Toros

Toros

López Simón: «Prefiero que me piten, la indiferencia es de las peores cosas que puede haber»

Hay un antes y un después en Alberto López Simón. Más allá de los triunfos. A la vuelta de esa Puerta Grande de Madrid. El torero de Barajas sonríe. Le ha cambiado el paso a la vida.

Alberto López Simón / Foto: Gonzalo Pérez
Alberto López Simón / Foto: Gonzalo Pérezlarazon

Hay un antes y un después en Alberto López Simón. Más allá de los triunfos. A la vuelta de esa Puerta Grande de Madrid. El torero de Barajas sonríe. Le ha cambiado el paso a la vida.

Hay un antes y un después en Alberto López Simón. Más allá de los triunfos. A la vuelta de esa Puerta Grande de Madrid. El torero de Barajas sonríe. Le ha cambiado el paso a la vida. «Este triunfo me ha devuelto la confianza que un día me arrebataron». Le queda para la treintena, pero la vida a veces aprieta, como aquella tarde de Bilbao y un ataque de ansiedad, como esos momentos en los que no sabes si parar, seguir o hacer un «tierra trágame». Hoy es otro. Sabe que la cabeza es el planeta en el que depositar su mundo. Y de esa convicción ya no se aleja: «Antes por cualquier cosa anulaba una cita con el psicólogo, ya no. Si estoy bien puedo con todo».

Dicen que en el toreo hay mucha verdad, ¿se le echa al toro alguna mentirijilla?

Soy demasiado transparente y cuando no estoy bien se me nota muchísimo. El toro es el termómetro. Maganto, mi hombre de confianza cuando empezaba, me decía: «No me cuentes si has entrenado o no, no me cuentes excusas, que el toro me lo va a decir todo». Y es verdad.

¿Hay tiempo para pensar cuando le levanta los pies de la arena un toro?

Hay tiempo para pensar: «¡Por favor, que pase rápido!». Es caótico y no sabes cómo vas a caer... Son momentos estresantes. Pero el miedo es previo. Cuando vas a la plaza, ahí es cuando el miedo te atrapa y piensas en lo malo.

Los toreros no se miran las heridas. ¿Valor del bueno?

Yo intento no mirarme. Ya no sé si por un acto de valentía o por no ver la herida por si es fuerte. Valentía o cobardía (ríe).

¿Cómo fue el día en que el miedo le paralizó?

Una tarde en Bilbao que me dio un ataque de ansiedad. La gente a la que le haya pasado lo entenderá. Se te paraliza hasta la boca, se duermen las manos... Hiperventilas y te mareas. Ese día era un mano a mano... Fueron un cúmulo de circunstancias. Todo salió mal desde que me levanté. Un sector del público me increpó por vetar a un compañero... Yo no sabía nada, escuchaba comentarios muy personales... Al no ser consciente de lo que estaba pasando... Fue un tierra trágame. Se me bloqueó el cuerpo. Por suerte, el miedo en sí no me ha paralizado nunca.

¿Tiene algún efecto secundario el miedo?

Fíjate que la temporada es en verano y hace muchísimo calor y las horas antes de ir a torear el aire acondicionado no lo pongo, estoy tapado hasta arriba y casi te diría que se me quedan los pies fríos. ¡Con el calor que hace! Pero es una sensación necesaria para torear. Cuando he estado en momentos malos no aparece ni el miedo y eso me mosquea también.

¿Alguna vez toreó sin confianza?

Sí, hubo un momento en el que me la arrebataron y tuve que poner en una balanza qué compensaba más, si seguir toreando o parar y resetearme. Como artista estás vacío y tienes poco que ofrecer, pero si paras es difícil volver a reengancharte.

¿Qué le da más miedo, un toro o un político?

Joeer. ¿Sabes qué pasa? Que los dos me dan miedo, pero son distintos, porque al toro se le ve venir y al político no. Creo que estamos en un punto de la sociedad en que por tomar el poder somos capaces de lo que sea. El otro día vi un documental del círculo interno de Hitler y relataban cómo su gente más allegada se traicionaban unos a otros. Salvando las distancias, creo que estamos un poco así. Da la sensación de que se han perdido los valores y las ideas, y cuando el hombre pierde sus ideales es como una marioneta.

¿Se siente animalista?

Depende de lo que exprese esa palabra. Me encantan los animales y soy un enamorado de ellos. Si nos referimos a eso, sí, sin duda. Tengo mi perrita y me gustan mucho. Respeto a quien no le gusten los toros y creo que hay antitaurinos que no conocen el trasfondo de esta profesión. Si la conocieran podría gustarle o no, pero no serían antitaurinos. Muchos antis se quedan en un razonamiento muy básico: es un señor que se pone un traje de luces, mata a un toro y se divierte. Si lo dejamos así, hasta yo podría ser antitaurino.

