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Josef Ajram: «Somos la generación de los pringados»

Asi lo afirma este broker, fundador de «Where is the Limit?» y «Caltal bolsa»

Josef Ajram / Foto: Alberto R. Roldán
Josef Ajram / Foto: Alberto R. Roldánlarazon

Asi lo afirma este broker, fundador de «Where is the Limit?» y «Caltal bolsa».

Es vértigo y adrenalina; un «lobo» del electrocardiograma bursátil. Ha convertido su cuerpo en un lienzo con historias de su Historia. Rompe con los estereotipos, con los prejuicios, con lo políticamente correcto, con los límites. Catalán, de padre sirio y madre española. Trabajador incansable y deportista extremo, ha encontrado la fórmula para saber disfrutar del tiempo. Dice que «el conformismo es una trampa en la que no hay que caer». Instruye para aprender a no perder. Fundador de «Where is the Limit?» y «Caltal bolsa», ha escrito varias obras, entre ellas, «El pequeño libro de la superación personal 1 y 2».

¿Qué código binario encierran sus tatuajes?

Están los que tienen su historia y los que no. Empiezas tatuándote pensando que ha de tener un significado y sigues porque te apetece y porque quieres acabar una obra. Yo no me veo los tatuajes, pero a veces noto que la gente me mira sorprendida. Solo me he tapado uno, porque era de una etapa que había que cerrar, y no era una relación.

¿Y ha terminado su obra?

Está cerca, porque cada vez me duele más. Cuanto más pasa el tiempo menos soporto el dolor.

¿Por qué no se ha tatuado nada en la «tableta de chocolate» de su abdomen?

Porque es un tatuaje en sí... Ya que tenemos «six pack», no lo escondamos.

¿La Bolsa o el deporte?

Indudablemente, la Bolsa porque es lo que quería ser de mayor. El deporte ha sido una consecuencia gracias a ella. Sin la Bolsa no sé si hubiera habido deporte...

Los brokers de Wall Street llevan gomina...¿Y usted?

He llevado gomina, tirantes y traje. En mis inicios fui el típico «Wall Street». Pero el traje era muy incómodo, nunca me hice con los zapatos... Era un flipado, porque era muy joven y pensaba que si iba así vestido ya era algo más.

¿Se considera más «pringado» ahora o antes?

Ahora también porque creo que esto sí que lo hemos tenido que vivir nosotros. Somos la generación de los pringados, los que hemos tenido que ser autónomos y espabilarnos por nuestra cuenta. Es un título que nadie nos va a quitar.

Su padre es pediatra y usted le dice que no va a estudiar una carrera. ¿Cuál fue el diagnóstico?

Fracaso. El diagnóstico fue: «Hazlo, pero volverás, no puede salir bien». Con 21 años dejar la universidad e ir a la Bolsa a ver si te contratan era una locura. En cualquier decisión bursátil hay que cumplir una máxima: pérdida limitada, beneficio limitado. ¿Qué tienes que perder si una decisión sale mal? En mi caso, si salía mal había prometido que volvía a la universidad.

¿Cuánta gasolina necesita su cerebro?

Diariamente, bastante, a veces es un ritmo de ajetreo muy intenso, pero tengo una buena gasolinera que me surte bien y de momento creo que no me está costando muy caro el derroche energético diario.

¿Es más de 98, 95 o diésel?

98... sin duda.

¿Y para una larga distancia?

Intento que sea para larga distancia, pero dosificándome bien los recursos y disfrutando de cada kilómetro. No voy con el piloto automático sin disfrutar de cada fase.

Broker, broken... ¿ha roto más platos o corazones?

No, corazones no creo. Platos tampoco porque no entro en la cocina... Así que igual.

¿Un profesional de los mercados también es un experto haciendo la compra?

No, porque en la compra compro por impulso y si hiciera las compras de la Bolsa de ese modo sería un desastre.

¿En qué generación está ahora?

En la de la rebeldía de los 40 años, en no querer asumir que empieza la segunda parte y en la de sentirme más joven que nunca.

¿Cuáles son sus tormentas de verano?

Cuando salgo y tengo resaca, porque solo lo hago algunos días de verano, durante el año realmente no salgo casi nada.

¿Qué es ser un «diosarro»?

Una persona que es auténtica, íntegra, que hace cosas diferentes sin tener pudor al qué dirán y qué no dirán y tienen como aspiración el ser feliz.

¿Y usted lo es?

Soy un «diosarro» porque quiero ser feliz, muy feliz.

Dice que todos cargamos con un demonio... ¿Cómo controla el suyo?

Es una lucha diaria. Por ejemplo, en la Bolsa es controlar las emociones. En el deporte, el demonio que te dice que estás cansado y no vayas a entrenar... Con el tiempo también aprendes a hacerle callar y que el angelito se imponga. Pero soy consciente de que es una lucha sin fin.

Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Casado... ¿Cómo se llama la película?

El bueno, el malo y el oportunista... pero no diré quién pienso que es cada uno.

¿Frankenstein le da miedo?

En principio, no. De primeras no me dejo llevar por los prejuicios. Lo tendría que conocer antes de que me diera miedo.

¿Y la política Frankenstein?

Tengo miedo a la política española en general porque no veo que haya una hoja de ruta. Pegar estos bandazos de un año a otro, sin un plan, no es bueno para nadie. Ahora hay un gobierno y creo que si viene otro daríamos otro golpe de timón. Y con cada golpe de timón de un trasatlántico cuesta mucho de que el barco gire; todo esto lo acabaremos pagando.

¿Hay más superación personal subido a una bicicleta o invirtiendo en Bolsa?

En la bici... Sin duda. Hacer una etapa de seis, siete horas te da muchos valores, aprendes mucho.

¿Le hubiera gustado ser Induráin?

Induráin para mí fue una persona muy importante, quería subir esas montañas. Ser ciclista profesional, si me hubiera dado cuenta antes, habría sido una cosa bonita y a la vez durísima.

¿Tiene miedo a perder?

No, porque sé que es parte del juego de la vida. Y cuando pierdes solo cabe aprender de ese error. Pero la pérdida y el error hay que contemplarlo como algo muy probable.

Si le hubieran llamado para ser ministro, ¿a qué hubiera dicho que sí?

No me va.... hay mucho que perder y poco que ganar.

¿En qué película intervendría?

Creo que sería mal actor en general, pero me gustaría cualquiera. Me parece una experiencia increíble el ser actor y en algunas ocasiones un aprendizaje tremendo. Con lo cual, alguna tipo acción. Me gustaría vivir la experiencia.

Con un esmoquin, ¿cuánto tiene de agente especial?

De especial tengo mucho, que no quiere decir que sea bueno. Pero vaya, agente atípico total.

¿Qué le parece Tabarnia?

Me parece inicialmente gracioso el hecho de que el independentismo vea el ridículo en un espejo, pero no hay que llevarlo más allá. Creo que hay que ser español, ni Tabarnia, ni catalán.

¿Le gusta ser políticamente incorrecto?

No, pero hay momentos en que hay que serlo. No se puede ser neutral ante lo que hemos vivido en Cataluña o ante lo que estuvo a punto de pasar con Podemos.

La gente quiere trabajar menos y ganar más. ¿Cuál es la fórmula?

¿Ganar más para qué? Lo de trabajar menos lo entiendo porque al final a todos nos gusta tener tiempo. Creo que las nuevas generaciones quieren tiempo para hacer cosas.

¿A cuánto cotiza el tiempo?

Pues depende de lo productivo que seas. Las empresas deberían apuntar esto de tareas a cumplir más que horarios a cumplir. Es muy interesante como modelo laboral.

¿Cómo lleva el «odiómetro» de sus redes sociales?

Es inevitable... Cuando tomas posiciones tan claras ya tienes a varios millones que te odian. Te dedicas a la Bolsa, pues ya tienes al sector anticapitalista, que llevas tatuajes, a otro sector...

¿Qué le podría enseñar a Rufián?

No lo sé... No me importaría hablar con él, pero no entiendo de dónde le viene tanta mala leche. Me gustaría saber el origen de su agresividad.

Si tuviera que invertirlo todo, ¿en qué o en quién lo haría?

No lo sé. Invertiría todo en mí, porque al final es de lo único, profesionalmente, de lo que me fío; más allá, todo puede pasar.

¿Qué dice su hija de usted?

Hablamos de bicis. Cuando eres padre separado, y a tu hija la ves cada dos semanas... Es complejo y algo que no te enseñan. Ella es la que me da las mayores lecciones. Un día venía de dar una charla a 1.000 personas, la gente aplaudió y, sin embargo, mi hija no quería venir conmigo al parque. Me dijo: «No, papá, me da palo». Hay cosas que chocan. Pensé en las veces que le había dicho algo así yo a mi padre...

¿Invertiría en criptomoneda?

No, de hecho, ya he explicado varias veces los peligros que tiene. Sí creo que habrá criptomonedas en el futuro y que el dinero tal y como lo conocemos sufrirá un cambio muy importante. Todo ha de tener una valoración adecuada. En el caso de los bitcoins, la revalorización se ha ido de madre.

¿Se debería legislar?

Se va a legislar, de entrada tributariamente, porque no puede ser que alguien compre bitcoins a 1.000 y los venda a 10.000 y no pague impuestos. Se legislará porque puede ser que un día paguemos con una moneda Spain coin. En Cataluña ya hay una que se está creando llamada «croat».