Almería

Pedro Sánchez se divierte en el mar y en la montaña

Durante su retiro veraniego, Pedro Sánchez ha alternado las playas de Almería con las montañas del Valle de Arán

Mariano Rajoy ha sido fiel a su estío en Pontevedra y a su actividad vacacional ineludible, las caminatas por la Ruta de la Piedra y el Agua (en la imagen junto a junto a José Benito Suárez, marido de Ana Pastor)
Mariano Rajoy ha sido fiel a su estío en Pontevedra y a su actividad vacacional ineludible, las caminatas por la Ruta de la Piedra y el Agua (en la imagen junto a junto a José Benito Suárez, marido de Ana Pastor)larazon

Durante su retiro veraniego, Pedro Sánchez ha alternado las playas de Almería con las montañas del Valle de Arán

La escenificación del «no es no» socialista comprende una cala de la costa del Almería con tumbonas, sombrillas, flotadores y una orilla en la que flotan las sandías en un proceso previo a la digestión. También una quesería en el Valle de Arán, prácticamente en la otra punta de la Península Ibérica. No hay lugar más idóneo que la playa o la montaña, qué más da, para trasladar la presión al adversario político. Que negocien «con las derechas». El caso no deja de ser curioso. Las vigilias de fotosíntesis bajo el sol marinero o pirenaico anteceden a una alta gama de sueños nocturnos, momentos en los que Pedro Sánchez, y he aquí una de las claves del interregno, fantasea con que el PP habría de pactar con unos nacionalistas catalanes echados irremisiblemente al monte de la independencia. La sugerencia es poco menos que suicida.

El mantenimiento de esa tesis por parte del PSOE sólo puede responder a una fritura típicamente agosteña. El secretario general del PSOE ha vuelto a su destino almeriense por el puente y ha enlazado con una excursión en el Día de la Virgen hasta los escenarios en los que Luz Gabás situó su novela «Palmeras en la nieve». Son parajes ideales, aunque se ignora si se trata de descansar o seguir optando por esa táctica de Don Tancredo que tan bien le ha funcionado consuetudinariamente al presidente en funciones, Mariano Rajoy. El plan consiste en esperar a que el entuerto se resuelva solo: ojos cerrados, quietud de una vela y rezar para que el toro pase de largo. El trance, además, ha sido impuesto a la plana mayor del Comité Federal, mudo como la arena de una playa andaluza y los cantos rodados de un riachuelo septentrional. El viejo mantra ha cundido repentinamente entre los barones autonómicos: quien se mueva no sale en la foto.

Durante su retiro veraniego, pues todo el mundo tiene derecho a un descanso, a Pedro Sánchez le da tiempo para zascandilear con su prole en la bajamar, estrechar manos a gogó y atender las lecturas propias de estas fechas. Pura ficción estival. En esta ocasión, a Sánchez lo han retratado en decúbito supino leyendo «1Q84», de Haruki Murakami, una historia que contiene ese tono absurdo tan apropiado para el actual momento político. La ficción, en este instante, se eleva a la categoría de ciencia ficción si no fuera porque, tras el previsible pacto de investidura entre PP y Ciudadanos, sólo será necesario un manojito de escaños para que al fin acabe el desgobierno en España.

Él que lleva meses a la deriva, negándose a poner rumbo para llegar a algún puerto, ha elegido la zona de Cabo de Gata en la playa almeriense de Vera para pasar unos días arropado por la familia junto a su mujer, Begoña Gómez, sus hijas Ainhoa y Carlota, de 11 y 9 años respectivamente, y su suegro, tal y como reflejan las exclusivas fotografías que publica «Pronto» y que a buen seguro no serán de su agrado.

