Gente
Todos a bailar el chotis
«Reproducirse dispara la exigencia de la pareja. un matrimonio sin hijos tiene más libertad para separarse», explica Lomana.
«Reproducirse dispara la exigencia de la pareja. un matrimonio sin hijos tiene más libertad para separarse», explica Lomana.
Me gusta la primavera y más el verano, soy una romántica para la que las fechas son importantes. Por ejemplo, el día de San Isidro, patrón de este maravilloso pueblo grande que es Madrid. Siempre quiero que sea especial, me gusta comer en el restaurante El paraguas con algunos amigos. Su comida es deliciosa y siempre encuentro mexicanos y colombianos aficionados a los toros que llegan a Madrid por estas fechas atraídos por el gran espectáculo de Las Ventas. Me gusta el compadreo que se organiza en esa terraza, el buen ambiente, la forma amigable en la que hablamos todos con todos aunque no nos conozcamos, contagiados por la alegría de Madrid y su feria en estas fiestas.
Como la mayoría de los que vivimos aquí, no nací en Madrid. Sin embargo, sentimos que es nuestra de la misma forma que ella nos acoge a todos. Me gusta darme un paseo por el Madrid castizo, Las Vistillas, ir a la Pradera del Santo y pasar por Casa Mingo a tomar su famoso pollo con sidra. Muy pocas personas siguen la tradición de vestirse de chulapos y chulapas y marcarse un chotis, pero cuando veo a esas parejas ya maduritas con sus trajes en la Plaza Mayor, me emociono.
De la misma forma que les cuento mi gusto por mantener algunas tradiciones, la del día de la madre, por razones obvias (no tengo hijos ni tampoco madre), no me interesa demasiado. Sin embargo, este año lo pasé fatal. Me invadió una enorme tristeza. ¿Quién tuvo la culpa? Pues algo aparentemente sin importancia. Creo que conocen mi participación en el programa de Cristina López Sligting en Cope; después de mi consultorio ocurrió algo muy bonito, llegaron ramos de flores para mis compañeras con mensajes de sus hijos y nietos. Por un momento pensé que quizá hubiese alguno para mí, pero no llegó, y es lógico, ¿quién iba a enviármelo? Pensé: «Quizá los niños de mi casa de acogida», pero Tánger les pilla muy lejos, así que me dio un bajonazo que me dejó mal todo el día. Menos mal que mi capacidad de no dejarme nunca arrastrar por el desánimo me ayuda.
Decidí pensar en las cosas buenas de mi vida y en las ventajas de no tener hijos. Por encima de todo, más libertad y autonomía. Se dice que los hijos unen, pero mi teoría es la contraria, a pesar de que mi intención siempre fue tenerlos (no voy a explicarles, porque sería muy largo y triste, las causas por las que no fue posible). Como les decía, reproducirse dispara la exigencia de la pareja y también la interdependencia. Un matrimonio sin hijos tiene más libertad para separarse, por lo que se supone que si están juntos es por amor. También, al no tener referencias de niños que crecen, te sientes más joven y actúas como si lo fueses porque no hay tiempo para envejecer. Así, convenciéndome de las ventajas de no tener hijos, terminé el día mucho más alegre que cuando lo empecé.
Hoy lo que realmente me pedía el cuerpo era hablar del homenaje al más grande ladrón del reino, un tal señor Pujol, y también de la vergüenza para nuestro Gobierno al dejar que ondee en los Ayuntamientos de los pueblos de Cataluña como única bandera la independentista. ¿Para qué sirve entonces el 155? Solo para montar el paripé. Pero este tema mejor lo dejo para los vídeos que estoy grabando en You News, el nuevo formato de LA RAZÓN al que aconsejo suscribirse por 30 euros al año. Lo van a disfrutar mucho.
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