Salud

El enemigo duerme en casa

Los «efectos colaterales» del aire acondicionado en la salud impulsan el regreso de los ventiladores

El enemigo duerme en casa
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Los «efectos colaterales» del aire acondicionado en la salud impulsan el regreso de los ventiladores

En el verano español la franja horaria más refrescante se encuentra entre las seis y las nueve de la mañana, un horario intempestivo apenas perceptible entre tanto calor. Cuando el sol se pega de plano, los perros jadean, las cigarras estridulan y las palomas se refrescan en las fuentes públicas nosotros preferimos encender el aire acondicionado. Un artilugio que hace posible disfrutar de los largos días estivales y también de sus soporíferas noches. Hemos convertido en costumbre mantener conectados aparatos refrigeradores durante largas horas sin ser conscientes de cómo puede afectar a nuestro bolsillo, a nuestra salud y a nuestro planeta.

Los aparatos de aire acondicionado no existían hace poco más de un siglo. Fue en 1905 cuando el ingeniero Wills Carrier descubrió al mundo el concepto de climatización artificial, aunque la auténtica presentación de esta maquinaria en la esfera pública sucedió en 1924. En este año, Carrier climatizó el mítico cine Rivoli de Nueva York, derrotando el histórico problema del calor en espectáculos cerrados. La fama del aire acondicionado se extendió por todos los cines de Estados Unidos y ya tras la II Guerra Mundial, los hogares comenzaron a equiparse con aparatos acondicionadores de aire. Ahora, en 2018, después de décadas de innovación y con la temperatura global aumentando paulatinamente, el sector del aire acondicionado crece un 11% al año según cifras de la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización (AFEC).

Los españoles adoramos refrescar el ambiente casero con este tipo de maquinaria. Los datos del Instituto Nacional de Estadística en materia de Hogar y Medio Ambiente aseguran que cuatro de cada diez hogares españoles disponen de aparato de aire acondicionado. Prácticamente la mitad de los hogares españoles se beneficia de las ventajas de este «milagro térmico» cuyos beneficios son contados, más allá de bajar la temperatura. Desde la hidratación más duradera al no sudar, hasta el mejor rendimiento intelectual y físico, pasando por la disminución de los insectos que habitan en la casa. Ventajas que ciegan nuestro instinto ahorrador. El abuso de aparatos de refrigeración impacta notablemente en nuestra economía y en momentos de escasez se buscan soluciones más baratas. Es más, en los últimos años se ha comprobado con son cada vez más hogares los que cuentan con ventiladores de toda la vida. Una mezcla de nostalgia, economía y salud que ha hecho que las aspas vuelvan a girar.

Las consecuencias para la salud

Dolores de garganta, contracturas cervicales, oídos inflamados y narices moqueantes en pleno agosto son escenas veraniegas que se repiten año tras año. Todas estas dolencias tienen algo en común: que llegan tras abusar del frío en temporadas de calor. Alejandro Harguindey es director médico del Instituto de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello de Madrid y nos advierte de los peligros de abusar del aire acondicionado: «El uso prolongado de estos aparatos puede alterar el normal funcionamiento de la mucosa rinofaríngea. Este hecho sumado a la sequedad ambiental puede potenciar una sobre-infección que facilite el desarrollo de problemas tales como faringitis, laringitis y rinitis, y secundariamente sinusitis o amigdalitis en los casos más graves».

Harguindey afirma también que los lugares con constante refrigeración son caldo de cultivo para las infecciones bacterianas o víricas. El director médico explica a LA RAZÓN los tres consejos fundamentales para evitar estas situaciones: «Es aconsejable que estos aparatos tengan una función de humidificar, recordar no usarlo durante muchas horas seguidas y no estar directamente expuestos a él, es decir, hay que taparse algo». Si no se siguen estos consejos y aparece dolor de garganta, sequedad, carraspera o tos seca, lo mejor es hidratarse adecuadamente, y recurrir a los antiinflamatorios.