¿Hay complejo en España con la bandera?

Sí. Incluso de chaval cuando iba al instituto, con trece o catorce años, o eras fachas o anarquista... era como las tribus urbanas. No hay mejor medicina para eso que viajar. Cuando vas conociendo mundo, ves las banderas del país sin etiquetas y me da envidia. Es tu bandera, tus apellidos, tu país.

¿Para quién es la última llamada antes de ir a la plaza?

El día de festejo no cojo el teléfono. Quizá llamo al mozo de espada cuando me levanto de la siesta para que me suba un café y espabilarme. Mi madre en ese sentido es muy respetuosa, yo pienso mucho en ella. Cuando salgo de casa nos despedimos, ella me tiene que dar siempre el último beso y luego espera a que yo la llame. Y cuando llego a la habitación la primera llamada es para ella.

Futbolero... Y con los colores bastante claros.

Sí, sí, sí colchonero. Me gusta mucho el fútbol. Siempre he sido muy atlético y sufridor, aunque mi padre de niño me decía que me hiciera del Madrid o del Barsa que me iba a llevar menos disgustos, aunque él es del Atleti. Y encima ahora tengo amistad con algunos jugadores, sobre todo con el capitán, con Gabi, y sufro más.

¿Cómo se maneja entre fogones?

Desastroso. Muy malo. De hervir algo de pasta, una tortilla francesa y una pizza congelada... De ahí no paso. Me gustaría aprender, pero me da mucha pereza todo lo que se lía después para recoger. Me mata.

¿Lo peor que le han dicho en una plaza?

Pues ha habido muchas cosas, porque se escucha todo... Me acuerdo de San Isidro del año pasado que toreé tres tardes y fue una feria muy complicada para mí y recuerdo que en el último toro, justo antes de que saliera, una persona que estaba muy cerca me dijo: «Deja a ese apoderado que te está destrozando, a ver si vuelves a ser el de antes». Me dejó muerto. Había dado en el clavo.

¿La decisión más difícil de tomar?

La más difícil y la más satisfactoria fue dejar a mi anterior apoderado. Era una persona con un carácter fuerte y tuve miedo a represalias y me costó mucho decidirme a hacerlo y ha sido volver a sentirme libre en mis decisiones y pensamientos y disfrutar de la vida. Cuando vuelves a reconstruir el destrozo interior consigues disfrutar de nuevo del toreo.

¿Qué prefiere, que le piten o la indiferencia?

Que me piten. La indiferencia es de las peores cosas que puede haber.

¿Qué sueño le persigue?

Normalmente tengo sueños bonitos. Antes soñaba que tenía exámenes y era mentira. Ahora no tengo sueños que me atormenten, por suerte.

¿Qué es la ansiedad?

Una cosa bastante jodida. Para mí ha sido la explosión en momentos complicados. Impotencia. Si te pasa en casa es jodido, pero si te pasa en un sitio donde eres parte del foco de atención y con la televisión encima, como fue mi caso en la plaza de Bilbao... Fue un momento duro. Yo quise desaparecer en ese momento como fuera. Y esa noche en el hotel no era capaz de dormir.

Lo que no te mata te hace más fuerte.

Lo que no te consigue derribar te hace más fuerte. A mí nadie me va a poder manejar mi persona o mi carrera. Lo primero es mi salud. Mi vida ha sido una montaña rusa y desde joven iba a un psicólogo para que me ayudara a gestionar mis emociones. Desde los dieciséis años. Iba cuatro o cinco veces, estaba bien y lo dejaba. Ahora no. Ahora mi salud es lo más importante. Antes cancelaba una cita con el psicólogo, ahora es la prioridad. Si anímicamente estoy bien puedo con todo, si no soy un desastre.

En estos tiempos en los que está de moda la vida sana, comer bien, el deporte... a un tipo joven le da por jugarse la vida, ¿estamos locos?

Y sabemos lo que queremos.

¿Qué lleva en la maleta?

En la maleta de Alberto López Simón no falta el altavoz que lleva a todos los sitios. Por ahí se escucha de lo más variado y por influencia paterna: «Me gusta desde el flamenco más puro pasando por el rock, Los Rolling, Bob Marley, Sabina...» Y aquello que se niega a meter en esa maleta viajera es un localizador, lo tiene claro