Ciencia y Tecnología
El deporte que cambiará tu mente
Las carreras de drones aún no tienen el público ni la audiencia que todos esperan. Pero llegar a eso no será el logro, sino servir de intermedio para reconfigurar nuestro cerebro.
Las carreras de drones aún no tienen el público ni la audiencia que todos esperan. Pero llegar a eso no será el logro, sino servir de intermedio para reconfigurar nuestro cerebro.
Este año comenzó a funcionar la «Drone Racing League» (Liga de Carreras de Drones, o DRL) y aunque contó con el apoyo de firmas como Microsoft, GoPro, AIG y premios millonarios (Dubái organizó una competencia con un millón de dólares para el ganador), el verdadero objetivo no será sólo la competición. Para muchos espectadores es como ver insectos gigantes recorriendo un circuito, aseguraba una espectadora de la última carrera llevada a cabo en Nueva York. Para Scott Refsland, director de la DRL, se trata de un negocio de mil millones de dólares, aunque no sabe cuándo exactamente alcanzará esa cifra.
La mayoría de las especulaciones relacionadas con estas carreras las vinculan con la Fórmula 1; si estos bólidos han logrado realizar avances en gestión de combustible, seguridad, fiabilidad y durabilidad de los neumáticos o aerodinamia, el impacto de la inversión en drones también producirá cambios significativos. Y aún así, ésa no debería ser la meta de estas competiciones: la diana está en nuestro cerebro.
Una de las áreas en las que más profundamente puede provocar un impacto es en las tecnologías de interfaz cerebro-máquina. Dominar los drones con mandos a distancia pronto dejará de ser eficaz y bastará un pequeño casco que registra las ondas cerebrales y las transmite al dron, algo así como el juego «Mindball», pero a gran escala. Éste será el vehículo (literalmente) para que los expertos de Stanford, MIT y hasta la Complutense o la Politécnica de Valencia que ya están experimentando en esta tecnología, prueben sus dispositivos y sus consecuencias. La conexión máquina-humano tiene la capacidad no sólo de cambiar nuestra vida cotidiana, sino también de alterar nuestra red neuronal, y eso es algo que la tecnología sabe que ocurrirá, pero no puede anticipar cómo.
Del mismo modo que los taxistas de Londres tenían una región del cerebro de mayor tamaño, la vinculada a la memoria (debido a la cantidad de calles que debían aprenderse) y el uso del GPS alteró esa región, el dominio de un dron con la mente afectará las áreas relacionadas a la ubicación espacial, la toma de decisiones, la orientación, la visión y otras. Y también puede convertirse en una terapia para tratar a personas con dificultades en estas zonas del cerebro.
Las carreras de drones podrán no tener mucha audiencia, pero sí serán impactantes.
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