Pero no todo son dolencias de garganta, el peligro va más allá y puede afectar a otras partes del cuerpo, como los oídos, zonas musculares castigadas o incluso las cuerdas vocales. «Si la mucosa provoca obstrucción en los conductos del oído se puede generar otitis. La musculatura cervical también se ve afectada por la exposición prolongada al frío y pueden generarse contracturas gracias a las malas posturas. Por no hablar de los edemas en las cuerdas vocales, o llamado de otra forma, la afonía después de una noche de verano junto al aire acondicionado», afirma Harguindey.

Impacto medioambiental

Por si todas estas consecuencias no fueran pocas y molestas, hay otras tantas que afectan de forma global. Hablamos del impacto medioambiental, que, a parte de contribuir en la destrucción de la capa de ozono, cuesta una cantidad ingente de vidas humanas al año. Las empresas de climatización están realizando un gran esfuerzo para intentar reducir las emisiones de CO2 y utilizar nuevos tipos de gases que no contribuyan al calentamiento global. Pero la publicación de un estudio en la revista científica «PLOS Magazine»este mismo mes de julio sobre el impacto del aire acondicionado en el medioambiente ha vuelto a poner el punto de mira en estos aparatos. Cada año mueren 1.000 personas, solo en Estados Unidos, a causa de los niveles elevados de contaminación provocados por el uso de combustibles fósiles para enfriar edificios, según Jonathan Patz, autor del estudio.

Pese a todos estos inconvenientes la población parece vivir ajena a los «males acondicionado» y las ventas de estos aparatos así lo demuestran. Paula García es jefa de planta de una reconocida cadena de grandes almacenes. Nos reunimos con ella para saber cuánto dinero debemos gastar –como mínimo– si queremos climatizar un salón de 40 metros cuadrados. «Si buscamos acondicionar una sala sin buen aislamiento y orientada hacia el sur, el aparato más económico cuesta unos 1.200 euros. Y la instalación rondaría los 300 euros sin imprevistos añadidos. Si las condiciones del habitáculo son distintas el precio disminuiría», advierte García. Esta profesional de la climatización no cree, como corresponde a su posición laboral, que los ventiladores o torres sean una buena alternativa: «Hay tres tipos de máquinas para refrescar el ambiente: los ventiladores, las torres portátiles y la instalación de aire acondicionado, y ninguno de los dos primeros grupos pueden sustituir el trabajo del último. Lo único que va a conseguir un ventilador es mover el aire que está dentro de la casa, ofreciendo una sensación de frescor poco duradera y artificial».

Lo que olvida esta amable vendedora son las consecuencias económicas que llegan tras la instalación del equipo y con la factura eléctrica. Muchas veces, cuando ésta llega, el receptor se queda más helado que con cualquier climatizador. El susto al recibir la cuenta será mayor o menor según el aparato que utilicemos, las horas de uso y, en ciertos casos, la franja horaria en la que lo hagamos. Los ventiladores son el grupo más rentable económicamente hablando, los de suelo llegan a costar cinco céntimos por cada hora que esté activo, mientras que los de techo –cuya época dorada ya pasó– engrosan la factura once céntimos por hora. Por otro lado, las torres portátiles son las más derrochadoras con trece céntimos por hora de uso. Finalmente, un aparato de aire acondicionado suele costar entre siete y diez céntimos la hora de conexión eléctrica, según modelo, horario y localización de la casa. Hay que tener en cuenta que existen las tarifas de discriminación horaria, una diferencia que el cliente puede aprovechar siempre y cuando el gasto eléctrico suceda entre las once de la noche y la una de la tarde del día siguiente, franja en la que el precio de la electricidad es más bajo. Pero si mantenemos el aire acondicionado mientras dormimos, nos arriesgamos a pagar con nuestra salud.

Lo que está claro es que el enemigo duerme en casa, y ahora solo toca lidiar con él. Para no abusar del aire acondicionado hay muchas alternativas: colocar toldos en los ventanales, hidratarse constantemente, darse un baño, mantener abiertas las ventanas por la noche, invertir en aislamiento... Ninguna de ellas sustituye la función climatizadora de un aparato acondicionador de aire, pero son más baratas, saludables y naturales, características valiosas y necesarias en pleno siglo XXI.