Trece días lleva Pedro Sánchez ausente. La última vez que se lo vio en un acto público fue el pasado 2 de agosto. La reunión con Rajoy se resolvió con un «váyase usted a negociar» con los de su cuerda; soga del patíbulo, entendió el gallego. El presidente, aunque también de vacaciones, ha tenido al menos el prurito de llamar a unas cámaras de televisión para que lo filmen corriendo, marchando o como quiera que se denomine a ese voluntarioso trote en bañador. Eso sí, cuando habla sudoroso ante el micrófono no deja de comunicarle al prójimo, a su prójimo, que el «no» podría rebajarse a una abstención limitada. Y por las tardes, se solaza con las hazañas olímpicas de los españoles, escasas hasta ahora pero resonantes.

A la vera del presidente se ha situado Albert Rivera, a quien unos días con su hija le han servido para inspirarse en el arte del discurso escrito. Para modificar el signo del «no» entre sus «compatriotas» socialistas, el líder de Ciudadanos se ha obligado a investirse del espíritu de Émile Zola. La oratoria y el «J’accusse». Yo acuso de que no haya Gobierno por una operación de aritmética. Rivera lo ha visto con claridad en los ojos de su niña: el miedo infantil a que venga el coco. Pero, de su mano, en los escaños de la oposición, el socialista no tendrá nada que temer con su primo de Zumosol. La investidura, viene a decir Rivera, es razón de Estado. Lo demás son torpes sueños de una noche de verano.

Del cuarto elemento, el coco al que teme Sánchez, lo último que se supo de Pablo Iglesias es que había dejado de gesticular con histriones y disminuido el volumen de su voz en varias unidades de millar de decibelios. Nada se sabe de él desde su consulta con el Rey el pasado 29 de julio. Ya tiene bastante Iglesias con los desórdenes que acechan en su patio trasero. Aunque no deja de opinar sobre la actualidad en Twitter, Podemos está hecho unos zorros y no se sabe bien si la escapada del líder se debe a los sables que truenan en su partido-conglomerado o es el batacazo lo que le mantiene alejado del mundanal ruido. La izquierda se toma muy en serio el descanso vacacional. Y los profesores universitarios, más, que no abundan en las aulas de la Complutense los seguidores de Stajanov.

Unos y otros, por acción o por omisión, tienen al país varado en el «no». El pertinaz agosto avanza, aunque no lo parezca, y los plazos van agotándose al cobijo del solano. La pelota está en el tejado del PSOE, que deberá activarse a partir de hoy mismo si no quiere sentir al toro embistiéndolo de aburrimiento. No se descarta una reunión del Comité Federal. Cuando Pedro Sánchez termine de descansar, que debe desgastar ese continuo escarbar suyo en el suelo electoral del partido.

Sánchez, Orwell y Murakami

Pedro Sánchez ha elegido, como lectura veraniega, a Haruki Murakami, un nombre que suena en los últimos años en las quinielas para el Premio Nobel de Literatura. Pero en vez de escoger uno de sus libros más conocidos, de los que le dieron fama internacional y lo consagraron, como «Tokio Blues», «Kafka en la orilla» o, ya que el líder socialista ha sido deportista, su ensayo «De qué hablo cuando hablo de correr», se ha llevado para la playa la trilogía «1Q84», una ficción de tintes orwellianos ambientada en Japón justo en la misma fecha que George Orwell escogió para su libro más conocido. Murakami describe en este best-seller una sociedad opresiva que muchos han identificado con un retrato de su país en la década de los ochenta.

Los otros destinos de los políticos

Los cuatro candidatos a la presidencia han acudido a sus habituales lugares de veraneo familiar, quizá porque «sin gobierno» como estamos, las vacaciones de nuestros políticos se han visto reducidas este agosto a meras escapadas y no ha habido posibilidad a viajes y destinos internacionales. Mariano Rajoy ha sido fiel a su estío en Pontevedra y a su actividad vacacional ineludible, las caminatas por la Ruta de la Piedra y el Agua (en la imagen junto a junto a José Benito Suárez, marido de Ana Pastor) Eso sí, este años no ha tenido tiempo ni para pescar ni para ir a los toros. Por su parte, Rivera es asiduo de Cádiz. En Sanlúcar de Barrameda es frecuente verle. Pablo Iglesias es más hombre de interior, suele ir a Ávila.