidad del padre, lo que hace pensar en Putin. Ambos guardan silencio sepulcral. Hace algunos meses, en un programa de la televisión rusa, un niño preguntó inocente a la ex gimnasta si había conocido al amor de su vida. Ella guardó silencio durante varios segundos y respondió afirmativamente, aunque sin entrar en detalles.
Su ex mujer, encerrada en un monasterio
Como primera dama, Ludmila mantuvo siempre un perfil muy bajo, limitando sus apariciones públicas a la mínima expresión, si bien desapareció por completo a partir de 2008, coincidiendo con los primeros rumores de relación entre Putin y Kabaeva. En los últimos años ya ni si quiera compartían celebraciones como la Navidad o los cumpleaños. En junio de 2013 Ludmila y el presidente anunciaron su divorcio, según versión oficial, de mutuo acuerdo. «Mi trabajo implica una continua exposición pública. Hay personas a las que les gusta, personas a las que no les gusta y personas que son totalmente incompatibles con ello», explicó Putin, que alabó la labor de Ludmila como madre. Antes incluso del anuncio del divorcio aparecieron informaciones que situaban a la primera dama, devota ortodoxa, residiendo en el monasterio para mujeres de Spaso-Yelizarovsky, a las afueras de Pskov, cerca de la frontera con Estonia. Cuando conoció a Putin en 1980 en San Petersburgo, Ludmila trabajaba como azafata de vuelo de Aeroflot, un empleo de prestigio en la Unión Soviética, que compaginaba con sus estudios de Filología. Dada su profesión y bagaje académico no es de extrañar que Ludmila hable varios idiomas (castellano, alemán y francés) con cierta fluidez. La pareja contrajo matrimonio en julio de 1983 y tuvo dos hijas, Ekaterina y María, de las que nunca se ha sabido demasiado. La primera está casada con un militar surcoreano de alto rango y la segunda, que reside la mayoría del año en Holanda, con un empresario ruso.
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