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Pitingo: «Con este trabajo intento ayudar a suprimir etiquetas»

El artista presenta su último disco, «Mestizo y fronterizo», en el teatro Luz Phillips Gran Vía de Madrid hasta el 1 de julio.

Pitingo: «Con este trabajo intento ayudar a suprimir etiquetas»
Pitingo: «Con este trabajo intento ayudar a suprimir etiquetas»larazon

El artista presenta su último disco, «Mestizo y fronterizo», en el teatro Luz Phillips Gran Vía de Madrid hasta el 1 de julio.

Pitingo es uno de esos raros artistas completos que se atreve con todo. Mezcla el flamenco y el soul, el castellano y el inglés, y los violines y el cajón con una soltura que sorprendería en otro, pero que en él es una seña de identidad a la que ya nos tiene acostumbrados. La misma que reconoce en el título de su último y sorprendente disco «Mestizo y fronterizo», que ahora presenta en el teatro Luz Phillips Gran Vía de Madrid, hasta el día 1 de julio, rodeado de un elenco de artistas extraordinarios.

El espectáculo, donde el cantaor se atreve con la mítica «Soul man» o reinterpreta «Gwendoline» a su manera, muestra ese universo suyo, único e inigualable, donde el humor o la reivindicación social tienen casi la misma presencia que la destreza en cualquier manera de hacer música: con instrumentos, cuerdas vocales, las manos, los pies o el aire de los silbidos... «He intentado dar un pasito más», me cuenta Pitingo sonriente y reluciente, como si lo acabaran de lavar y planchar. «Por eso hablo de la unión, la interculturalidad, de escucharnos los unos a los otros, de aprender de todas las culturas, de todas las razas, de todas las religiones, respetándonos. Estamos en un momento en el que todo esto está en el ambiente, creo yo. Algo pasa y no se sabe el qué. Y, bueno, yo he querido aportar mi granito de arena y dar ese mensaje de que nos acerquemos un poquito todos los unos a los otros y nos escuchemos y nos entendamos».

Orgulloso de ser mestizo

Estará en el ambiente, pero si alguien podía traducirlo en palabras, en música y en actitudes era, sin duda, Pitingo. Orgulloso de ser mestizo, después de haber sufrido el serlo en los dos lados de su sangre. De ahí la canción «Fuera cadenas», con la que abre el disco. «Es un grito de unión a todas las razas del mundo. Para conocernos y aprender los unos de los otros. A mí me han pasado tantas cosas, tanto de un lado, de una parte de mi raza, como de la otra, que quería atreverme a hacer en un disco, por primera vez, como me diera la gana. Y deseaba aportar un mensaje, un toque de atención, para ayudar a que se quiten las etiquetas en todo». El mensaje queda claro. En las letras y en las músicas. Lo que no sé es si los flamencos puristas se seguirán echando las manos a la cabeza y dándole canela fina. «Al principio me dieron bien, sí; pero mira, ya aprendí a aceptar la crítica constructiva y a no hacer caso automáticamente a la destructiva. De la constructiva intento aprender y siempre saco algo bueno, esté más o menos de acuerdo. De todos modos ahora parece que la crítica está ya más mansa. Puede decir: “Pitingo canta muy bien flamenco, pero a mí no me gusta haciendo esto”, y eso ya es un paso».

Falta Aretha Franklin

Lo que también lo es, y de gigante, es que ya no le afecte lo que digan. Supongo que le habrán ayudado los años y también la seguridad de hacer las cosas todo lo bien que sabe y puede, guiado por ese Dios en el que tanto cree: «Creo mucho, mucho, sí. Soy muy creyente. Y lo seré siempre. Pienso que hay que creer en algo, ¿no? Yo respeto todas las culturas; respeto incluso al que dice que no cree en Dios, pero creo en la herejía. Al fin y al cabo, estamos hablando de lo mismo». Pues debe ser el mismo Dios quien ha hecho que se cumplan muchos de sus sueños; entre ellos, el de haber conseguido grabar con Sam Moore, con Roger Waters de Pink Floyd, con Eric Clapton o con Alicia Keys; pero le falta Aretha Franklin. «Eso sería... Pero mira, no digo de este agua no beberé. Puestos a soñar, voy a seguir soñando y a perseguir los sueños. Vamos a intentar hacerle llegar cosas y veremos, sé que está mayor y muy pachucha, aunque lo voy a intentar».

Nos ponemos a escuchar «Gospelería» para celebrar la entrevista y al terminar me da por recordarle que, durante el espectáculo, silba una canción entera. Le digo que me parece un milagro: «Eso es el mucho tiempo libre que he tenido», dice riéndose. Y continúa: «Yo tenía un amigo al que le decía “Chamorro”, de mi pueblo, que silbaba muy bien y me llamaba mucho la atención. Y luego otro tío mío, José, también silba muy bien. Así que desde chiquitito siempre he silbado mucho». Ya supongo. Y haría ranitas en el agua: «Ranitas y de todo (se vuelve a reír), antes se jugaba mucho en la calle. Ahora no le quitas la consola a los niños, ¡qué horror!».

Ya que vuelve a la niñez aprovecho para recordar ese mundo cruel que vivió por ser mestizo. «Yo soy hijo de Guardia Civil no gitano y de madre gitana. Así que he vivido en el colegio que los niños se metieran conmigo por ser gitano y luego en la otra parte, cuando no les ha interesado, pues no era gitano. Me ha pasado de todo en la vida, sí. Pero eso ya ha cambiado mucho. También te digo que el ser conocido me ha ayudado, porque yo recuerdo que mi mujer (que no es gitana) tenía que bajar a pararme los taxis en la puerta de mi casa para irme al tablao. Yo me escondía, ella paraba el taxi y yo entraba. Era cuando tenía el pelo largo, mucho antes de Pitingo. Luego, ya no solo te paran sino que te saludan: “Hombre, Pitingo, ¿qué tal?”».

Ahora ya no habrá recelo ni prevención, pero seguro que sí hay envidia. Es lo que tiene el éxito, algo de lo que el cantaor se ha dado cuenta: «Lo he notado, sí. Muchas veces. Pero me mantengo al margen de todo eso. Recuerdo que Enrique Morente, que en gloria esté, me llamaba cuando me daban algún palo gordo los puristas y me decía: “Pitinguillo –el me llamaba así–, ¿cómo estás? ¿Estás bien? ¡No te vengas abajo! Si todo el mundo te dijese “ole” sería señal de que algo estarías haciendo mal”».